Crónicas
Azkena Rock Festival en Vitoria con Iggy Pop, Rancid o Alter Bridge: La peregrinación obligada
«Al igual que los musulmanes deben ir a La Meca por lo menos una vez en la vida, cualquiera con un mínimo interés musical debería hacer la peregrinación obligada a Mendizabala.»
Del 15 al 17 de junio de 2023
Mendizabala, Vitoria
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
A pesar de que triunfen iletrados que cantan en jergas incomprensibles, uno prefiere seguir pensando que todavía hay lugares donde la gente va a escuchar música más que a sacar el móvil y hacer el anormal en redes sociales. Sí, pensemos en un mundo mejor donde no existan las cotorras, lo importante es lo que sucede encima del escenario y está en vía de extinción total aquella curiosa especie que en los conciertos se situaba de espaldas a los artistas que están tocando. Cerremos los ojos e imaginemos esa suprema Arcadia feliz.
Vale, quizás nos hemos venido un poco arriba, pero el Azkena Rock Festival si no se asemeja a la utopía antes mencionada, por lo menos sí se le acerca en determinados aspectos, me atrevería a decir que seguramente sea de las citas que más melómanos congrega por metro cuadrado. Suelen escasear esos chorlitos de la vida que van a oír solo dos o tres canciones, pues predominan los aficionados politeístas, con un considerable altar de dioses y cultos, que se podrán compartir o no, pero ahí están.
Este año como novedad para las casi 50.000 personas que se congregaron a lo largo de tres jornadas teníamos un cartel de los más eclécticos que se recuerdan en el apartado artístico. También habían añadido al recinto unos autos de choque, que imagino que tendrán su público, aunque esperemos que no sea el primer paso para convertirse en una suerte de parque de atracciones donde lo que menos importa es quién toca.
A lo largo de la dilatada trayectoria del festival hemos vivido noches memorables, pero resaltemos del mismo modo lo negativo con afán meramente crítico. En este sentido, la idea de concentrar la oferta gastronómica allá en lo alto de la montaña no estuvo muy atinada, pues se formaron muchedumbres que transformaban la rutinaria labor de alimentarse en toda una prueba digna de las de Hércules. No hubo tampoco una rápida reacción tras la tormenta del sábado, con cancelaciones y modificaciones que no se anunciaron hasta horas después. Ah, y mi maxipunto en maldad va para los que decidieron que era de lo más razonable hacer coincidir a Cherie Currie & Nat Simons con Iggy Pop. Casi cualquier otro momento hubiera sido más acertado.
A la sombra de The Clash
Vayamos ya al lío. La primera jornada del jueves, tanto por motivos laborales como por entusiasmo del respetable, arrancó propiamente dicha con El Drogas elevando gargantas hasta lo indecible. Una figura fundamental de nuestro rollo que continúa ofreciendo recitales con repertorio impepinable compuesto por clásicos de Barricada como “En la silla eléctrica” o “Barrio conflictivo”, composiciones con absoluta vigencia tanto hoy en día como en esos represivos tiempos de la pandemia donde nos colaban fascistadas como los toques de queda. A cascarla todos los Estados policiales.
En lo musical, dudo que nadie acabara descontento, había munición más que suficiente para quedarse afónico con “Bahía de Pasaia”, “Lentejuelas”, “Rojo” o la inevitable “No hay tregua”. El broche con “Esta noche” finiquitó un bolo muy bien aprovechado en cuestión de tiempo sin apenas mácula. Grande Enrique Villarreal.
Lydia Lunch Retrovirus era una referencia fundamental de la contracultura y una de las principales cabezas del movimiento No Wave, había que verla sí o sí. Vetó la presencia de fotógrafos, excepto los oficiales del festival, por lo que ya dio la impresión de diva que iba a su rollo. Su peculiar sinfonía de ruido provocaría tanto admiradores como detractores. Sin estar en particular en ninguno de los dos bandos, su show nos resultó un ladrillo, pese a que se vanagloriara de haber inventado el “blues gótico” antes de “Stares to Nowhere” y nos aseguró que su “fantasma favorito” era Rowland S. Howard, escudero maldito de Nick Cave desde los tiempos de The Birthday Party. Para los aficionados a las emociones extremas.
Que a Rancid les mola mucho The Clash no solo lo refleja el rollo de algunos himnos suyos como “Time Bomb”, sino también el hecho de que antes de salir a escena sonaron por ahí “Police On My Back” o una versión de “Spanish Bombs”.
Si el año pasado The Offspring ofrecieron un bolo desganados y en malas condiciones sónicas, lo de estos californianos fue casi lo contrario, pese al volumen un poco bajo, pues desde el primer trallazo, “Tomorrow Never Comes”, Lars Frederiksen y Tim Armstrong se alternaron en el micro con una solvencia absoluta, como auténticos profesionales. Y todo mientras el segundo pegaba saltos con la guitarra emulando su mítica pose, algo ya tan legendario como la famosa portada de ‘London Calling’ con Paul Simonon golpeando el bajo.
Nunca nos mataron, pero entrevieron bastante rescatando su laureado ‘…And Out Come The Wolves’ con “Roots Radical” o “Maxwell Murder”, entre otras. La entrega del personal era total, montando pogos y con el preceptivo lanzamiento de líquidos de las grandes ocasiones del punk. Lo cierto es que ver a peña tan emocionada casi se te pegaba mientras atronaban “I Wanna Riot”, “Old Friend” o la épica “Ruby Soho”. Muy decentes, sí señor.
Para cerrar la jornada inaugural había un importante cambio de timón con Monster Magnet, formación veterana que también respetamos, pero cuya mezcla de stoner y rock psicodélico a la una de la madrugada tras un día laborable nos pilló un poco reventados. Exhibieron, eso sí, músculo guitarrero y electricidad desbocada en “Crop Circle” o en su revisión de Hawkwind “Born to Go”. Seguramente en otras condiciones lo habríamos disfrutado más, pero Dave Wyndorf sigue levantando a las masas, incluso con varios elementos en contra. Por un homenaje sonoro a The Stooges como “Powertrip” deberían alzarse hasta los cielos.
Maratón punk y un aquelarre eléctrico
Nuevamente nos tuvimos que incorporar más tarde por motivos laborales, nos perdimos al grupo del hijo de Slash, S8nt Elektric, pero conseguimos catar unos temas de The Guapos, combo conformado por reconocidos músicos mexicanos y el ex-Pereza Leiva a la batería, lo cual era todo un puntazo. Molaba el aire vintage de la balada a la vieja usanza “Nunca te quise” y no se cortaron ni al adaptar al castellano “You Never Can Tell” de Chuck Berry, la famosa canción con la que bailaban John Travolta y Uma Thurman en ‘Pulp Fiction’. “Soy un guapo”, con su aire a lo M-Clan o Tequila, confirmó que eran un grupo para tener en cuenta por los aficionados al rock n’ roll.
Lo de Chrissie Hynde de The Pretenders parece casi un pacto con el diablo, pues a sus 71 palos la señora conserva una voz espectacular, que brilló en su hit “I’ll Stand by You”, indefectible pose rockera guitarra en ristre, y un repertorio en el que te sonará alguna canción, salvo que hayas vivido en una cueva durante el pasado siglo. Vale que su orientación pop rock habría encajado más en el BBK Live que en el Azkena, pero se lo curraron tanto que debían estar en ese escenario por derecho propio.
“Back on the Chain Gang” fue una delicia, al igual que “Kid”, dedicada a los miembros originales de The Pretenders, o la ineludible “Don’t Get Me Wrong”. Ni un desperdicio en un catálogo colosal de canciones redondas en el que hubo hasta alguna aproximación al hard rock en “Middle of the Road”. Eso sí, imperdonable que no tocaran “Brass in Pocket”, presente en el imaginario colectivo por el karaoke que se monta con dicho tema Scarlett Johansson en ‘Lost in Traslation’. ¿Hola? ¿Pero cómo se dejaron algo así?
A los míticos punks irlandeses The Undertones ya les habíamos visto en el último Rebellion, por lo que conocíamos la solvencia de su actual frontman Paul McLoone, que asumió la difícil tarea de sustituir al vocalista original Feargal Sharkey y lleva en la banda más de dos décadas. Lo cierto es que no resulta sencillo reemplazar a aquel que entonó el clásico power pop por antonomasia “Teenage Kicks”, pero este tipo lo hace francamente bien, aparte de que en escena vive cada composición como si fuera Mick Jagger por lo menos.
Si lo arriba mencionado ya era atractivo de por sí, el maratón punk en el que se cascaron un tema tras otro a una velocidad endiablada a lo Ramones nos llevaron a considerar su bolo lo mejor del festival de largo. A un servidor es que casi se le saltaron las lágrimas mientras atronaban “Jimmy Jimmy”, “(She’s a) Roundaround” o “You’ve Got My Number (Why Don’t You Use It)”, entre muchas otras piedras angulares. Ni siquiera faltó “Get Over You”, que en este país la mayoría la conoce como “Sobre ti”, por la versión en castellano que grabaron en su día Siniestro Total.
Un fiestón impepinable que además aconteció en la mejor compañía posible, la de los fans de la música. Se veía al personal bailar, dar vueltas de peonza, o incluso pasearse por allí igual que si fuera un garito de Mánchester, como Rudy Mental, que estaba con una emocionada por los temazos similar a la de la mayoría de los presentes. Y encima los bises se tornaron una especie de competición para ver cuántos cortes eran capaces de tocar en cinco o diez minutos. Grandiosos.
A Incubus nunca les pillamos especialmente el punto, a pesar de poseer un vocalista mesiánico a medio camino entre Jim Morrison y Chris Cornell, pero congregaron a una notable cantidad de seguidores, muy emocionados además. Destacaríamos de su repertorio “Nice to Know You”, así como las revisiones bastante aceptables del “Come Together” de The Beatles o de “Wish You Were Here” de Pink Floyd. Se lo curraron, a sus fieles no decepcionarían ni por asomo.
Para finiquitar la jornada, teníamos frikismo, por un lado, con los monstruos de GWAR, y propuestas más serias como la reunificación de The Soundtrack of Our Lives, por otro. El de los segundos diría que fue uno de los conciertos del Azkena, pero antes nos detuvimos un poco en los primeros, donde tuvimos tiempo de ver su excesivo y macarra show no apto para menores con decapitaciones, sodomizaciones y cualquier otra salvajada que a uno le venga en mente.
Le dieron de lo suyo a un muñeco del actual Carlos III de Inglaterra y resucitó Isabel II solo para volverla a matar, lo más normal del mundo. Ni siquiera los fotógrafos nos libramos del lanzamiento de sangre y vísceras que te dejaban como si te hubieran dado una buena paliza. Había algunos que salían como si fueran extras de ‘The Walking Dead’, montar de esa guisa en el metro fue también todo un espectáculo, como le sucedió a un servidor, pero dejaremos esa agradable historieta para otra ocasión.
Los suecos redivivos del otro escenario se marcaron una ceremonia psicodélica de tres pares de narices, con un orondo vocalista con túnica que parecía preparar a la muchedumbre para una visita alienígena o para un suicidio colectivo en honor a Charles Manson o alguna otra deidad.
“Sister Surround” retumbó con su poso a lo The Cult y “Bigtime” hasta desató saltos descontrolados en plan comuna hippie, una sensación que se acrecentó cuando solicitaron a la multitud sentarse en el suelo. Vale, ahora es cuando piden que nos desnudemos. No llegamos a ese punto, pero seguro que más de uno aprovechó para fumarse un petardo.
Un aquelarre eléctrico cargado de dignidad al que se añadió solemnidad desde el inicio con las palabras pronunciadas por el vocalista: “Llegó el día”. Que no se vuelvan a marchar a ningún sitio. Necesitamos más profetas como estos para iluminar nuestra triste existencia.
El milagro Pop
Para un día que podíamos estar allí desde el comienzo de jornada tuvo que caer el tormentón del siglo. Los pronósticos meteorológicos llevaban diciendo que iba a llover desde hace semanas, una amenaza que nunca se materializaba, por lo que esperábamos que sucediera lo mismo, pero nuestro gozo en un pozo. Para empezar, se suspendieron los bolos de Ezpalak y Brigade Loco, mientras que se reubicó a la coalición de Cherie Currie & Nat Simons en la peor hora posible, cuando tocaba Iggy Pop, como hemos dicho anteriormente. Anda que no habría mejores momentos…
Cuando la furia de los cielos cesó, nos topamos con una brasa country de proporciones gigantescas, cortesía de la violinista Amanda Shires o la señora Lucinda Williams, que recientemente había sufrido un ictus y apenas se podía mover. En este aspecto, mencionar que aquello fue como cuando vimos a Brian Wilson de The Beach Boys en un BBK Live, algo que incitaba lástima más que otra cosa. Ole por la diva, por querer subirse al escenario incluso en esas duras circunstancias, pero tampoco fue un espectáculo muy agradable de contemplar. Su revisión del “Rockin’ In the Free World” de Neil Young puso una guinda que resultó más bien un ejemplo de superación.
La virtuosa Ana Popovic hizo gala de un nivel impresionante a las seis cuerdas, al igual que otras veces que la hemos visto, pero había que armarse de cierta paciencia para aguantar sus temas interminables. Y los chavales de The Nude Party eran graciosos tocando canciones que podrían escuchar sus padres, pero ya estábamos empachados de tanto country.
Nos despertaron los históricos Melvins, todo un nombre señero al que consideran precursor del grunge. Después de la sobredosis de sonido de Nashville, pillamos aquello con ganas y disfrutamos de lo lindo su ruidosa adaptación del “I Want to Hold Your Hand” de The Beatles, entre otras piezas. De frikismo no andaban escasos, pues salieron a escena con el bajista vestido de rojo y haciendo falsetes con el “Take On Me” de A-ha. Rompieron la monotonía, que no es poco.
De Cherie Currie & Nat Simons únicamente vimos tres o cuatro temas, pero suficiente para darnos cuenta de que esa entente era apabullante, con la veterana vocalista de The Runaways conservando la voz en perfecto estado y con una acompañante al mismo nivel que ella, pues era una chica con una clase espectacular y un claro dominio de las tablas. Habíamos visto a Simons de telonera de Loquillo y ya nos llamó la atención, pero es que el show del Azkena lo bordó. Toda una oportunidad única de disfrutar de cañonazos como “Rock N’ Roll” o la fundamental “Cherry Bomb”. Ojalá se repita esta espectacular coalición en mejores condiciones.
Lo de Iggy Pop a sus 75 palos continúa siendo impresionante, casi parece un milagro o un prodigio de la ciencia ver al tipo con su torso desnudo contoneándose como si fuera un chaval de veinte años. El de Míchigan es la prueba palpable de que el rock n’ roll rejuvenece. Vale que ya no se suba a los bafles o se lance a la concurrencia como antaño, pero su entrega para la edad que tiene es alucinante desde cualquier punto de vista.
El repertorio fue casi clavado al que vimos en la última gira peninsular, por lo que por ahí no estaban ni Duff McKagan (Guns N’ Roses) ni Chad Smith (RHCP), que grabaron su disco más reciente, sino esa banda de la otra vez en la que sobresale la talentosa y elegante guitarrista Sarah Lipstate. Su presencia junto a Pop se ha convertido en algo tan relevante que hasta la intro “Rune” pertenece a Noveller, su proyecto en solitario.
Adoramos el álbum ‘Every Loser’, por lo que lamentamos que no sonaran tantas piezas como en la gira norteamericana, pero nos la gozamos igualmente con himnos del calibre de “T.V. Eye”, “Raw Power” o “Gimme Danger”, entre muchas otras. La sección de vientos y metales en escena otorgaba además perspectivas desconocidas a temas oídos hasta la saciedad como “I Wanna Be Your Dog” o “The Passenger”, que se acercó curiosamente a la versión con trompetas de Siouxsie and the Banshees.
El gritó de rabia de “Search & Destroy”, inauguración del movimiento punk, nos volvió a volar la puta cabeza, encima con vientos en la ecuación, como hemos mencionado. Normal que al terminar el bueno de Iggy se diera golpes en el pecho como un gorila. A ver quién hace esas cosas a su edad. Dios absoluto.
Todavía regresó para una traca final con piedras angulares como “Down on the Street” o “Loose” antes de enlazar con la frenética “Frenzy” de su último disco. Iggy Pop tiró el pie de micro al suelo y nos recordó ese salvajismo inherente al rock n’ roll primigenio que podría decirse que él mismo contribuyó a popularizar. Vida eterna al padrino del punk.
El listón estaba por la estratosfera, cualquier cosa no valdría después de semejante descarga, pero Alter Bridge poseían mucho oficio, andaban de gira por festivales europeos, por lo que vendrían rodados de sobra. Y así fue, pese a que no recordamos haber presenciado alguna vez un show mediocre de los de Myles Kennedy. Su frontman no era el tipo más comunicativo del mundo, aunque cumplía a un nivel considerable, no hacía falta más que prestar atención a cortes como “Blackbird”, “Come to Life” o ese inmenso “Rise Today” con el que cerraron. Nunca me quitaron el sueño, aunque eso no impide reconocer la valía de los estadounidenses. Son un pilar del rock alternativo contemporáneo, guste o no.
Pues hasta aquí llegó otra edición del Azkena Rock Festival. Al igual que los musulmanes deben ir a La Meca por lo menos una vez en la vida, cualquiera con un mínimo interés musical debería hacer la peregrinación obligada a Mendizabala. Podríamos incluso instalar minaretes desde donde instar a los fieles a la oración a ritmo de Iggy Pop. O que las salas de conciertos estuvieran orientadas en dirección a Vitoria. Existen miles de posibilidades.
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3 comentarios
Extenso resumen hacia los currados conciertos que se marcaron estas grandes bandas rockeras y en especial las que sobresalieron en ese dia en el AZKENA Vitoriano como fueron ALTER BRIDGE, RANCID, IGGY POP o EL DROGAS.
Nada que decir al artículo porque es tu opinión personal pero, el Azkena se celebra en Mendizabala. Mendizorroza es el campo de fútbol.
Un saludo
Ups! Gracias por avisar.