DUSTAPHONICS: LA FIESTA CON ELLOS

20 febrero, 2015 12:27 pm Publicado por  1 Comentario

Kafe Antzokia, Bilbao

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Dustaphonics | Foto: Marina Ruano

Existen diversas maneras de entender una juerga. Está por ejemplo el sentido clásico del término, ese de ponerse hasta el culo de todo lo imaginable y en su vertiente extrema acabar tirado en cualquier esquina a la intemperie. A
los amantes de la vida hogareña probablemente les repugne hasta el límite la situación antes descrita y los sábados de peli y mantita les parezca un autentico planazo sin rival. Y ya los intelectuales o los tipos con clase se derretirán a buen seguro con una elevada conversación de esas que no suelen abundar, y menos en los garitos a altas horas de la madrugada.

Es evidente que cada cual enfoca el divertimento a su manera, pero hay cosas que no admiten discusión. Una de ellas es la capacidad de los británicos Dustaphonics para poner patas arriba un recinto y devolver a la música ese primigenio poder de sacudirte el cuerpo cual preso de frenéticas convulsiones. Y es que su estilo enérgico se presta bastante a ello, pues cubren un amplio espectro que va desde el surf rock al rock n’ roll añejo, incendiario protopunk, garaje, y la guinda que colocaría en el pastel ese mítico soul sesentero de la Motown para cantar a pleno pulmón. O lo que es lo mismo: Rolling Stones, The Sonics, Ike & Tina Turner, James Brown, Dick Dale, MC5, The Stooges, Ramones y así hasta configurar un elenco de inabarcables influencias con Bo Diddley en un lugar destacado como padrino del grupo, según han confesado en alguna ocasión.

Pese al ambiente desangelado que se respiraba en el piso de arriba del Antzoki a pocos minutos de empezar el bolo, de repente surgió una muchedumbre de no sé sabe muy bien dónde que insufló el calor necesario al recinto y algunos incluso aportaron el toque colorista en las primeras filas con disfraces de Spiderman, embarazada o respetable señora mayor. Y entre ellos una notable proporción de rockers a la vieja usanza, de tupé y chupa de cuero, que se recluyeron en una esquina observando el despliegue de autenticidad y ritmo incesante.

Porque lo de Dustaphonics en cuanto a calidad fue un evento de esos de alto copete, para no parar ni un minuto. En especial por la abrumadora presencia de la bailonga pelirroja Hayley Red, un auténtico torbellino en escena, no solo por las vueltas que se daba entre la concurrencia, a veces cuando menos te lo esperabas aparecía a tu lado, sino también por su habilidad para no dejar títere con cabeza a medida que avanzaba el bolo. Una chica de delante dijo que la voceras “molaba mucho y ella lo sabía.”, tal era el grado de confianza que exhalaba esta prometedora artista que merecería un mayor reconocimiento, sin duda.

Al margen de su espectacular planta, su voz de filo de cuchilla, con garra a lo Wanda Jackson, quedó patente desde el inicio con “Don’t Let The Devil Drive Your Car” o “Ride On Louisiana Red”, ambas deudoras del famoso ritmillo sincopado que popularizó su padrino musical. Hayley agitaba la pandereta a la par que abría y cerraba las piernas mientras el resto de la banda le seguía con solvencia, con el guitarrista Yvan Serrano, el verdadero cerebro de este proyecto y artífice de su personal sonido, espoleando de vez en cuando al respetable.

El punto álgido llegó con “Rockin’ Boogaloo”, indisimulado homenaje a ese baile latino surgido en los 60 de la fusión del soul estadounidense y ritmos afrocubanos. Y la sala se transformó en un improvisado guateque en el que cada cual se montaba el fiestorro a su manera, aunque hay que mencionar que en sus comienzos esta peculiar danza consistía en mover los pies conjuntamente con los brazos y el cuerpo inclinándose levemente arriba y abajo.

Después de las coreografías generalizadas, era normal que la pelirroja dijera que estaba acalorada y no tardaron en ofrecerle un abanico desde las primeras filas. Pero volvieron a incitar a mover el esqueleto con “Party Girl”, en la que el Spiderman se desató tanto que parecía que en cualquier momento las telas de araña brotarían de las manos cual propulsadas a chorro. Su sentido arácnido seguramente zumbaría cuando la peña se puso a dar más palmas que en una iglesia del Bronx. Para acabar sin aliento.

A veces permitían a la frontwoman recuperarse con intervalos surferos como “Showman Twank” de Tiki Gods, una pieza en la línea del “Misirlou” de Dick Dale que desde que saliera ‘Pulp Fiction’ todo el mundo asocia al momento a Tarantino. Y no podía faltar tampoco el frenético soul rock ennegrecido  de “When You Gonna Learn”, con solos al tuétano en una inefable amalgama que pocos pueden ensamblar con semejante precisión.

Rememoraron los clásicos juegos vocales de Wilson Pickett en “Land of 1000 Dances” en “Mojo Yar Bones”, que al igual que sucede con otros cortes de su último disco ‘Big Smoke London Town’ no podría entenderse en su plenitud sin escucharla a escasos metros. Y con la parroquia enfervorizada, regresaron para los bises con la instrumental “Grand Prix” en la que mandaron gritar “¡Dustaphonics, de puta madre!”, instante en que Hayley aprovechó para recorrerse el recinto haciéndose fotos con los entregados fans.

Les pegaba como un guante para su rollo acordarse de los garajeros The Strangeloves en “Night Time” y luego ya finiquitar a toda pastilla con “The Message”, un derroche de electricidad protopunk a lo The Stooges o MC5, antes de evocar por segunda vez bailoteos con un “Rockin’ Boogaloo” que con el tiempo a buen seguro acabará convertido en su himno.

Pura actitud incendiaria a las tablas la de estos londinenses, cuyo potencial se desborda en las distancias cortas, pues si en estudio ya llaman la atención, en directo funden la energía del punk con el poso soul como si en el fondo no fueran más que la misma cosa, el engranaje necesario para completar el único objetivo: la fiesta con ellos.

TEXTO: ALFREDO VILLAESCUSA
FOTOS: MARINA ROUAN

 

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