RADIO MOSCOW: UNA FUMADA INTERESANTE

5 febrero, 2013 6:55 pm Publicado por  2 Comentarios

Kafe Antzokia, Bilbao

Entre los rituales de iniciación de la adolescencia hay uno que sin duda sobresale por encima de los demás: ese momento inefable en el que uno pega una calada y enseguida nota un cierto hormigueo y cómo la cabeza empieza a pesar más de la cuenta. Un instante después llegan las risas hasta por respirar y es entonces cuando uno empieza a reparar en cuestiones trascendentales que antes habían pasado desapercibidas. Casi al mismo tiempo, uno comienza a pillar el punto a los delirios lisérgicos de The Doors e incluso le parece algo de lo más normal que existan hombres huevo o que un pingüino golpeé a Edgar Allan Poe en el “I Am The Walrus” de The Beatles.

Unas sensaciones similares experimentarían aquellos que se acercaran hasta el Kafe Antzokia aquella lluviosa noche que invitaba a meterse de lleno en un burbujón psicodélico. Y es que los conciertos del trío Radio Moscow tienen un componente nostálgico, de esos primeros coqueteos con alcohol o sustancias estupefacientes parte inevitable del aprendizaje de la vida. Son evasión en estado puro, un limbo al margen de las preocupaciones mundanas y los disgustos propios de la edad.

Y al igual que muchos se rasgan las vestiduras ante tales alteraciones de la conciencia, el espectáculo de los de Iowa no es apto para todos los públicos, hay que venir con una cierta predisposición de espíritu y habiéndose tragado algún álbum de Hendrix, Blue Cheer o los Cream más expansivos. Esta aparente falta de accesibilidad se suplió con una nutrida afluencia de respetable, aunque no a los niveles del lleno absoluto de su bolo la jornada anterior en Madrid.

Sin ningún entrante de por medio, el colocón natural que ofrecen Radio Moscow cayó cual pesada losa sobre las cabezas al apostar claramente por el formato jam session, esto es, largas divagaciones instrumentales que se asemejaban a una montaña rusa sazonadas de wah-wah sin contemplación y leves aproximaciones al blues rock clásico en los momentos condescendientes. Y todo ello acrecentado por las proyecciones de una suerte de DJ visual que se encargaba de girar y superponer láminas de apariencia líquida para favorecer el cuelgue mental, suponemos.

Con larga melena lisa y camisa floreada en plan hippy, el frontman Parker Griggs se reveló pese a su juventud como un coloso absoluto punteando a un nivel estratosférico, a la altura de un Eric Clapton, sin ánimo de exagerar, y animando en ocasiones el cotarro con reverberaciones abrasivas. Se le podrá reprochar quizás un excesivo hieratismo digno de estatua de sal a este genio multiinstrumentista que lo mismo toca la guitarra, la batería, el bajo o la harmónica, y todavía le sobra tiempo para interesarse por el saxo eléctrico o el oud, una especie de laúd árabe.

Con apenas tres discos en estudio y un álbum de material inédito grabado en 2003, pero lanzado casi una década después, esta banda de Ames coloca casi todas sus fichas a un único número: aquel periodo entre los 60 y los 70 que vieron nacer esos power tríos capaces de sacudir el panorama musical con un sonido tan envolvente en el que no se echaba en falta ningún aditivo adicional. Una asimilación que por lo que vimos aquella noche les lleva a alejarse cada vez más de las estructuras de las canciones convencionales.

En esta oda a la psicodelia en vena repasaron sus trabajos ‘3 & 3 Quarters’ y su último esfuerzo en estudio ‘The Great Escape From Leslie Magnafuzz’, aunque sus éxitos pretéritos tipo “Mistreated Queen” son los que sirven de enganche ante un respetable que asiste con devoción  a las clases magistrales de estos alumnos aventajados.

Dicen que nuestro cerebro únicamente puede mantener la atención durante un tiempo determinado, más o menos en torno a los 30 o 45 minutos cada hora, pues bien, esta afirmación cobra mayor relevancia en un concierto en el que los temas se atropellan los unos a los otros sin pausa o presentación alguna, alargándose cual jam interminable. Ese sería precisamente el único reproche  que les haríamos a los chavales: la excesiva linealidad de la ejecución, un mazacote que te puede matar si ese día no tienes cuerpo para desvaríos instrumentales.

Eso sí, si andas un poco achispado o con la actitud adecuada, fliparás con la pericia de estos muchachos apadrinados en sus inicios por Dan Auerbach de The Black Keys y sus explosiones de creatividad que se deshacen en infinitas notas. Los amantes de lo predecible y las sensaciones conocidas aquí no tienen nada que hacer, pues basan la mayor parte de su repertorio en la improvisación a la antigua usanza, un ánimo de deconstrucción que les granjea tanto admiradores como detractores.

Casi sin percibirlos y mascullando únicamente una frase de despedida, se retiraron y volvieron para los bises con los ocho minutos pasados de “No Good Woman”, un blues rock inmenso arrastrado que reincide en ese mal de amores inherente al género. Precisamente ese es el motivo por el que el líder Parker Griggs viaja tan asiduamente al País Vasco, una chica que conoció durante una gira. Al parecer no todas eran tan malas.

Fue en definitiva una fumada interesante el recital de los americanos y al volver al exterior la sensación remitía a la de cuando uno sale de una tienda de campaña llena de humo. Ha molado, pero uff, vaya mareo.

Texto y foto: Alfredo Villaescusa

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