FIESTA MARISKALROCK CON TAIFA, EMPYRICA Y PULSO

La capital andaluza era una parada obligada en la presente gira de una banda que es, sin lugar a duda, la máxima sensación del rock andaluz del momento, Taifa. Los baleares siguen presentando la sensacional obra de estudio, tercera de su trayectoria, parida el pasado año, ‘Despertando el Silencio’ y el virtuosismo, entrega y veteranía de sus integrantes deslumbro desde el primer acorde hasta el último de una gala majestuosa enmarcada en una fiesta bajo el auspicio de este portar web. Completaban el cartel las bandas sevillanas Empyrica y Pulso, dos conjuntos más que dignos que demostraron la buena salud de la que, en materia de talento, goza el metal por aquellas meridionales tierras.

Sevilla es una ciudad preciosa, su centro emana vida y belleza arquitectónica a partes iguales y su bagaje histórico y cultural invitan al visitante bisoño a dejarse llevar por sus calles sin destino fijo y descubrir por sí mismo el collage de modus vivendi que impregna esta urbe de más de 700.000 habitantes. Así hizo este redactor antes de trasladarse a la Sala Hollander, ubicada, como tantos otros recintos de conciertos de la ciudad, en un polígono a las afueras.

Fue un placer subir al escenario para dar paso a cada uno de los grupos. La primera en hacer acto de presencia fue Empyrica, una curtida banda con dos álbumes oficiales más una demo a sus espaldas. Su estilo se encuadra en un esplendoroso metal progresivo aliñado con una perenne sinfonía, en el que las melodías elaboradas, tan laberínticas como magnéticas, y la lucidez instrumental de sus miembros son una constante. Su show estuvo plagado de infortunios técnicos a los que la vocalista, Nieves Chivite, supo salir al paso con insuperable carisma y simpatía frente a un público cuyo número minó la coincidencia de fecha con el concierto de God Save The Queen. La desidia del personal de la sala tampoco fue de especial ayuda y a lo largo de toda la noche la ecualización de las voces, entre ellas la fluida y consistente voz de la mentada vocalista, no fue la idónea. En cualquier caso, canciones como “Gehena” u “Pyramid” o “Zero” brillaron con luz propia, sobre todo cuando emergían unos pasajes instrumentales preciosistas y muy meditados en los que la guitarra de Javier López llevaba la batuta. Echaron en falta la presencia física de un teclista, cuyo sonido, disparado, atesora un gran protagonismo en su sonido; pero la baja en ese puesto se produjo recientemente por motivos de fuerza mayor y la banda prefirió continuar hasta cubrirla de nuevo.

El segundo conjunto en saltar a escena fue Taifa, el que encabezaba el cartel y cuyos miembros estaban deseando ataviarse con sus pintorescos y evocadores trajes para subir, una vez más, a un escenario de la capital sevillana, ciudad a la que profesan especial admiración. Su afinidad por la cultura mediterránea, por Andalucía y por las tierras del norte de África, especialmente Marruecos, va más allá de lo musical. La cultura y la historia de estos lugares empapan cada uno de sus temas, auténticos, genuinos y brillantes a más no poder. Lo suyo, a ojos del foráneo, también es el metal progresivo (aquí la mayoría omitirán esta definición a favor de “andaluz” o más acertadamente “andalusí” ), y es que la labor musical del veterano cantante y bajista Luis Massot, que por cierto toca descalzo; el preciso y contundente batería Antonio Medina, y el magnífico guitarrista Miguel Maya, el fichaje más reciente del conjunto, es monumental tanto a nivel interpretativo como compositivo.

El olor a incienso, cuyas varillas tenían sujetas al clavijero de los instrumentos, inundó la escena mientras canciones como “Despertando el Silencio”, “Alhambra”, en la que hicieron alusión a la cerveza de mismo nombre (también hay una cerveza con el nombre de la banda que tenían ganas de catar), la balada “El Jardín de Mis Secretos” (la cual confesaron que no es muy asidua en sus repertorios porque prefieren decantarse por sonidos más enérgicos en directo), o “Amanece”, para que invitaron a gente del público a subir a escena para dar unas palmas flamencas que se contagiaron a todo el recinto; hacían vibrar a una audiencia entusiasmada por el despliegue sonoro que acaecía. Tuvo tiempo Luis Massot para acabar por los suelos en alguna ocasión preso de la entrega, para formular alegatos por la libertad y críticas sociales nada disimuladas y para reivindicar que “lo único que nos hace humanos, aparte del amor, es el arte y es algo que estamos dejando de lado”, frase digna de ser reproducida que antecedió a su composición estrella, “Una Razón Para Vivir”. Desde luego, nos dieron muchas razones para volver a contemplar su directo.

El último show de la noche fue obra y gracia de un joven y aguerrido grupo de metal alternativo de nombre Pulso, algo que para nada les tiembla cuando se trata de devorar el escenario, sea ante cincuenta o ante quinientas almas. Su vocalista, JC Boca, fue uno de los máximos responsables de que el evento se celebraba y bastaba un tema de su directo para comprobar que el rock y el metal lo lleva en las venas tanto él como el resto de su grupo, alguno de los cuales son músicos profesionales y venían de tocar en otros emplazamientos de Sevilla. Entre un buen puñado de temas propios verdaderamente conseguidos, potentes y que invitan a seguirlos muy de cerca, se colaron dos versiones de categoría como son el “Black Tongue” de Mastodon y el “Toxicity”, de System of a Down, la cual desató la locura en la recta final de un show que esperan, y seguro que consiguen, trasladar pronto a otros lugares de nuestra geografía. En Sevilla aquella noche, desde luego, el metal deslumbró por los cuatro costados y este medio estuvo ahí para apadrinar y seguir prestando todo el apoyo del mundo a un talento que no hay hándicap que lo frene.

Texto: Jason Cenador

Fotos: Antonio Vázquez

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