THE RAVEONETTES: NI JÓVENES NI FRÍOS

27 febrero, 2013 5:55 pm Publicado por  3 Comentarios

Kafe Antzokia, Bilbao

Una de las pruebas palpables de que uno se va haciendo mayor es la capacidad para emocionarse con algo. Las decepciones pesan y cada vez resulta más complicado encontrar cosas que merezcan la pena y no estén corrompidas por la ignorancia imperante. Eso suele suceder de ciento en viento, cuando el destino, los planetas y vete a saber qué historias se hallan en la conjunción adecuada y todo parece a pedir de boca hasta que una grieta asoma y reduce a escombros el invento en una suerte de broma final.

Quizás por eso sea necesario valorar aquello que nos toca la fibra sensible en un mundo en el que las sinceras demostraciones de afecto pierden importancia a pasos agigantados. Y eso precisamente sucedió hace unos años la ocasión en que vimos a The Raveonettes en el BBK Live en una tarde de pleno sol. Un escalofrío nos recorrió de arriba abajo como si una deslumbrante luz inundara nuestro ser y seguramente si hubieran actuado unas horas más tarde con un fondo de estrellas a más de uno se le habría escapado una lagrimilla.

Porque hace falta una maestría encomiable para combinar unas melodías luminosas a la altura de Simon & Garfunkel con la distorsión abrasiva deudora de The Jesus & Mary Chain que los entronca con la modernidad. Una seña de identidad que mantienen incluso en su reposada última obra ‘Observator’, una suerte de diario del vocalista Sune Rose Wagner, que compuso en Venice (California) a partir de la gente que encontró tras una espiral de alcohol y drogas producto de una depresión que padecía.

A pesar de un argumento tan atractivo, tampoco puede decirse que la expectación por ver al dúo fuera tremenda, nada de extrañar teniendo en cuenta que han visitado tierras vascas en repetidas ocasiones desde su debut ‘Chain Gang of Love’. A modo de calentamiento ofició la delicada canadiense Lowell con un pop bucólico de clara querencia folk demasiado tranqui para una noche de viernes. Se despidió con maneras de señorita y pese a admirar su cristalina voz su repertorio se antojó un tanto cargante por su excesivo sosiego.

En un reducido formato trío que favorecía la vertiente intimista se presentaron The Raveonettes con el in crescendo de “Hallucinations”, que habría ganado en intensidad con una guitarra más, algo constante en el recital que se resentía especialmente en las piezas del noise rock más chirriante. Enseguida dieron paso a la amargura vía The Smiths de “She Owns The Streets”, con el complemento de la voz de Sharin perfectamente ensamblada y apuntando al corazón.

Si la otra vez que les vimos optaron por la luminosidad, esa noche apostarían en un primer tramo de lleno por la oscuridad a lo Joy Division, prueba de ello fue la ensimismante “Apparitions”, recreando esa atmosfera tenue que prevalece en el álbum ‘Raven In The Grave’. Y en esa línea sombría iba también “Gone Forever”, en la tradición del post punk más atormentado. Una pena que para terminar de abrir el ataúd no se hubieran decantado por “You Hit Me (I’m Down)”, una de las piezas más desgarradas e intimistas de ‘Observator’.

Poco a poco iban entrando resquicios de esperanza, como un “The Enemy” entonado en exclusiva por Sharin cual rayo de sol que se cuela por la ventana, una tonadilla sentimental sobre ese regusto amargo que nos lleva a considerar enemigos a los que en realidad no lo son. Y “Observations” reincidió en la melancolía del que se limita a contemplar sin implicarse demasiado, con esa languidez propia del que nada tiene que perder. Fiel reflejo de lo que encontró el cantante Sune Rose Wagner a su paso por Venice Beach.

Cambio de tercio radical con “Love In A Thrashcan” y esos punteos impresionantes que se te meten hasta las entrañas y que por supuesto hicieron despertar a la peña después de tanta introspección. Concatenaron con la bailonga “Heartbreak Stroll” de su debut para no parar el movimiento antes de retomar la vertiente sensible con la luminosa “Young and Cold”, con esas melodías vocales tan logradas emparentadas con el folk sesentero. Otro guiño a los inicios con “Love Can Destroy Everything” finiquitó esa parte emocional a tope.

La distorsión disonante de “Attack of The Ghost Riders” quedó algo coja por el reducido formato de trío para la ocasión, aunque no se puede obviar, con todo, el ímpetu que sigue conservando en directo. Y absolutamente abrasiva, igual que un meteorito aterrizando de repente, sonó “My Tornado”. Desde luego con esa desmedida cancha que le estaban dando al EP ‘Whip It On’, y que continuaron con el aire stoner e hipnótico de “Bowels of The Beast, iban a hacer las delicias de cualquier verdadero fan.

Ya metidos en harina, era inevitable acordarse de “Aly Walk With Me”, otro himno algo más reposado, pero con un rasgueo inmisericorde de guitarra que atronaría los oídos de los poco familiarizados con el ruido blanco de la No Wave neoyorquina. En los bises se mantuvo como referencia ineludible la Velvet Underground de “Venus In Furs” y cerraron pisando zapatilla con la estridente y enérgica “Cops On Our Tail”.

Los daneses en definitiva facturaron un repertorio muy equilibrado entre las exigencias de los seguidores de antaño y aquellos que les han descubierto en los últimos tiempos. Demostraron que tal y como dicen en la canción que abre ‘Observator’ no quieren ser ni jóvenes ni fríos y prescindir de ese talento para llegar a lo más hondo del espíritu. Ojalá existieran cosas que emocionaran tanto como ellos.

Texto y foto: Alfredo Villaescusa

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Esta entrada fue escrita por Redacción

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