HELLOWEEN Y STRATOVARIUS: VIGENCIA INDISCUTIBLE
23 mayo, 2011 6:39 pm Deja tus comentariosGroove, Buenos Aires
Con la apertura de los locales Magnos, Stratovarius y Helloween dieron un segundo show en el local de Plaza Italia en una semana atiborrada de visitas internacionales. Al menos los alemanes, lograron destacar.
Una vez más en Argentina y recuperados del sacudón que significó la ida definitiva de Timo Tolkki de la banda hace algunos años, Stratovarius en esta vuelta no dio ni más ni menos que lo que se esperaba de ellos. Hubo sin dudas algunas incompletitudes, pero de las esperables. A las pruebas me remito: es una realidad casi incuestionable que Timo Kotipelto nunca fue un frontman suelto o carismático, sin contar sus serias limitaciones para expresarse fluidamente en inglés o para presentar las canciones con un mínimo de originalidad. No obstante esto, sinceramente dudo se le pueda pedir más a una banda cuyo producto bruto es holgadamente aplastante por su desempeño en lo que refiere a potencia sonora y virtuosismo. Más si a esto le agregamos la (para mí acertada) incorporación relativamente reciente de Matias Kupiainen en las seis cuerdas. El hombre, si bien emula quizás demasiado a Yngwie Malmsteen en lo que hace a su look y a su estilo invariablemente neoclásico, es de una técnica y estilo algo menos ortodoxos que el rígidamente dogmático de Tolkki. Podrá este dato no significar mucho si se tratase de otra banda, pero en Stratovarius esto marca una diferencia sustancial. Con condiciones acústicas mayormente favorables, los fineses brillaron una vez mas sobre las tablas por mérito propio. Su set list consistió mas que nada en temas de sus dos últimas placas (“Darkest Hours”, “Infernal Maze”, también una emotiva versión de “Winter Skies”) matizadas con lo más celebrado de la era Tolkki (“The Kiss of Judas”, “Paradise”, “Black Diamond”, “Forever”, “Hunting High and Low”, “Phoenix”). Su presencia y precisión en vivo los hizo siempre lo suficientemente efectivos, ajustados y convincentes como para asegurarnos de que a una gran parte del power metal aggiornado que ellos cultivan desde mediados de los 90 (esto es, una reformulación de aquello que primeramente esbozaran músicos como Malmsteen o los propios Helloween) podrá a veces flaquear en ideas o inspiración, pero nunca en lo que hace a efectividad. Stratovarius sabe que lo que hace lo hace excelentemente bien, y se encarga de recordárnoslo con cada visita a nuestro país.
Faltaban escasos minutos para las 21 hs. para que después de tres años desde la última vez que pisaron suelo argentino (ocasión enque nos visitaran nada menos que junto a Gamma Ray), Michael Weikath y cía. se plantaran cada uno en su lugar el escenario al son del preludio de “For Those About To Rock” seguido del cambio de estaciones de radio de los primeros segundos de “Starlight”. Con seguridad y entrega envidiables, Helloween demostró que no hacen falta decorados, vestimentas ostentosas o demasiada producción visual para brindar una performance sólida y con sustancia suficiente para partirte la cabeza. Hubo una modesta aunque efectiva mejora en la iluminación con respecto al show de Stratovarius ( aunque en lo visual no hubo variaciones: una simple bandera que aludía al arte de tapa del formidable “7 Sinners” como fondo del escenario). Sin embargo fueron la música en sí y el carisma de un Andi Deris cada vez más suelto con su español castizo presentándola (al parecer acababa de descubrir las expresiones “maricón” y “de puta madrrrre” pues las usaba unas 20 veces entre canciones) lo que dio al show su aura de tertulia especial y exclusiva, aquella que nos hace olvidar por un rato que este es un show y un set list que vienen repitiendo desde hace meses. En la noche en cuestión Helloween dio vivas y holgadas pruebas de que siguen siendo capaces de recrear este clima de ocasión única e irrepetible, que es precisamente lo que desde siempre me atrae de los shows de Helloween y de lo que muy pocas bandas del género son capaces. Con su show, los germanos dieron una vez más una idea muy clara de lo significativo y tremendamente vigente de su influencia para la escena (tanto a nivel compositivo como de performance en vivo) aun luego de casi 30 años y de varios cambios de formación. Cero pifie. 100% sincronización. Un Dani Löble imparable ante cuyo solo de batería su predecesor Uli Kusch quedó sustancialmente opacado. Las canciones, bien replicadas en vivo y bien terminadas, pero mas que nada muy frescas y sin perder su escencia (esto es: su pesadez, o mejor dicho incrementándola sin dejar de sonar a Helloween--de eso se trata “7 Sinners” después de todo). Y ante los inevitables y soporíferos juegos interactivos de canto de coros con la audiencia (caso “Future World” y “I Want Out”) o los “intermezzos” de discursos de cierta demagogia que son habituales en la mayoría de las bandas extranjeras, Helloween logró con inusitado éxito (al menos en quien escribe estas líneas) revertir este efecto negativo casi cantado conquistando el entusiasmo a través de la deselvoltura y simpatía de Deris. Hay que darle crédito al querido Andi, por cierto: no será Michael Kiske, pero históricamente compensa sus limitaciones como cantante con una cantidad de aportes tan abrumadora (tanto a nivel compositivo como de frontman) que al momento de hacer un balance de los resultados, la eterna comparación con su predecesor resulta cada vez mas irrelevante.
Una tras otra y sin dar respiro, Andi, Weikath, Großkopf (un monstruo crónica e injustamente subestimado), Löble y un Sascha Gerstner totalmente desprendido del fantasma Grapow (y con una identidad musical propia a cuestas) descargaron demoledoras y compactas versiones de clásicos como “Eagle Fly Free”, “I’m Alive”, “Ride The Sky”, matizados con agregados ocasionales pero siempre amenos como “Steel Tormentor” o “You Stupid Mankind” y hasta se animaron a una versión acústica de “Forever and One”, la cual de haber sido tocada en su versión eléctrica hubiese sido un motivo para irme a por una cerveza en la barra. Terminaron de colmar las expectativas con temazos como “Are You Metal?” (siendo ésta la que abrió el show), “A Handful of Pain”, “Where The Sinners Go”, para culminar con un medley memorable que combinó highlights de “Keeper of the Seven Keys” (la canción), “Halloween” y “The King for 1000 Years”. Y como regalo extra y dando su infaltable toque de sentido del humor, el cierre con “Dr. Stein” acompañados de una decena de fans disfrazados ad hoc de médicos y enfermeras sobre el escenario.
El balance al encenderse las luces fue mas que alentador. Por un lado y como era de esperar, se trató de una tertulia más repleta de los fetiches y viscerales rituales colectivos propios de la subcultura Heavy. Por el otro, la presencia de generaciones mas jóvenes (entre 15 y 25 años) y de diferentes extractos socioeconómicos hicieron de la velada en sí un símbolo esperanzador que confirmó una vez más lo que recientemente Sam Dunn retrató acertadamente en su documental “Global Metal”: la música pesada se vive con un fervor único y perdurable que atraviesa todas las barreras imaginables que el paso del tiempo, inexorablemente, nos va imponiendo.
Texto: John Parodi
Fotos: Fernando Serani
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