La dicotomía entre rock y electrónica ha estado presente casi desde los albores de la historia de la música. Esa lucha épica entre lo supuestamente orgánico y lo artificial que se asemeja en ocasiones a una prolongación más de la clásica e inevitable batalla entre el bien y el mal.
Nos esforzamos en categorizar esto o lo otro en compartimientos estancos. Sin ningún matiz. O blanco o negro. No caben los equidistantes, por eso se les margina cuando su aportación debería ser clave para superar etiquetas o sistemas de pensamiento obsoletos. Es el sino de cualquier país cainita. La indefinición