Crónicas

Azkena Rock Festival en Vitoria: Sin palabras, solo canciones

«El espíritu del Azkena no ha disminuido durante la pandemia, sino que ha vuelto con más fuerza que nunca para demostrar que el evangelio de Mike Ness de Social Distortion no debería caer en saco roto a la hora de subirse a un escenario. Sin palabras, solo canciones.»

Del 16 al 18 de junio

Mendizabala, Vitoria

Texto: Alfredo Villaescusa Fotos: Markceröck

La compañía en un concierto es un estado mental. Y esto lo dice alguien al que no se le caen los anillos por tener que ir a un bolo solo, hay que ver lo estigmatizado que está eso. Porque existen sitios en los que jamás te sentirás desamparado, sino rodeado de almas gemelas que piensan como tú y que no están ahí para cotorrear o para el postureo inmisericorde de los selfies. Lo que nos importa es la música, cualquier otra cosa puede esperar.

Patti Smith

Quizás un servidor se deje llevar por el componente subjetivo, pero en un recital el tipo de público que acude ejerce una influencia descomunal. Es la diferencia entre sentirse a gusto o desear que una lluvia de napalm se desplome de un momento a otro. Ha habido conciertos en los que casi hasta te daban deseos irrefrenables de abrazar a todo el mundo y otros en los que abogarías por escapar de allí como alma que lleva el diablo, no sea que se te pegue la tontería imperante.

El festival Azkena de 2022 nos ha permitido catar ambos mundos. Era la primera edición tras la pandemia y esas ganas de fiesta tras el furor represivo se notaron en los 48.000 asistentes que petaron las campas de Mendizabala durante las tres jornadas del evento. Este año se incorporó además unos autos de choque y se volvió a apostar por el garito decadente Trashville, aunque la temperatura de su interior se asemejara a la de una sauna finlandesa. Preparados para sudar a chorros.

Los punks que saben tocar

La ola de calor imperante en el país posibilitó que durante el primer día ni siquiera la noche nos permitiera disfrutar del tradicional fresco vitoriano al caer el sol. El horno era perpetuo, a pesar de que por motivos laborales no pudiéramos incorporarnos al evento hasta las nueve de la noche.

Nos perdimos cosas tan prometedoras como Dirty Honey, pero por lo menos alcanzamos a llegar para los madrileños Morgan, que dieron otro bolazo en el que brillaron “River”, “Home” o “Sargento de hierro”, entre muchas otras. Lástima que esas molestas cotorras, que son un producto eminentemente nacional porque vas a otros países y no pasa, deslucieran una actuación impecable con la voz de Nina elevándose a la estratosfera. Les había visto la semana pasada con Fito, pero repetí sin pensarlo demasiado.

The Offspring

A The Offspring nunca le pillamos demasiado el punto, allá por nuestra adolescencia escuchamos algo del laureado ‘Smash’ y ya. Por si fuera poco, una vez entrevistamos a Noodles y la respuesta de que se cortó la melena porque le daba calor nos pareció tan poco propia de un rockero que casi les metimos de inmediato en la lista negra.

Pero nunca nos dejamos llevar por los prejuicios, acudimos con la mente abierta a su bolo estelar en el Azkena y nos encontramos con un Dexter Holland flojo de voz y un volumen que también podría haber estado más alto. Es evidente que poseen temas con pegada punk como “Want You Bad” y que “Come Out and Play” puso a bailotear a todo el mundo, pero nos abrasaron con mierdas demagógicas del tipo de lo “bonita” que era la gente que seguro que repiten con el piloto automático en cada lugar diferente.

Mandaron gritar “fuck yeah” con ese rollo artificial de malotes y reservaron para el final himnos como “The Kids Aren’t Alright”, “Pretty Fly (For a White Guy)” o su clásico de los noventa “Self Esteem”. Podían molar en determinados momentos, aunque ya hemos mencionado que el aspecto sónico no era su fuerte esa noche.

Fu Manchu

Todo un contraste pasar de golpe y porrazo a la nube fumeta de Fu Manchu con una voz casi punk y una base realmente contundente. Gozaron de cierto interés “Evil Eye” o “Godzilla”, con un inicio clavado al “Iron Man” de Black Sabbath. Al final se nos indigestaron un poco cuando recurrieron a los típicos pasajes atmosféricos del stoner, ya se sabe que un atracón de porros no te sienta igual en un instante que en otro. Y sin haber comido.

Los que sí se tornaban un valor seguro eran The Toy Dolls con ese espectacular circo que llevan montándose desde hace ya más de cuatro décadas. Cualquiera que les haya visto en directo sabrá que el líder Olga es un guitarrista excepcional que echa por tierra el mito de la falta de pericia de los punks. En este sentido, impresionantes fueron las instrumentales “El Cumbanchero” o esa “Toccata in Dm” en la que el vocalista y guitarra dijo: “¡Esto es más viejo que yo!”. Y el numerito en el que giraban los mástiles en el sentido de las agujas del reloj fue para quedarse sin palabras.

The Toy Dolls

Se pegaron buenos saltos desde el principio con la rotunda “Fiery Jack” y sacaron la tradicional botella gigante para “Lambrusco Kid”, todo un temón para dejarse la garganta en el estribillo. Una tangana considerable se montó del mismo modo con su popular “Nellie the Elephant” y no faltó la guitarra de tres mástiles que Olga siempre saca para “Dig That Groove Baby”. Se esfumó su tiempo en escena a la par que se tornó una clase magistral de lo que debería ser un recital de madrugada. Maravillosos. ¿Quién dice ahora que los punks no saben tocar?

El ritmo de la ametralladora

El viernes seguimos con el calorcito y currando, por lo que nos dio pena perdernos a los prometedores locales The Faithless. La velada herviría en lo musical con los norteamericanos Surfbort, con esa salvaje frontwoman que suele protagonizar portadas de periódicos al día siguiente a su actuación. No era de extrañar, pues su adrenalínico punk rock no deja indiferente, al igual que tampoco lo hace el Alice in Chains Jerry Cantrell, con una respetable trayectoria al margen de su banda madre de notable valor artístico.

Surfbort

Los psychobillies Mad Sin congregaron una considerable multitud en el escenario de la entrada y supieron ganarse a un respetable variopinto, con “Brand New Cadillac” de Vince Taylor para punks y rockeros y un “Ace of Spades” de Motörhead para metaleros y aperturistas. Hubo un contrabajo que lanzó chispas y en un momento dado hasta se montó una conga, así que uno puede imaginarse el fiestón que montaron estas leyendas en su género. Acabaron aclamados como auténticos dioses.

Los Afghan Whigs de Greg Dulli nunca nos cautivaron demasiado, aunque hay que reconocer que el comienzo de su actuación con “I’ll Make You See God” fue colosal hasta el punto de que no nos pudimos mover en un rato de donde oficiaban. Luego perdieron algo de fuelle tras el ímpetu inicial, pero mantuvieron el tipo.

Mad Sin

Por desgracia uno no puede multiplicarse y teníamos ganas de ver a los reunificados Delirium Tremens, una rareza en el panorama euskaldun de los ochenta con guitarras que evocaban el post punk de Killing Joke y ese rollo a veces inclasificable que poseían Doctor Deseo en los inicios. Ondeó alguna ikurriña mientras caían piezas como “Ihes” de su celebrado ‘Ikusi eta Ikasi’ o ese glorioso “Ikusi” que descubrimos gracias a la versión de los vasco-argentinos Cápsula.

Fue además un bolo muy guitarrero en el que se notó su influencia primeriza del punk británico, sobre todo a las seis cuerdas, y sirvió para constatar que la etiqueta de rock radikal vasco se adoptó por mera conveniencia política para categorizar a grupos que en realidad no encajaban en ningún sitio. Clase de historia.

A Soziedad Alkoholika a estas alturas les teníamos ya más vistos que el tebeo, pero sorprendieron con un recital de estrellas totales, a reventar de peña y con llamaradas o columnas de humo. Este magisterio pilló a muchos, como a un servidor, con el pie cambiado, no hay que subestimar la descomunal potencia en las distancias cortas de himnos atemporales del calibre de “Ratas”, “En el tejado” o “S.H.A.K.T.A.L.E.”, que suena tan apabullante como hace décadas.

Soziedad Alkoholika

Una chica comentó: “¡Vaya pasada, es que Juan es una puta apisonadora!”. Lo suscribimos por completo, decididamente te falta sangre en las venas si no te provocan reacción alguna proyectiles del calibre de “Nos vimos en Berlín” o la rotunda denuncia contra la censura de “Piedra contra tijera”, más necesaria que nunca en una época en la que los vetos no provienen solo de gobiernos criminales y terroristas, sino de fascistas de las redes que te dicen de lo que se puede o no se puede hablar. A cascarla.

Que te pongan a modo de intro el descomunal “Gimme Shelter” de los Stones solo puede preludiar algo bueno, y así fue con Social Distortion, un grupo muy esperado por estos lares, pues llevaban un tiempo considerable sin venir. La instrumental “Road Zombie” calentó motores mientras Mike Ness se paseaba con camiseta de Al Capone y un pañuelo cubriendo su cara a modo de bandolero.

Las guitarras chirriantes de “Bad Luck” o “Bye Bye Baby” daba gusto oírlas, casi te saltaban las lágrimas al catar un sonido tan nítido como contundente. Y no hablemos de la gente que nos rodeaba, nada de postureo gratuito, allí lo importante era la música. Eso mismo lo dejó claro el propio Ness que apenas se dirigió al respetable, no porque fuera un borde, sino por puros principios. “No necesito palabras, solo canciones”, advirtió a la concurrencia de su peculiar santo y seña.

Social Distortion

“She’s a Knockout” entró como un tiro y se marcaron una versión impresionante del celebérrimo “Wicked Game” de Chris Isaak, ahí es nada. “Machine Gun Blues” certificó que aquella noche no caería ni una pieza por lo menos mediocre, pese a que se echara en falta “Reach for the Sky”. La pregunta de cuándo volverían a editar disco de estudio (llevan sin hacerlo más de una década) quedó resuelta cuando Ness aseguró que el próximo octubre entrarían a grabar y se arrancó con un tema inédito rollo The Gaslight Anthem.

Mike Ness de Social Distortion

La recta final cursó a velocidad de crucero con “Don’t Drag Me Down” o ese épico “Dear Lover” que suena como si Springsteen fuera punk. Las guitarras seguían escupiendo fuego y Ness, abrumado por la respuesta del personal, admitió que había varios profesionales en el arte de cantar por ahí, así que para todos ellos nos regaló “Story of my Life”, uno de sus mayores himnos. Aquello solo podía terminar con ese “Ring of Fire” que ya es más suyo que de otra gente, por muchas versiones que se hayan hecho. De lo mejor del festival, sin duda.

Nos perdimos el inicio de Ilegales, pero esa noche no era la suya, por mucho que tiraran de oficio. Al sonido le faltó pegada en esta ocasión y sorprendió que no estuviera a los teclados y guitarra Mike Vergara, todo un importante activo en los últimos tiempos. Daba igual, ahí estábamos para disfrutar y lo haríamos igualmente con el tecno punk de “Juventud, Egolatría” o la impagable fusión de géneros de “Regreso del vacío”.

Con amor a quien se ofenda” dijo Jorge antes de “Eres una puta” y volvió a bordar ese fragmento en el que enlazan la rabia de “El norte está lleno de frío” con la gelidez glacial post punk de “Enamorados de Varsovia”. “Bestia, bestia” y “Todo lo que digáis que somos” deberían despertar a cualquier persona decente, del mismo modo que ese trallazo llamado “Dextroanfetamina” o el siempre premonitorio “Yo soy quien espía los juegos de los niños”.

Jorge se presentó al final como “un niño hechizado por una guitarra eléctrica” y recordó una tienda de música que había en la capital alavesa al lado de la plaza de la Virgen Blanca cuyo escaparate le dejó una profunda huella. “Problema sexual” sirvió para finiquitar su bolo, como manda la tradición, pero con la sensación de que habían gozado de noches más gloriosas. Es lo que tiene la dinámica de los festivales.

Utilizad vuestra mente

Para la última jornada del Azkena se anunciaban tormentas y a buen seguro que las sufrimos en determinados momentos, al principio se acogieron con cierto alivio por el calor, pero en cuanto aquello se tornaba en un aguacero que te calaba hasta los huesos la broma dejó de tener gracia. Aprovechando el fin de semana, acudimos pronto para catar a Wicked Wizzard, ganadores del Villa de Bilbao de 2019 que le daban con notable habilidad al palo añejo en la estela de Black Sabbath. Hay combos en esa onda hasta debajo de las piedras, pero estos tipos no se lo montaron nada mal. Un agradable entremés.

A pesar de su evidente juventud, mucho más fuste poseían los neerlandeses DeWolff, con una maestría absoluta de veteranos en las distancias cortas, según hemos podido corroborar en repetidas ocasiones. Escuchamos por ahí comentarios de que había sido lo mejor del día, no llegaríamos a tanto, pero fijo que consiguieron que muchos tocaran el cielo con esa inmensidad llamada “Tired of Loving You” que entronca directamente con el “Since I’ve Been Loving You” de Led Zeppelin. Una bañada de talento, si te mola el rollo retro y todavía ni les conoces, te estás perdiendo algo enorme que cambiará tu vida.

DeWolff

Otro grupo juvenil realmente epatante fue Vulk, unos clásicos de la escena post punk local en la órbita de Belako y del desaparecido local Izar Beltz. Recientemente han pasado del inglés al euskera y ya no poseen tampoco ese evidente halo Joy Division de los inicios. Sus influencias parecen haberse multiplicado hasta el infinito y precisamente lo que mola de ellos es que se han convertido en un combo impredecible por completo, pues lo mismo se enfrascan en atmósferas dignas del rock gótico que explotan en furiosos arrebatos punk como en “Lanaren Kanta”.

Y hay que ver también a su peculiar vocalista, que también ha pasado de los movimientos epilépticos en la senda Ian Curtis a desfilar en una suerte de ejército imaginario con gestos marciales como si hubiera sido adiestrado con ese solo propósito. Pura intensidad de principio a fin.

Patti Smith

Al country de Emmylou Harris no le pillamos el punto, por lo que se nos antojó más prudente pillar posición para Patti Smith, que inició su recital con el medio reggae de “Redondo Beach”. Andaba bien de voz, aunque se le notó cansada en determinados momentos del show, tal vez por eso su eterno escudero, el archivista del rock Lenny Kaye, se marcó a la voz un “I Wanna Be Your Dog” de The Stooges bastante decente.

La poeta laureada del punk se acercó al borde del escenario y comenzó a bailar de manera ritual para “Dancing Barefoot”, una pena que se comiera la parrafada poética del final que le da carácter especial a la canción en estudio. Quiso recordar al beatnik y activista social Allen Ginsberg, por lo que no se cortó en declamar “Footnote to Howl” con una intensidad tal que puso los pelos de punta. Recitó tan bien que todavía seguimos escuchando retumbar su voz.

“Free Money” nos permitió tocar el cielo, mientras que el “One Too Many Mornings” de Dylan dedicado a Emmylou Harris sobró un poco, más que nada porque nos quedamos con las ganas de escuchar la punkarra “Rock N’ Roll Nigger”. El tono del concierto fue sosegado, con recuerdos también para Paul McCartney en “Helter Skelter” o para el “capitán Jack Sparrow”, algo totalmente contracorriente en estos tiempos tan inquisitoriales.

Patti Smith

Mandó alzar la voz “por la libertad” y en contra de “los gobiernos y corporaciones que dañan al mundo”. No pudo evitar emocionarse por la impresionante respuesta de la gente, en este aspecto resultaron un tanto molestos los gritos de “guapa” que se distinguían cada dos por tres. Porque ya se sabe que lo relevante en un concierto es el aspecto físico de los artistas y no que toquen temazos del calibre de “Pissing In a River”. Pillen la ironía, por favor.

Ya solo por la inmortal “Because The Night” compuesta por Springsteen merecía la pena el concierto, pese a que el Boss la hace más guitarrera. Y el inicio inconfundible del “Gloria” de Van Morrison legó otra de esas interpretaciones de Patti Smith para el recuerdo, hasta se quitó la chaqueta y se desgañitó en un grito final desde lo más hondo de su ser.

La peña le aclamó como a una diosa y regresó emocionada para un “People Have The Power” en el que le ayudó la propia Emmylou Harris. “No lo olvidéis, utilizad vuestra mente”, nos dijo para terminar un ritual que se había tornado bastante aceptable para una señora de 75 años. Echamos en falta algunas piezas como “Glitter In Their Eyes” o “We Three”, entre muchas otras, pero todo no puede ser. Gracias por ser fiel a su leyenda, en cualquier caso.

Black Mountain

El intervalo psicodélico de Black Mountain prometía bastante, pero nuestro gozo en un pozo, porque fue acercarse al escenario y aquello sonaba horrible a más no poder, era hasta molesto para los oídos. Luego desde más atrás aquello se hizo soportable y pudimos apreciar la calidad de estos hippies ennegrecidos que a veces incluso bordean el post rock. Se hubieran salido con unas mejores condiciones sónicas.

Hace unos años hubo una absurda polémica por la falta de mujeres en el cartel del Azkena, así que para cerrar bocas ignorantes ahí estaba Suzi Quatro, acreditada como una de las primeras féminas en el mundo del rock. No sé si muchos de los que fueron a ver a Patti Smith aguantarían a esta señora, pero si no lo hicieron, lástima por ellos, porque se perdieron un bolazo de alguien a la que nunca tuvieron que ceder el paso para entrar en ningún sitio.

Suzi Quatro

En el mundo ambiguo del glam rock de los setenta las fronteras entre sexos eran tan difusas que ese dato era lo menos relevante para juzgar a alguien. Bastaba demostrar talento, como el que exhibió Susan Kay Quatro desde los comienzos de su carrera que le permitió aprender a tocar el bajo ella solita, sin ningún mentor ni figura paternal de por medio.

Acompañada de bailarinas y una sección de vientos, la veterana de Detroit nos encandiló de primeras con “The Wild One” y luego con ese “Daytona Demon” que sonaba tan rotundo como en los setenta. “Stumblin’ In” recordó el dueto más popular de su carrera junto a Chris Norman y “48 Crash” rememoró la descomunal energía que despedía en 1973. “Tiene mucha actitud”, decían por atrás y no podemos estar más de acuerdo. A sus pies.

No escatimó en hacer versiones y por eso rescató el “Slow Down” de Larry Williams que The Beatles ya hacían en su recopilatorio ‘Past Masters’ o un chocante “Rockin’ in the Free World” de Neil Young muy decente del mismo modo. Su primer éxito “Can The Can”, piedra angular del glam rock, desató palmas casi infinitas hasta terminar el show.

Quizás se fuera la cosa un poco de las manos con los brazos moviéndose de un lado a otro en “If You Can’t Give Me Love”, pero resultó toda una gozada disfrutar de semejante leyenda de la historia de la música. Que vuelva cuanto antes.

Michael Monroe

Y para echar el resto teníamos al incombustible Michael Monroe, que a poco de las dos de la mañana se marcó otro de los conciertos imprescindibles del festival. Uno veía al carismático finlandés que no paraba, se encamaraba a cualquier cosa que encontraba a su paso y parecía que todo lo anterior habían sido gatos de escayola. Sigue siendo brutal la energía que desprende este hombre, un tipo que todavía entiende el rock n’ roll como algo con un componente peligroso, al igual que Iggy Pop.

Así nos lo dejó claro con un repertorio frenético en el que hubo piezas nuevas como la homónima “I Live Too Fast To Die Young” o “Murder the Summer of Love”, material de Demolition 23, como “Nothin’s Alright” o “Hammersmith Palais”, aparte de himnos de su trayectoria en solitario del calibre de la ochentera “Man With No Eyes” o ese “Dead, Jail or Rock ‘N’ Roll” que es toda una declaración de principios.

Y por supuesto alcanzamos el punto álgido cuando rememoró la época de Hanoi Rocks con “Malibu Beach Nightmare”, con ese espectacular comienzo reminiscente de Ramones, o ese “Oriental Beat” a modo de bis que se vio obligado a conceder tras el entusiasmo desmedido de la afición. Cuando Gene Simmons dijo aquello de que el rock estaba muerto, evidentemente no había estado nunca en un concierto de este señor. De sentar cátedra.

Qué gozada que ya vuelva la música en directo sin restricciones arbitrarias que solo afectan a sectores determinados. El espíritu del Azkena no ha disminuido durante la pandemia, sino que ha vuelto con más fuerza que nunca para demostrar que el evangelio de Mike Ness de Social Distortion no debería caer en saco roto a la hora de subirse a un escenario. Sin palabras, solo canciones. Lo demás es irrelevante.

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Esta entrada fue escrita por Alfredo Villaescusa

1 comentario

  • Juandie dice:

    Pedazo de resumen hacia tan histórico festival ibérico como es el longevo AZKENA ROCK vitoriano y donde las verdaderas bandas rockeras que sobresalieron por encima del resto fueron la combativa PATTI SMITH, SOCIAL DISTORTION o el gran MICHAEL MONROE.

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