Crónicas

Bilbao BBK Live con Placebo, The Killers, Pet Shop Boys o Carolina Durante: Un acontecimiento social

«Tal vez por eso mismo en ocasiones el ambiente se asemejara al de una plaza de pueblo, con gente de todo tipo y condición que estaba ahí como si fuera uno de esos acontecimientos sociales a los que había que apuntarse sí o sí. Como en las carreras de caballos de Ascot, tal vez lo importante sea también ver y ser visto. Pónganse las mejores galas y abran bien los oídos. Lo necesitarán.»

Del 7 al 9 de julio de 2022

Kobetamendi, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa. Fotos The Killers y Pet Shop Boys: Astor

El debate entre defensores de la autenticidad y tipos permeables a las nuevas tendencias es algo que se remonta casi a la noche de los tiempos. Siempre estarán por una parte esos guardianes de las esencias a los que el mínimo movimiento les resulta una traición sin precedentes y por otra los que abogan por extender el abanico más allá de lo que la decencia o el puro criterio aconsejan. Como siempre, tal vez lo adecuado sea situarse en un punto medio como Salomón y quedarse con los aciertos de ambas posturas enfrentadas. Sin sectarismos.

Placebo

La edición del Bilbao BBK Live de 2022 será recordada como aquella en la que desembarcaron sin ningún complejo los sonidos cercanos al reguetón, trap y  todo aquello a lo que se asocia erróneamente la etiqueta de “urbano” hoy en día. Un movimiento arriesgado por parte de los promotores que no les salió mal, pues se superó con holgura la barrera de los 100.000 asistentes y con toda probabilidad esta tendencia continuará en el futuro.

Habrá los que compartan esta decisión y los que no, pero una cuestión básica a la hora de alcanzar la madurez es asumir que el mundo no tiene por qué girar en torno a los gustos de cada uno. Si quieren saber nuestra opinión, decir que un servidor prefería ver en un festival a gente al margen del rock como Raphael, Sabina, o hasta Julio Iglesias si me apuran, antes que a zánganos que alcanzan un instante de popularidad y acto seguido anuncian  que se retiran porque no aguantan lo estresante de la situación. En Reino Unido el vocalista Bruce Dickinson de Iron Maiden versiona un clásico de Tom Jones y a nadie se le caen por anillos por ello. ¿Por qué en este país tendremos que ser tan cerriles?

Otra cosa que no entendemos es esa manía de que los autobuses dejen a los asistentes a varios kilómetros del recinto. Suponemos que se trataría de una razón de mera logística, aunque recordamos que otros años hasta las cinco o seis de la tarde era posible subir hasta lo más alto de Kobetamendi. Casi se tornaba imposible no sentir lástima por todos aquellos que iban megamaqueados, divinos de la muerte, que llegarían a las puertas con indefectible olor a choto. Porque la sudada te la pegabas igual, quieras o no.

Antídotos contra modernos

Ginebras

La primera jornada comenzaba de la manera más animada posible con las madrileñas Ginebras. A estas chicas les vimos por primera vez en el Sonorama del año pasado y nos alucinaron. Vale que sus melodías a veces se tornen demasiado empalagosas, pero un halo Ramones sobrevuela en la mayoría de sus composiciones, caso de “Chico Pum”, que le molaría hasta a Joey Ramone, o ese “Metro de Madrid informa” que lo mismo serviría para montar pogo en su parte final.

Un grupo que canta al elevado precio de la ropa vintage, al postureo de Instagram o a esos placeres culpables que en realidad gustan a muchos solo lo podemos alabar por todo lo alto. Les pierde quizás un poco el parloteo, algo que cobra especial relevancia cuando el tiempo es limitado, pero resultó un auténtico subidón volver a presenciar su sobredosis de color. Adorables.

Coach Party

En los escenarios pequeños de vez en cuando te encuentras bandas que merece la pena descubrir, como a Coach Party, nativos de la isla de Wight que ofrecieron seguramente el show más guitarrero y chirriante del jueves. En “Everybody Hates Me” apelaron a la melancolía noventera, mientras que la tralla casi punk de “FLAG (Feel Like A Girl)” podría recordar a Bikini Kill o cualquier otro grupo Riot Grrrl. Hubo hasta un pogo recatado, lo normal teniendo en cuenta la monumental maraña de ruido que montaron. Un oasis sonoro a salvo de modas.

Los habituales Placebo eran unos de los grandes atractivos de la jornada. Realmente tiene mérito que a estas alturas todavía sigan sacando discos y que el vocalista y guitarrista Brian Molko conserve ese peculiar tono que le hace reconocible al instante. Su fiel escudero Stefan Olsdal también continúa al pie del cañón, apuntalando lo que el jefe propone y convirtiéndose en un notable contrapunto a las cuatro y seis cuerdas.

Placebo

La verdad es que estos antaño adalides del rock alternativo de tinte oscuro nunca suelen decepcionar, pero se les suele criticar siempre por lo mismo, y eso es dar excesiva importancia a los últimos discos. Claro que “Beautiful James” es un tema bastante respetable, pero cuesta imaginar un recital de esta peña en el que no estén ni “Nancy Boy” ni “Pure Morning”, por citar algunas.

Por lo menos cayó “Bionic” de aquel lejano debut homónimo de 1996 y casi podríamos aceptar como clásico “For What It’s Worth”, aunque sea del 2009, porque en las distancias cortas se antoja un auténtico bombazo. Fue un repertorio con momentos excesivamente onanistas para estar en un festival, pese a que al final recuperaran cierta garra con la fundamental “The Bitter End”, “Infra-red” o su tremenda revisión de Kate Bush “Running Up That Hill (A Deal With God)”.

Placebo

Ya solo por este último tramo quedamos más que satisfechos. Muy dignos, sí señor, a pesar de que un set list más acorde al lugar en el que estaban habría molado. Como cuando te lo pasas bien en un garito, pero en realidad no conoces a casi nadie.

Se supone que los influyentes LCD Soundsystem ocupaban el puesto más alto del cartel del jueves, aunque lo poco que vimos de su electrónica para masas nos dejara más bien indiferente. Menos mal que a esa hora había un rotundo antídoto contra modernos llamado Nacho Vegas, cuya mera presencia desafiaba plenamente lo que un festival debería o no debería ser.

Nacho Vegas

Con su pose atormentada, el bardo asturiano se movió en su rollo, interpretando canciones muy similares a las de la última vez que le vimos en Getxo. La puesta en escena resultó diferente, eso sí, con la aportación de Álvaro Segovia (Bonzos) a la guitarra y el maestro Joseba Irazoki también dando su lustre característico a las seis cuerdas. Y de fondo el coro antifascista que realzaba cada una de las composiciones.

El personal acogió la personal propuesta de Nacho con devoción total, le gritaron cosas como “pelazo” o “referente” y de vez en cuando se escuchó algún “oficialidad” a modo de apoyo a la lengua asturiana. El cantautor brilló de lo lindo en piezas de la envergadura de “Cómo hacer crac”, esa obra maestra que encajaba cual guante a puertas de la crisis que viene, o “La pena o la nada”, colosal testimonio de su colaboración junto a Bunbury en ‘El tiempo de las cerezas’. Épico a tope.

Y la actitud punk de Mujeres nos pilló bastante reventado para un día laborable, pero se tornó una alternativa más que recomendable para pasadas las dos de la mañana. Solo Pol Rodellar y compañía podrían colocar el listón en lo más alto a esas horas en las que un bolo te tiene que enganchar bastante para quedarte.

Corazón pop, energía rock

Verde Prato

Si hay algo que destacaba a nivel musical en el Bilbao BBK Live era esa impresionante variedad estilística que te sorprendía desde primera hora. La segunda jornada arrancó para nosotros con Verde Prato, proyecto tras el que se esconde Ana Arsuaga, una joven en la órbita de Belako que ya ha militado en otros interesantes combos como Mazmorra o Serpiente.

Y lo cierto es que todo aquello en lo que se involucra suele molar, a pesar de que cueste pillar el punto excesivamente minimalista de esta última encarnación en la que convive el folk y la tradición oral con arrebatos orientalistas y fragmentos deudores de Kate Bush. Se marcó del mismo modo una revisión muy suya de “Pakean Utzi Arte” de Hertzainak. Un tripi cósmico encaramado en lo alto de una pagoda.

Inhaler

No todos los días uno posee la oportunidad de ver sobre las tablas al hijo de Bono de U2, pero al margen de ese relevante dato de los irlandeses Inhaler, la verdad es que es un grupo que mola. Su indie rock con momentos guitarreros provocó no pocos delirios entre la chavalada, con una primera fila de fans enfervorizadas que chillaban como si fueran The Beatles por lo menos.

Si cerrabas los ojos, casi te podría dar la sensación de estar escuchando al padre cantar, con una voz de esas bonitas pero que emociona. En unos años será de lo más habitual toparse con bandas en las que tengamos hijos de reconocidas estrellas del rock. De momento, por ahí ya andan ganándose el sueldo los hijos de James Hetfield, Lars Ulrich o Slash, entre otros.

Fans de Inhaler en las primeras filas

Los granadinos Lori Meyers nos entretuvieron bastante más de lo que imaginábamos, apelando desde el inicio a la psicodelia con “Seres de luz” y una llamativa escenografía. Llevaban sin aparecer por estos lares una década y tal vez por eso las gargantas se elevaron hasta lo indecible con himnos como “Emborracharme” o “Siempre brilla el sol”, ambos con notable influencia de The Cure. Contaron además con la presencia del popular periodista Jordi Évole para terminar de desatar el delirio, aunque la peña ya estaba emocionada de por sí. Toda una sorpresa.

Apenas catamos unos pocos cortes de Supergrass que no nos dijeron demasiado, aunque otras veces que hemos coincidido con ellos tampoco nos han disgustado. Acudimos raudos a la llamada de Axolotes Mexicanos porque seguramente sería de lo más punk que escucharíamos en el festival. Y este grupo en el que podemos ver al guitarra de Carolina Durante apostó por la crudeza desde el inicio, reduciendo a la mínima expresión su lado más friki o cercano a la música de videojuegos.

Axolotes Mexicanos

Su vocalista Olaya exhibió candor infantil, a pesar de que se acerca a los treinta tacos, pegó botes cual pirada de la vida y respondió a los elogios del respetable diciendo “¡Qué majos!”. Hacer unos poguillos o algo”, incitó a la concurrencia y lo cierto es que buena jarana se podía montar con “Vaga” o ese tremendo himno para fumadores llamado “Estanquero” en la escuela Ramones. El próximo año ojalá toquen en un escenario grande.

A The Killers les hemos perdido un poco la pista con sus últimos lanzamientos, a pesar de que fuimos muy fan suyo cuando sacaron esa obra maestra llamada ‘Sam’s Town’. Su concierto en Kobetamendi comenzó muy bien con “When You Were Young” y un Brandon Flowers pletórico dando bastante el callo a la voz y recorriéndose de un lado a otro esa pasarela que habían colocado en el borde del escenario. El rollo synth wave de “Smile Like You Mean It” de su debut también nos atrapó, al igual que alguna pieza más reciente tipo “A Shot at the Night”, pero la versión de Joy Division “Shadowplay”, transformada en una pachanga discotequera, pudo hacer revolverse en la tumba a Ian Curtis con cada “oh oh oh”.

The Killers

Contaron con otros instantes inspirados como “Bones” o ese “Runaways” de marcado sabor Springsteen con imágenes de un cielo de fondo. “Read my Mind” estuvo aderezada por luminosos dignos de Las Vegas, ciudad natal de The Killers, y luego ya desconectamos con dos o tres temas que no nos dijeron nada.

El aire góspel de “All These Things That I’ve Done” nos devolvió a un recital con altibajos, con alguna pieza prescindible, pero que en general se podía disfrutar. La recta final mantuvo la atención con “Spaceman” antes de que sucumbieran a las melodías facilonas de “Human”, una de esas canciones para que cantara hasta el que solo la había escuchado como hilo musical, por algo en Entertaintment Weekly catalogaron su letra como “de las más tontas” por esa aparente contradicción del estribillo entre ser humano o bailarín.

The Killers

“Mr Brightside” no podría obviarse en un concierto de los de Nevada, por lo que funcionó de cara a otorgar un broche de envergadura a la noche. Hubo muchos que lo fliparon, aunque un servidor catalogaría su bolo como resultón con momentos puntuales. Sin más. Decir que sentaron cátedra sería pasarse mil pueblos.

Algunos se preguntarán qué hace una crónica de Dorian en este medio, pero, como ya dijimos en una ocasión, en sus conciertos no resulta extraño toparse con gente con camisetas de Metallica, Nirvana y otros grupos rockeros, aparte de que ya existe hasta una versión punk de “Verte amanecer” a cargo de La Inquisición. El corazón de los catalanes es pop por los cuatro costados, no cabe duda, pero su energía en las distancias cortas es puramente rock, eso por no mentar sus taladrantes líneas de bajo.

Dorian

Habían sacado disco nuevo hace escasos meses, pero no se lanzaron a dar cancha al material reciente, sino que combinaron piezas de sobra conocidas por el gran público como “Cualquier otra parte” o “Los amigos que perdí” con pequeñas muestras de ‘Ritual’, caso de “Lento”, “Dual” o ese golpe maestro de enlazar “La tormenta de arena” con “Energía rara”. Enormes una vez más.

Solo querían pasarla bien

VVV (Trippin' You)

La última jornada, con las multitudes embelesadas por el reguetón, tampoco se prodigaba en combos guitarreros, pero pudimos catar a primera hora a Cariño, que en ocasiones se acercaban al pop punk, o la rompedora propuesta de VVV[Trippin’you], una suerte de punkis con sintetizadores con letras nihilistas ideales para un puestazo de sábado noche. “Ya no tienes miedo” lo mismo evoca a Eskorbuto que a Aviador Dro, por lo que da buena cuenta del cuelgue que lleva esta peña. Recomendables por completo.

La cantautora Billie Marten, a la que entrevistamos hace poco más de un año, estaba un poco como en tierra de nadie con su rollo acústico en un día con tanta música bailable. No estaba mal su oasis sonoro para desconectar de tanta estridencia y recrearse con la voz impoluta de esta nativa de Yorkshire (Inglaterra). Un alto en el camino.

Billie Marten

Así sin pretenderlo nos topamos con los canadienses BadBadNotGood, que en teoría hacen jazz experimental, pero muy aperturista, hasta el punto de que ciertos pasajes podrían colar por rock progresivo o incluso post rock. Lograron que les viera una considerable multitud, algo que tenía su mérito dado el carácter instrumental de sus composiciones, pero es que ya solo contemplar su manera de tocar era un auténtico espectáculo. El batería era además el que ejercía de animador de masas y no tardó en transmitir la sensación de estar viviendo una experiencia única. Para quitarse el sombrero ante estos virtuosos. Música de ascensor con garra.

Los históricos Pet Shop Boys se nos van del mismo modo algo fuera de enfoque, aunque no convendría pasar por alto el legado de una bandaza a la que han versionado mil y un grupos de metal, así a bote pronto se me ocurren Gamma Ray y Ghost, entre muchos otros. Con los colores de la bandera ucraniana de fondo y abrigos largos blancos Neil Tennant y Chris Lowe se situaron en una parte delantera del escenario que evocaba una especie de calle con sus farolas y todo.

Pet Shop Boys

“Suburbia” inició un repertorio que debería llamar a diferentes generaciones, pues sus letras podrían apelar tanto a la chavalada de ayer como a la de hoy. ¿Quién no sueña con encontrar a alguien que te pague el alquiler como proponen en “Rent”? ¿O tal vez conseguir paladas de pasta gracias a la combinación de apariencia y cerebro como dicen en “Opportunities (Let’s Make Lots of Money)”? Una ironía adelantada por completo a su época y que sigue sonando mordaz a día de hoy.

Lástima que no pudiera ver el concierto entero de estos genios, pero por lo menos disfruté de temones tan inmensos como “Heart” o “Can You Forgive Her?”, aunque en esta última no se pusieran los conos en la cabeza de su mítico vídeo. Dioses absolutos del synth pop, con permiso de New Order y Depeche Mode.

Carolina Durante

Y a la misma hora en que el grueso del personal estaba con los chicos de la tienda de animales, Carolina Durante se marcaron uno de los bolazos del festival y además congregaron a una multitud enfervorizada que impresionaba así de primeras. Bastó que abrieran fuego con “Aaaaaa#$!&”, lo más punk que han grabado nunca, para que el vocalista Diego se volviera loco y por extensión los numerosos fans que les acompañaban. Ojalá comiencen a partir de ahora siempre así los conciertos.

Dieron más cuenta de su reciente ‘Cuatro chavales’ con el tema homónimo o “Urbanitas”, auténticos bombazos para levantar cualquier jolgorio. No sobró nada en su enérgico recital, ni la joya “Espacio vacío” de Séptimo Sello ni la frenética “Cementerio (El último parque)” de su anterior larga duración. Impresiona contemplar el desmedido predicamento que poseen entre la juventud, con las gargantas desatadas con “Perdona (ahora sí que sí)” y varios grupillos que se abrazaban y saltaban, con mención especial para el perturbado que corría por todo el recinto empujando a la peña como si fuera el diablo de Tasmania de los dibujos animados.

El ataque a los fachaflautas de “Cayetano”, con letra actualizada a la irrupción de Vox, fue otro de los momentos épicos del show y hasta ellos mismos se dieron cuenta de que se habían pulido el repertorio más rápido de lo normal. Pero todavía quedaba alguna bala considerable en la recámara, caso del himno contra el postureo “Famoso en tres calles”. Inmensos. Solo querían pasarla bien.

Pues hasta aquí llegó una edición especial en la que se extendió el abanico en lo que a estilos se refiere. Tal vez por eso mismo en ocasiones el ambiente se asemejara al de una plaza de pueblo, con gente de todo tipo y condición que estaba ahí como si fuera uno de esos acontecimientos sociales a los que había que apuntarse sí o sí. Como en las carreras de caballos de Ascot, tal vez lo importante sea también ver y ser visto. Pónganse las mejores galas y abran bien los oídos. Lo necesitarán.

Alfredo Villaescusa
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