RETALES + FONSI ROCK: SENDERO DE ILUSIÓN

Retales al completo tras el concierto

Sala Taboo, Madrid

Como si del limón más jugoso del limonero se tratase, la joven banda madrileña Retales sigue exprimiendo en vivo su exitoso álbum debut, ‘De Andar’, el cual la ha situado en el mapa del rock estatal en un flanco privilegiado. Con una nueva inmersión en el estudio prevista para la segunda mitad de este año, el quinteto se encuentra embarcado en la última gira con su ópera prima como eje rotatorio, que le está brindando además la oportunidad de presentar en sociedad a dos nuevos componentes, Íñigo Alzueta “Kafú” (batería) y Agustín Moreno (guitarra). Con ellos, la banda sigue sonando potente y considerablemente convincente, aunque con un margen de rodaje aún dilatado que se estrechará, sin duda,  cuando acometa la grabación de las nuevas canciones que ya están a punto de caramelo.

Admirable el gesto que tanto Retales como su predecesor, el cantautor Fonsi Rock, tuvieron al integrar el cartel de un show con fines totalmente benéficos, ya que las ganancias y las donaciones que se llevaron a cabo en huchas a lo largo de la velada fueron a parar al Proyecto Los Argonautas, dedicado a la atención de personas mayores sin recursos. La organización fue emprendida por la Asociación Conciertos Solidarios.

La sobriedad, la expresividad y el sentimiento de Fonsi Rock, sólo en escena para defender con seguridad las sinceras y minimalistas composiciones que integran su primer disco pusieron a tono a un público escaso (la lluvia y el puente en Madrid no fueron los mejores caldos de cultivo para una buena afluencia) que, aunque tenía sed de electricidad, supo absorber y apreciar su talento. Canciones como “Hay días”, “Está lloviendo”, “De mis cosas, la mejor”, “La chica del puente”, “Sara” o “Te echo de menos”, entre las que se coló la versión de “Donde habita el olvido” de Joaquín Sabina,  nos destaparon a un artista sentimental y reivindicativo a partes iguales, con la pureza de sus versos portando un perenne sentido literario aunque sin barroquismos – la música no lo pide – y con varias guitarras acústicas que iba alternando en escena como hilo conductor de una intensidad, una fuerza, que lejos de residir en la distorsión, descansa sobre el conjunto, comedido, de un vehículo que rueda para aparcar en la fibra sensible. Muy tranquilo, aunque no por ello desapacible salvo para alguno que necesitase con urgencia su dosis de alto voltaje, transcurrió la gala de un músico que le gusta empatizar con el público tanto como pretende que este empatice con sus mensajes.

A la conclusión del concierto del cantautor, que hizo alusión también a la motivación benéfica de la noche con un caso que le toca muy de cerca, apareció en escena uno de los responsables del proyecto Los Argonautas, para recordarnos una vez más lo importante que es la labor que realizan en apoyo a las personas mayores en situación del vulnerabilidad, y cómo podíamos colaborar en la causa.

Mientras saboreábamos la cerveza Malasaña, autóctono caldo que un servidor no había catado antes y que solo se puede encontrar prácticamente en locales del castizo barrio madrileño,  se puso todo a punto para que, sin demasiada demora, Retales rompiesen el escenario del primer pisotón. Lo hicieron al compás de la fornida “Duda existencial”, con un sonido algo enlatado que no les favoreció pero con su cantante Israel Almendro y los suyos pasando de cero a cien en cuestión de segundos. Se les veía contentos en escena, sobre todo a unos compinchados Alberto Aparicio (guitarra rítmica) y Álex Araña (bajista) amén del vocalista, sin importarles demasiado que no hubiera una avalancha de gente ante ellos. Éramos todos los que estábamos y por uno solo, Retales ya se bate el cobre como si de un gran recinto lleno se tratase. Se echa de menos, eso sí, algo más de dinamismo y seguridad en la puesta en escena global de la banda, si bien el primer plano de sus intachables composiciones les hace partir siempre de una posición envidiable. Y es que tienen futuro estos chicos, más de lo que muchos aún imaginan.

Tempranera y sin demasiada puntería, aunque igualmente celebrada y cantada con intensidad por Isra, resultó la versión del “A Fuego” de Extremoduro, en la que invitaron a escena a Fonsi Rock para que se explayara con un tema que, de buen seguro, hierve como el que más en su interior. Tras oír a este último en estas tesituras, uno se pregunta qué tal funcionaría la transformación de la suavidad de sus temas en sonidos más potentes. Probablemente algún día lo comprobemos.

El show de Retales prosiguió de manera ascendente con “Locaputa”, presentada con congruencia como uno de los temas “más cañeros” de su trabajo. Como muestra de su incansable mirar hacia adelante, encajaron en el repertorio un tema inédito que “no dio tiempo a meter en el disco”, titulado “Nadie está a salvo”, que sentó de maravilla como aperitivo a uno de los momentos de auge del concierto. Este llegó cuando un sentido punteo de guitarra por parte del recientemente incorporado guitarrista Agustín Moreno, dio paso a un no menos sentido medio tiempo “Azul de envidia”, sin lugar a dudas una de las mayores joyas de la producción de Retales. Su estribillo, con esa melodía penetrante y ese garbo que le implementa la voz de Isra, eriza el bello.

“Después de la calma, viene la tormenta”, comentaron como augurio de lo que se nos venía encima, una ráfaga de energía que tuvo como proyectiles a “El no ser”, “Besos de viento” y “Telas baratas”, con un interesante manejo de los silencios y una base escorada hacia el metal tejida sobre la efectiva batería de Íñigo Alzueta “Kazú”  (¡qué pegada tiene este chico!), el otro de los últimos fichajes del grupo. Se llegó así al incontestable alegato contra la censura y en apoyo a Soziedad Alkohólica, damnificados por ella recientemente, previo a “Verso libre”, idónea antesala de la curiosa y lograda versión de “Grita”, original de Jarabe de Palo. Para el final dejaron, como no, la resolutiva “Insomnio”, clásico insustituible ya de por vida para ellos y buque insignia de la creación de una banda que ha sentado unos cimientos sólidos como los de las pirámides para seguir construyendo sin rémora hacia su cima. Los planos los tienen  perfectamente trazados.

TEXTO Y FOTOS: JASON CENADOR  

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