Wacken Open Air: Crónica de las jornadas del miércoles 3 y el jueves 4 de agosto
12 agosto, 2016 7:28 pm Deja tus comentariosCON LOS PIES EN EL BARRO Y LOS CUERNOS AL AIRE
Wacken, Alemania
Un buen amigo me dijo que de Wacken ya está todo contado, que no queda nada más que decir. Quizá tenga toda la razón y lo que yo voy a escribir no sea más que una repetición de lo que ya habéis leído miles de veces. En ese caso, espero que me perdonéis, pero tengo una necesidad imperiosa de explicaros que ha sido mi primer Wacken para mí.
Cuando vajamos del avión en Hamburgo llovía, o más bien, chispeaba de forma incesante. Una oleada de aire fresco nos dio la bienvenida y nos obligó a ponernos sudadera, mallas largas y botas. ¡Qué maravilla dejar atrás el calor sofocante de Barcelona! El aeropuerto de Hamburgo estaba literalmente tomado por heavies. Una horda de chupas, camisetas negras, tiendas de campaña y mochilas se deslizaban con brío por los pasillos y las cafeterías. Imposible no encontrarte con nadie conocido. La llegada a Wacken fue excitante. Un atasco de nueve kilómetros avanzaba despacio mientras los ocupantes de todas las autocaravanas, caravanas, furgonetas y coches ponían música en el reproductor y se bajaban para concocer a sus vecinos y charlar con los propietarios de las casas, que a nuestro paso nos saludaban con los cuernos.
Cuando llegas al pueblo, nosotros bajo una lluvia intensa, te espera una gigantesca pancarta donde lees Welcome Home Metalheats / Be happy, we're in Wacken. Yo ya tenía un grado de excitación que no podía hacer más que mejorar, habría estado gritando constantemente. Ese pueblo de una sola calle de casas pequeñas, grandes campos verdes de vacas y caballos, se vuelca por completo con el festival. Todos los vecinos abren sus patios y los convierten en bares o zonas de acampada. Los restaurantes preparan menús para headbangers e incluso hubo uno que dedicó un espacio para recordar a Lemmy. Wacken es otro mundo, uno en el que el heavy metal es lo que se habla, se come, se bebe, se escucha y se siente.
La zona del festival es un enorme espacio vallado que contiene siete escenarios de diferentes tamaños, decenas de puestos de comida de alrededor del mundo, otros de bebida y mercadillo. El primer día que llegamos, el miércoles, todo es verde, cubierto de hierba. A primera hora del jueves la hierba ha desaparecido para dejar paso al barro, uno de los protagonistas principales del festival. El barro, siempre presente. Yo me resistí sólo un día, el jueves por la mañana hice mi primera compra en Wacken: unas estupendas botas de agua, mis mejores amigas. Y es que hay dos elementos imprescindibles para Wacken: unas botas de agua y un chubasquero.
Después de montar la tienda y pasearnos por el festival a fin de conseguir saber dónde estaba cada escenario y cómo ubicarnos en cada espacio, nos dirijimos al primer concierto que veríamos, Phil Campbell's All Star Band.
El británico guitarrista de Motörhead abrió el cartel de las grandes bandas en Wacken. Tocó en el W.E.T Stage en compañía de tres de sus hijos ante un público hambriento. El calor en la carpa era sofocante contrastando con el fresco de la calle. Abrió el show con Big Mouth y la gente empezó a saltar como si no hubiera un mañana. En la rueda de prensa de la tarde ya había comentado que la intención es tocar canciones de bandas que han marcado la treyectoria de Campbell y recordar importantes hits de Motöhead; así que el setlist se compuso de temas de ZZ Top, Black Sabbath, David Bowie y, por supuesto, Motörhead. El homenaje a Lemmy fue precioso, de piel de gallina. Ace of Spades y Killed by Death fueron coreadas por el público al unísono. Una maravilla. Para nosotros fueron los 45 minutos más intensos que podíamos imaginar como pistoletazo de salida a cuatro días de heavy metal sin parar.
Jueves 4 de agosto
Con nuestras botas de agua nuevas y después de dormir en el suelo de la tienda, felizmente el jueves empezó para nosotras con Saxon. La primera vez que la legendaria banda británica tocó en Wacken fue en el 79, el mismo año de la gira con Motörhead que les propulsó a la fama.
Saxon fue la primera gran banda que tocó en el Black Stage, eran las cuatro de la tarde y el sol brillaba en lo alto. El infield estaba lleno hasta la bandera. Abrieron el show con el single de su último trabajo de estudio, Battering Ram, y le siguieron Motorcycle Man y Sacrifice. Con la archiconocida The Power And The Glory el sonido desapareció durante unos largos 20 segundos; aunque no lo parezca, en Wacken también hay problemas técnicos. Corregidos los errores, el concierto se desarrolló con normalidad. Tocaron Dogs of War, Heavy Metal Thunder, que dedicaron a Lemmy, en otro de estos emotivos recuerdos que se han ido sucediendo a lo largo de muchos shows en Wacken, y 747, aclamada por el público. La recta final se compuso de Crusader, Wheels of Steel, Denim and Leather y Princess of The Night.
Saxon sacará el 23 de septiembre Let Me Feel Your Power, un CD-DVD en directo grabado entre un par de conciertos en Múnich y Chicago el año pasado, así lo presentaron en la rueda de prensa anterior al concierto.
A las 17.45 se presentaban los Foreigner en el Black Metal Stage (paradójico, ¿no?) para dar el toque de AOR al cartel del festival.
El set list fue brillante, sonaron los grandes hits de la banda deleitando a una multitud de nostálgicos que corearon las canciones con la lagrimita de emoción correspondiente al clima de magia que consiguió crear la banda durante su aparición sobre el escenario.
Una dulce y apacible lluvia fue el telón de fondo perfecto para enmarcar las archiconocidas Doble Vision, Cold as Ice, Feels Like the First Time, Dirty White Boy, Urgent, Juke Box Hero y el baladón I Wanna Know What Love Is. Su paso por Wacken demostró tras más de 40 años de una carrera musical digna de todo el respeto y la admiración de los que amamos el Rock ‘n’ Roll, Foreigner siguen estando en plena forma sobre las tablas.
Un show lleno de complicidad y elegancia para dejar claro que los “juke box heroes” siguen ofreciendo calidad sobre los escenarios. Esperamos que sea por mucho más triempo.
Cuando Coverdale y los suyos salieron a escena el sol aún lucía, eran las ocho menos cuatro en el Black Stage. El infield estaba lleno hasta los topes, aunque hay que decir que esto suele ocurrir en todos los conciertos de tarde. Whitesnake empezaron con Burn de Purple y se fueron sucediendo todos los grandes hits de la banda: Fool for Your Loving, Love Ain't No Stranger, Ready an' Willing o Is This Love, con concesiones a material de los últimos años como Ready to Rock. Unos fantásticos solos de guitarra de Doug Aldrich y Reb Beach dieron paso a Crying in the Rain, con un solo de Tommy Aldridge a la batería que le llevó a Coverdale a presentar a la banda. Give Me All Your Love coincidió con el ocaso, y Here I Go Again con las nubes de tormenta. En Still Of The Night empezó a llover con ganas. Pero es Wacken y la lluvia no es motivo ni de parar, ni de irse, ni de dejar de cantar o hacer el molinillo. Allí seguimos, con el chubasquero y las botas de agua. Bad Boys cerró el concierto y apagó la lluvia.
El de Whitesnake fue un directo perfecto, como lo fue en Barcelona, y la voz de Coverdale me pareció inmejorable esta vez (¿no hará playback?). Un show de los que se quedan grabados en la memoria, como sus ojos de éxtasis al cantar.
Los grandes cabezas de cartel de Wacken 2016 eran Iron Maiden, igual que lo han sido en el Rock Fest de Barcelona. La gira del The Book of Souls está más que documentada, sobre todo aquí, que hemos tenido la suerte de que hayan hecho Viveiro (Resurrection Festival), Madrid, Sevilla y Barcelona.
El show de Wacken fue exactamente igual, el mismo setlist, los mismos comentarios, la misma puesta en escena, las mismas luces... Todo ejecutado con una profesionalidad admirable. Como podéis imaginar, en el infield no cabía ni un alfiler, y de hecho, a través de la app de Wacken, pedían a la multitud que entrara con tiempo al recinto, esperando grandes aglomeraciones de público a la hora en punto.
Hay que destacar que Bruce Dickinson no llegaba a los agudos y esto sucedió durante todo el show. Los clásicos gritos del británico se quedaban mudos cuando llegaba a lo más alto. Después de unas pocas canciones recordó que llevaban más de setenta conciertos desde que empezaron la gira en febrero y que el de Wacken era el último. Igualmente anunció que preparan gira para 2017. La doncella es imparable e imbatible. Contra viento y marea.
Tras girar por todo el mundo acompañando a bandas del calibre de Kiss, Whitesnake o Aerosmith, y triunfar por todo lo alto en un tour por UK rebosante de “sold outs”, The Dead Daisies llegan a Wacken, pisan fuerte y dejan huella.
Entre los simpatizantes de este estilo se comentaba el concierto como ”de lo mejor de todo el festival”. Y no podía ser menos tratándose de la reunión de músicos de la talla de Doug Aldrich (Whitesnake, Dio), John Corabi (Mötley Crüe, Ratt), Marco Mendoza (Thin Lizzy, Whitesnake) y Brian Tichi (Ozzy Osbourne, Foreigner), con el empresario David Lowy (Red Phoenix, Mink) como director de orquesta a golpe de talonario.
Otros músicos de calibre han formado parte del combo desde que el proyecto nació en 2013. Para nosotras el line up actual cuadró a la perfección en Wacken Open Air.
Minutos antes de las 5 de la tarde, en la carpa que aloja el Headbangers Stage, se aglutinan los amantes del Hard Rock. Los Dead Daisies saltan al escenario sin preámbulos con Midnight Moses ante la gran ovación de un público que espera a la banda con la ilusión de ver un gran show. Y los hechos superaron, si cabe, las expectativas.
Cada miembro de la banda brilla con su propia luz encima de las tablas. Cuando Aldrich nos regala su primer solo de guitarra mientras John Corabi golpea la pandereta contra su pecho el veredicto está clarísimo: venir a ver a los Daisies ha sido una buena elección.
Make Some Noise, un tema cuyo ritmo nos recuerda los Def Leppard del Pour Some Sugar On Me, presenta su último trabajo, del mismo nombre. Un contundente Brian Tichy a la batería nos pide que alcemos las manos, petición que nadie duda en satisfacer convirtiendo el espacio en una gran fiesta.
La versión de la Credence, Fortunate Son, llega en el momento perfecto para hacernos bailar y acabar de ganarse a aquellos que se aproximan por primera vez a la banda.
Cada miembro tuvo su momento (en realidad Doug tuvo unos cuantos). Por su parte Mendoza acompañó a John en los coros y generó momentos de gran complicidad con los fans, que balancearon sus brazos cuando éste y el guitarra David Lowy lo solicitaron. La conexión banda-audiencia fue perfecta. Fue el bajista quien presentó a John Corabi justo antes de introducir Long Way to Go, también del nuevo álbum.
El broche de oro para cerrar el show lo puso la versión de los Beatles, al estilo Crüe, de Helter Skelter. Los fans corearon la canción mientras Tichy no dejó de hacer malabares con las baquetas cual Tommy Lee en sus mejores años.
En resumen, un concierto lleno de grandes temas, de grandes músicos, de grandes momentos y de auténtico y directo Rock ‘n’ Roll que, por supuesto, se hizo corto.
Michael Monroe tocaba a las 23.25h en el Headbangers Stage. Corrimos para poder coger un buen sitio, porque a Michael hay que verlo de cerca para escudriñar su ojos saltones y su cara desencajada o te pierdes la mitad del concierto. Y no hizo falta, porque el espacio no estaba lleno en absoluto. Éramos pocos para la afluencia del festival, eso sí, incondicionales del torbellino finlandés.
El show de Michael Monroe fue un show más de Michael Monroe, justo lo que esperábamos los que lo hemos visto antes, tanto en solitario como con sus Hanoi Rocks.
Monroe es algo así como un cruce entre una muñeca de porcelana por la que no pasan los años y un rockero demente que destroza cada escenario que pisa. No hay cable que se resista a envolver su cuello blanco ni andamio por el que no escale como un spiderman del Rock ‘n’ Roll. Pura adrenalina, locura desenfrenada, frenesí en estado puro. Y así se presentó en Wacken.
Los fans que se reunieron en la carpa para ver el show pudieron disfrutar del cantante muy de cerca, ya que no cesó de acercarse al público y hacer cantar a las primeras filas.
Malibu Beach, Man With No Eyes, Down With The Shit y Dead, Jail or Rock n Roll fueron algunos de los clásicos que sonaron en un concierto muy típico del músico que incluyó -no podía ser de otra manera- saxo de un rojo brillante, armónica y abanicos al más puro estilo “Este soy yo, tómalo o déjalo”. Nosotras lo tomamos, y como siempre, fue una fiesta y un placer.
El quinteto de Long Island Blue Öyster Cult cerró la programación del W.E.T Stage el jueves. Una banda de culto con un sonido clásico, setentero, y una puesta en escena sencilla aunque con aplomo. La carpa no estaba llena, pero cuando sonó el segundo tema, nos dimos cuanta que entre los presentes estaban sus fans de verdad. El setlist contuvo sus grandes hits entre el 72, año de su debut, y el 81, inicio del declive. A cada himno el público bailaba con más brío y más intensidad, ¡y cómo cómo se celebraba el reconocimiento de cada tema! El momentazo, incluso por encima de Godzilla, llegó con (Don't Fear) The Reaper, que hizo saltar a los presentes y cantar como si no quedara un mañana. Su signle del 76 fue y sigue siendo su canción más famosa.
Así terminó una jornada arrolladora de Rock'n'Roll y Heavy Metal de alto voltaje.
Texto: Roser Montané / Eva Marcos
Fotos: Iñigo Malvido
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