NEIL HALSTEAD: UN PLÁTANO DURO DE PELAR

Kafe Antzokia, Bilbao

 Drogas, sadomasoquismo y prostitución son temas que siguen levantando ampollas hoy en día tanto como hace más de treinta años. Es lo típico que te sueles encontrar cuando levantas la alfombra y descubres la sordidez de la sociedad. Y es que a excepción del bardo asturiano Nacho Vegas, pocos artistas existen que se atrevan a adentrarse en tales profundidades de la psique humana, so pena de ser catalogado como triste o cenizo, muchos no soportan que les estropeen su particular fiesta del país multicolor.

Los pioneros en abrir este armario de las vergüenzas fueron sin duda Velvet Underground con ese debut con portada de plátano que conserva intacto ese halo enigmático desde el día de su publicación y no sorprende que su narcótica influencia abarque a gran parte de los grupos indies actuales, post punk e incluso góticos.

Por ejemplo, el otrora líder de Slowdive y Mojave 3 Neil Halstead llegó a ellos a través de The Jesus & Mary Chain, y seguramente no sería el único, pues esa distorsión abrasiva de la primera época y la personalísima voz de Jim Reid, carente de excesivos giros estilísticos a la manera de Lou Reed, dejan patente la herencia recibida. Y el propio Halstead admite sin ambages que la bruma somnolienta de “Sunday Morning” condicionó más que otra cosa el primer sencillo de los shoegazers Slowdive.

Por segunda vez en escasos meses por esta zona, se rendía tributo al poeta de Nueva York recientemente fallecido, centrándose en este caso en interpretar íntegramente toda una piedra angular de la historia de la música como es el bautismo discográfico de la Velvet. Y obviamente el personal respondió hasta alcanzar una afluencia bastante digna para un día entre semana, aunque tampoco puede decirse que la muchedumbre se emocionara demasiado durante el recital. Eran de los que parecían asistir a una conferencia, inmóviles y casi sin atisbo de expresión, según decían Kaka de Luxe en “Pondré Mil Voltios en tu Lengua”: “sentados en vuestros asientos, como viendo un partido en diferido”.

Y pese a que por motivos laborales no llegamos a la actuación de la cantautora folk inglesa Kezia, que luego repetiría escenario ocupando el lugar del teclado, podemos asegurar que el desmelene tampoco sería reseñable. El propio Neil Halstead quitaba hierro a la condición de artista irrumpiendo sin glamour ninguno, saludando un poco a la afición y ocupando una silla de la que solo se levantaría para los bises.

Peló la piel del plátano con un “Sunday Morning” muy relajado, quizás demasiado, antes de que, tras un amago fallido, volvieran a empezar “I’m Waiting For A Man”, donde ya añadieron algo más de chicha al asunto. “Femme Fatale” se tornó curiosa por la aportación a los coros de la teclista y telonera Kezia, y en la colosal “Venus In Furs” destaparon el tarro de las esencias lisérgicas con reverberaciones y esos efectos brumosos característicos del shoegaze. Remarcaron los orientalismos tanto como en el ‘Sgt. Peppers’ de los Beatles y las cadencias otorgaron casi la categoría de mantra a ese inmortal descenso a los infiernos de la carne.

Muy llamativa resultó “Run Run Run”, en plan country y con distorsión shoegaze, mientras la teclista descalza hacía su aportación a los coros. El señor Halstead llevaba una banda muy discreta, pero competente, alejados de cualquier tipo de protagonismo, uno por momentos pensaba si no habrían firmado algún voto de humildad y obediencia. Aparte de la mencionada rubita con aire de intelectual a las teclas, teníamos a su vera a un bajista que podría tranquilamente tocar en Blondie, un batería con pegada considerable cuando le dejaban, y un guitarra que se había empollado bien las enseñanzas de Sterling Morrison.

En “All Tomorrow’s Parties” empero se echó de menos la voz retumbante de ultratumba de Nico. Es curioso que en su época Lou y compañía montaran en cólera por la pretensión de Andy Warhol de incluir a esta inefable artista, cuando sin su concurso el disco no hubiera sido lo mismo ni de lejos. Uno por tanto es muy fan de esta polifacética compositora, cantante, actriz y hasta modelo alemana, por lo que no acepta cualquier sustituta de tres al cuarto, tal vez por eso, no nos convenció demasiado la atmósfera celestial que insuflaron a la pieza.

Un punteo alargado introdujo el himno “Heroin”, relajado a tope, aunque incitó a la peña a balancearse levemente, pero sin excesos. Y no faltaron las habituales reverberaciones, que si en un principio podrían haber alcanzado la categoría de alta cocina sonora, al final por su proliferación excesiva acabaron por convertirse en un vulgar menú del día con la misma receta en cada plato. Eso sí, facturaron unos in crescendos muy logrados y una muralla sónica que casi obligó a la congregación a aplaudir a rabiar.

“There She Goes Again” se transformó en una pieza folk a lo Dylan, muy vitalista y hasta risueña, mientras que “I’ll Be Your Mirror” volvió a carecer del aura sepulcral de Nico. La inclasificable “The Black Angel’s Death Song” fue reducida al denominador común folk, para así no comerse demasiado la cabeza, y finiquitaron la reverencia a los maestros con “European Son”, cadenciosa hasta la extenuación, casi como para bailar con una serpiente y con una densidad tal que se podría cortar el ruido con cuchillo.

El barbudo Halstead remató la faena en unos bises en solitario con unos tres o cuatro temas folk que seguramente son el motivo por el que en su país lo tienen como un respetado cantautor, pero que a un servidor le parecieron verdaderamente soporíferos. Con todo, hay que alabar su encomiable intención de aproximarse a un plátano duro de pelar no apto para cualquiera y que con sus luces y sus sombras trató de arrastrar con dignidad a su terreno. Una apetitosa fruta que sacia al instante.

 Texto y foto: Alfredo Villaescusa

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