LUCA TURILLI’S RHAPSODY: ¡DE CINE!

19 noviembre, 2012 6:06 pm Publicado por  1 Comentario

Sala Caracol, Madrid

La Cinematic World Tour de la facción de Rhapsody comandada por su emblemático guitarrista de toda la vida y culpable en buena parte de sus imponentes composiciones a lo largo de los años, Luca Turilli, no ha tardado en recalar en Madrid y lo ha hecho en una de sus primeras fechas, concretamente la quinta. Con el primer álbum de esta nueva etapa, ‘Ascending To Infinity’, bien rodado tras meses en la calle, el conjunto exprimió su faceta más sinfónica, épica y pomposa diferenciándose de esta manera de la propuesta en directo que los otros Rhapsody, los del teclista Alex Staropoli, habían esgrimido a su paso por la ciudad de Madrid el pasado mes de abril.

El atractivo del cartel con esta secuela de la banda más vanagloriada del power metal italiano era ya innegable, pero no se quedaba ahí, pues lo completaban bandas de la talla de los fabulosos alemanes Freedom Call, los también germanos Orden Ogan y los emergentes italianos Vexillum. Fueron estos los primeros en subir la escalinata del escenario para, sirviéndose del power metal salteado de elementos folk que integra sus recientes dos únicas placas, ir poniendo a tono a una audiencia que iba incrementándose con el goteo de asistentes por la puerta de entrada.

Con la salida de Orden Ogan, brotó también su sensacional power metal, muy bien empastado, de habilidosa técnica y luminosos pasajes épicos que trasladaron con fluidez y benevolencia, asistidos por coros y teclados disparados, estos últimos en exceso ante la ausencia de su instrumentista correspondiente,  y una buena calidad de sonido. El conjunto se presentó bien plantado y con temas de muchos quilates tan portentosos como ágilmente ejecutados, en particular por las hiperactivas guitarras de Tobi y Seeb, blindadas por una base rítmica incontestable. Lo batallesco de su indumentaria contrastó con la cercanía de unos músicos en permanente contacto con el público, al que instaron a ser más ruidoso que el de Londres, donde habían estado poco antes.  Entre los temas interpretados, que fueron levantando el ánimo hasta situarlo en cotas verdaderamente elevadas, sobresalieron “We Are Pirates”, la eléctrica y grandilocuente “To The End”, en cuyo estribillo nos incitaron con chispa a alzar el puño del destino, o la efectiva “Angels War”, para la que instaron a la gente a realizar grabaciones de vídeo con cualquier dispositivo, lejos de ser reacios a ello, para confeccionar con ellas el que será su próximo videoclip, segundo de un cuarto álbum, ‘To The End’, que está demostrando con creces su gancho en sus primeros periplos por los repertorios de una banda a la que esta gira le puede hacer mucho bien.

El sello teutón del power metal más alegre y vivaz fue implementado por unos Freedom Call divertidos a rabiar que, aunque parecía difícil, saltaron sobre el listón de sus predecesores.  Con la holgura de la experiencia y una presencia colmada de simpatía y vitalidad, el combo de Nuremberg destiló brillantez y jovialidad a partes iguales desde su inaugural y homónima “Freedom Call”, seguida con garra por “The Eyes of the World” y “Rockstars”. Para presentar esta última, bromas y buen rollo a raudales que se extendieron a lo largo de un show que prosiguió con las igualmente divertidas “Tears of Babylon”, “The Quest” y “Power & Glory”, tremendamente festiva. Se lo pasan bomba en escena y eso se contagia a todo el personal, que minutos antes de la solemnidad que sería tónica de los cabeza de cartel, se desmelenó a gusto con las deslumbrantes “Warriors” y “Land of Light”. Son buenos, muy buenos, tanto en el apartado musical como en el de la química con la audiencia, y eso se plasma en un directo que ningún amantes del estilo debería omitir. Su show, más breve de lo deseable, ya habría justificado la entrada, pero aún quedaba la aparición de Luca Turilli y los suyos.

Sólo faltaron las palomitas para hacer de la Sala Caracol un improvisado cine musical, pues el show de Luca Turilli’s Rhapsody exprimió al máximo sus posibilidades para recrear, todo lo ambiciosamente que escenarios de esta envergadura permiten, la omnipresente pasión de su principal artífice por las bandas sonoras. La vocación de este proyecto ha quedado perfectamente definida, y, la verdad es que la diferenciación tan notoria entre uno y otro Rhapsody incrementa la riqueza, la suma de las partes, eludiendo una redundancia temida por algunos. Para que nos enteremos, los de Alex Staropoli parecen quedarse con el papel de los Rhapsody más “heavys”, y los de Turilli con el de los más épicos.

Al Cinematic World Tour no le podía faltar una gran pantalla, que no cesó de proyectar imágenes acordes con cada momento del concierto, al más puro estilo cinematográfico. Ya desde la grandilocuente introducción, “Quantum X” se advirtió la épica a mansalva que llenaría el concierto que arrancó con “Riding The Winds of Eternity”, rescatada composición del ‘Symphony of Enchanted Lands”, de 1998, así, de primeras. No fue la única canción hasta la fecha poco habitual, pues realmente se podrían contar con los dedos de una mano, y aún sobrarían, las composiciones interpretadas entre las más comunes y, quizá, más esperadas por un buen sector de la audiencia. “Clash of the Titans” dio paso a “Tormento e Passione”, operística, suntuosa y exuberante, que supuso la primera aparición de Sassy Bernet, una cantante lírica alemana que prestó a lo largo de buena parte de la gala su dulce voz, en esta ocasión en dueto junto al ya consolidado Alessandro Conti, quien por su parte no falló en su cometido de vocalista principal. La abstrayente atmósfera del concierto fue un paso más allá cuando otra colaboradora de la banda apareció en escena ataviada con un vistoso vestido blanco con luces azules para hacer una breve performance, alimentando la dinámica peliculera, antes de “Demon Heart”, tema correspondiente a la carrera de Luca Turilli en solitario, de la que han aprovechado para desempolvar algunos fantásticos cortes. En ella,  cargada de sinfonía y con peculiares pinceladas electrónicas, siguieron ambos vocalistas en escena.

A Luca Turilli se le vio ávido de dejar una buena impresión y se mostró más preciso que en otras ocasiones, mezcla de destreza y entrega a manos de su guitarra, que era la única en escena. Esto se debe al accidente doméstico que el otro guitarrista, Dominique Leurquin, para el que pidieron un aplauso; sufrió hace escasos meses y que le imposibilitó salir de gira, de modo que su pista de guitarra, al igual que otros elementos, estaba también disparada. Por otra parte, dio la sensación que el teclista finlandés de la formación, el ex de Sonata Arctica y Solution 45 entre otros, Mikko Härkin; abusa menos de este tipo de apoyos y cumple con maestría con su papel. Su teclado es esencial en la folkie “The Village of Dwarves”, una de las pocas habituales que si cayeron y pusieron a saltar a diestro y siniestro. La fastuosa “Excalibur” precedió a una buen solo de batería, cometido de Alex Landenburg, que nos llevó en volandas al momento acústico de la noche, con temas como el maravilloso “Warrior’s Pride”, de tintes post-clásicos y trazado con un esbelto dueto.

Un sensacional solo de bajo, obra del virtuoso Patrice Guers, precedió a una versión reducida de “Of Michael The Arcangel And Lucifer's Fall”, seguido de otra ronda de modestos efectos especiales que fue servida en “Son Of Pain”, en la que comenzó a caer espuma a modo de nieve consiguiendo un ambiente de lo más bucólico. Tras ella, la infalible “Dawn of Victory” movió a la gente como ninguna y se comportó como el himno imprescindible que es. El repertorio fue motivo de controversia entre los fans, pero en esta unos y otros lo dieron todo. Acto seguido, la bailarina volvió para hacer una coreografía con abanicos antes de “Dark Fate of Atlantis”, seguida, tras otro interludio, por la gloriosa y muy coreada “Emerald Sword”, que esta vez dejó el puesto de tema de cierre a “Warrior of Ice”, nuevo interludio sinfónico (“Ira Tenax”) mediante.

Y así, con los créditos en la pantalla, como si del final de un filme se tratara, llegó el final de un show tras el que las cartas de Luca Turilli y compañía están sobre la mesa. Grandes músicos, cautivadora puesta en escena, lujosa melodía y sinfonía ilimitada son sus cuatro ases. No hay partida con los otros Rhapsody porque, visto lo visto, juegan a algo diferente.

Texto y foto: Jason Cenador

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