DON THE TIGER: FANTASMAGORIA SENTIMENTAL

8 octubre, 2013 3:13 pm Publicado por  1 Comentario

Cotton Club, Bilbao

Lo suyo del malditismo siempre fue pasarlas canutas, regodearse en la miseria, ser incomprendido por los contemporáneos y desarrollar un arte puro, sin cortapisas, al margen de lo políticamente correcto y demás tiranías sociales. Desde Baudelaire a Leopoldo María Panero existe toda una estirpe glorificadora de la miseria pegada al suelo que llega hasta nuestros días por diversos recovecos y a menudo totalmente alejados de los canales convencionales. Abstenerse mojigatos y estómagos delicados, pues con frecuencia se tratan temas desagradables, aquello que nadie quiere escuchar, historias tan desesperadas como la vida misma.

El exorcismo particular de Adrián de Alfonso, alias Don The Tiger, tuvo que ver con una fémina, para variar. Tras andar esquivando clichés en los bajos fondos de Barcelona en las bandas Veracruz o Bèstia Ferida, este año dio el salto en solitario con un álbum incómodo, una pesadilla sonora plagada de ruidos inexplicables, experimentación a lo Velvet Underground o Eyeless In Gaza, poética del dolor tipo Nick Cave y el tono latino arrabalero del Carlos Ann más canalla.

El propio artista resume así las circunstancias que rodean al debut: “es un disco dedicado a una chica. Un disco que hice estando con ella, rompiendo con ella, tratando de volver con ella, así que está muy marcado por esa experiencia. Podríamos decir que todo el tema melódico es mi historia sentimental, y el aspecto sonoro es, por decirlo de alguna manera, mi historia de formación adolescente”.

Propuestas tan originales no suelen surgir todos los días y esperar el aplauso mayoritario sería poco menos que una contradicción o una anomalía del sistema. Por tanto, no sorprendió que a la hora señalada, no se asomara por ahí ni el tato, a excepción de los habituales del garito. Quizás la fecha no fuera la más adecuada, ya que coincidían como tres o cuatro conciertos en las inmediaciones, pero hay que alabar la valentía tanto del promotor como del artista para seguir adelante con el espectáculo, a pesar de los cuatro gatos que estábamos.

En formato absolutamente minimalista y con vocación de hombre orquesta, Don The Tiger abrió su personal caja de Pandora con “Labios”, pieza descarnada que abre su debut ‘Varadero’ y que nos introduce de sopetón en un universo escalofriante de anarquía sonora y sentimientos sobrecogedores deudores de la fantasmagoria imperante en “The Carny” de Cave, por ejemplo. El clásico título de “Be Bop A Lula” poco tiene que ver con Gene Vincent y el tradicionalismo, sino que reincide en esa sinfonía de lo indefinible trufada de ruidos, acoples y sampleados.

Más adelante, el ‘tigre’ se adentró tímidamente en un terreno algo más convencional al colgarse una guitarra envuelta en cinta aislante curtida en mil batallas e interpretar cual crooner oscuro en “Los Cuencos de Mar Salada”. Se acerca en ocasiones en el aspecto vocal a su compatriota Carlos Ann, aunque sustituyendo el halo barriobajero y bohemio por algo más cercano a la vanguardia experimental.

Había veces que aquello se asemejaba a aquel lúgubre garito de la película ‘El Cielo Sobre Berlín’, en el que Nick Cave entona con aire mesiánico “From Her To Eternity” para una multitud ensimismada. Gritos de alma atormentada se mezclaban con evocaciones del arrastrar de cadenas e incluso un curioso artilugio que se aspiraba servía para crear un conjunto tan extraño cono inimitable.

El colofón sentimental llegó con “Girasol”, quizás lo más ‘comercial’ del disco y que el artista presentó como “una canción de amor para odiar”. Los punteos sepulcrales rememoraron las atmósferas oníricas del cineasta David Lynch, que cuando le da por hacer música se le va también bastante la pelota. Y el epilogo en esta corta carretera perdida lo puso “Bengala”, con voz retumbante y palabras expelidas con rabia que se acomodan entre espasmos y percusiones repetitivas.

Los escasos 40 minutos de recital nos supieron a poco, pese a que su único álbum tampoco dura mucho más, y nos dejaron con ganas de catar en mayor profundidad ese universo de atmósferas desasosegantes. Desde luego, para valorar este tipo de fantasmagoria sentimental hay que estar hecho de una pasta especial. Dicen que si adoras el licor sake o los escritos de Charles Bukowski es porque en realidad tienes algo jodido dentro. Probablemente sea cierto.

Texto y foto: Alfredo Villaescusa

 

 

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