CRÓNICA DEL BILBAO BBK LIVE 2015: ENAMORADOS DE SÍ MISMOS
13 julio, 2015 12:44 pm 7 ComentariosKobetamendi, Bilbao
Existen por ahí auténticos onanistas profesionales, tipos que van a lo suyo, venden su moto y les da absolutamente igual que su propuesta se haya o no entendido. Eso no les quita el sueño lo más mínimo. Tienen incluso un complejo mártir o mesiánico y a veces por eso cantan cosas como “quiero morir como Jesucristo”, rozando incluso la egolatría. Los hay que utilizan esta característica en su propio beneficio, convirtiéndolo en un incorruptible estilo de vida, y otros, por contra, se empecinan en mantener en pie a una burra que no importa a nadie.
De ambos especímenes está el BBK Live lleno, festival heterogéneo que en esta edición celebraba su décimo aniversario de nuevo con cifras récord de asistencia, a razón de 40.000 por jornada, esto es, el máximo permitido en el recinto. La sensación agobiante empero no se notó demasiado los dos primeros días, sino en particular durante el concierto de Muse, el plato gordo del evento, y después hasta bastante entrada la madrugada, abarrotando la carpa con Delorean o ese diminuto escenario sito en pleno bosque en el que pensábamos que estaríamos cuatro colgados.
Fieles a la máxima de configurar un cartel con tres o cuatro nombres resultones, la transversalidad sigue mandando, es una especie de Podemos de los festivales, un conglomerado de ideas que evitan identificarse con un sector concreto para no perder apoyos aunque en realidad todo el mundo sepa de qué palo cojean. Algo que facilita situaciones tan surrealistas como que cierto personal se indigne porque los cabezas no toquen los últimos, sin saber siquiera quiénes eran, o que durante los conciertos otros se dediquen a discutir a grito pelado sobre las incertidumbres del mercado laboral, lo típico, vamos.
Tal vez suene un tanto excluyente, pero a un servidor no le mola en absoluto compartir mantel con esa gente a la que se la suda los grupos que toquen, del mismo modo que tampoco quiere saber nada de los responsables políticos que han hundido el país. Cuervo Ingenuo no fumar la pipa de la paz con tú, como diría el maestro Javier Krahe.
LA RESERVA POST ROCK
Con el indudable reclamo para el vulgo de los antaño folkies y hoy devenidos en estrellas del rock de estadio Mumford & Sons, la verdad es que el jueves a priori tampoco había demasiadas ofertas de nuestro interés, aunque si uno se tomaba la molestia de bucear en el maremágnum de nombres se iba encontrando cosas interesantes.
Por ejemplo, los gallegos Novedades Carminha, que ya habíamos visto en la capital vizcaína hace unos meses y nos parecieron completamente apabullantes. Y volvieron a repetir la hazaña estos herederos del descaro de Siniestro Total, el macarrismo de Ilegales y la energía del garage punk más rabioso. A tope de distorsión y actitud chulesca se cascaron el impepinable “Devórame otra vez”, el himno “Juventud infinita”, su certero “Jódete y baila” y para poner el guinda rescataron el “Mucha policía, poca diversión” de Eskorbuto, que sacudiría conciencias en un lugar tan políticamente correcto. Un auténtico fiestón en el que conté hasta diez pelirrojas.
Escondidos entre el plantel estelar se hallaban Boreals, una suerte de Mogwai catalanes, aunque quizás con mayor querencia hacia la electrónica minimalista. Aquello a veces parecía un hilo musical y había que ser muy aguerrido para aguantar una sesión de post rock a pleno solazo, pero los escasos asistentes no tardaron en entregarse a su trance hipnótico danzando como si estuvieran puestos de peyote. Mágicos.
Prometían los post hardcoretas de Marmozets, pero era tan horrible el sonido en el horno crematorio de la carpa que huimos escopetados hacia el exterior en busca de Black Rebel Motorcycle Club, émulos de The Jesus & Mary Chain y con estética similar de chupas de cuero y gafas de sol, lo cual agradó infinitamente a un servidor, defensor del glamour, las buenas costumbres y el luto riguroso aunque te achicharres vivo. En lo musical, bascularon entre los mantras de Velvet Underground, la abrasión de sus mentores y cierto poso relajado a lo U2 o Echo & The Bunnymen. La canícula menguaba su pegada.
Vuelta de nuevo a la reserva post rock para ver al que quizás sería el bolazo de la jornada, el de los catalanes Exxasens, proyecto formado por Jordi Ruiz, guitarrista de Playmotive y Kyba, que se mueve entre las coordenadas de los tan en boga Toundra o los no menos reputados Explosions In The Sky o 65daysofstatic. Toda una rareza que te situaba en una dimensión aparte al margen de gafapastas y demás subespecies. El bolo además adquirió proporciones épicas cuando en medio de esos punteos magistrales que elevan varios metros sobre el suelo volaron por ahí pompitas de jabón. Un punto enternecedor que completaba una estampa irreal en la que no faltó un tipo disfrazado de pingüino. De otro mundo.
No pudimos catar demasiado a los belgas Triggerfinger, pero fue el tiempo suficiente para darnos cuenta de que aquello era un recital de puro rock de los pies a la cabeza, con una carpa abarrotada de fieles volcados hasta con el solo de batería y un Ruben Block desatado con ínfulas mesiánicas que comandaba a la multitud con una solidez encomiable. Algunos ya los comparan con Queens Of The Stone Age, o incluso Led Zeppelin, tal vez sea exagerar, pero lo cierto es que en cuanto a poder de convocatoria siguen subiendo como la espuma. No tardarán en dar que hablar.
Prescindiendo de Counting Crows o los populares Mumford & Sons, pasamos el rato con Bleachers y su indie rock sintético a lo U2 o Glasvegas de marcada influencia ochentera. De hecho, hasta se marcaron de manera muy decente el “Go Your Own Way” de Fletwood Mac casi como la podrían hacer Depeche Mode. Por lo menos eran competentes en lo suyo y no daban ganas de cortarse las venas, había cosas peores.
Y para finiquitar la jornada, teníamos a los reincorporados a la senda rockera Dover ante una ingente multitud que dudo mucho repitieran en su última visita a la capital vizcaína. El problema es que ya nadie se los toma en serio después de tantos cambios bruscos de timón que dejaron descolocados a todos aquellos seguidores que los encumbraran al estrellato antaño con su ‘Devil Came To Me’. Y su propuesta a día de hoy suena tan actual como los vaqueros rotos o las camisas de cuadros.
Lo cierto es que la banda de las hermanas Llanos nunca nos cambió la vida, de hecho, en nuestros años mozos hasta les teníamos cierta tirria por su uso del inglés. Pero aquella noche dieron un recital muy decente combinando piezas de su último disco como “Too Late” o “Four To The Floor” con auténticos clásicos para treintañeros como “Loli Jackson”, el inevitable “Devil Came To Me” o un “Serenade” que cantaron a pleno pulmón todo emocionados hasta los chicos de Belako que andaban por ahí. Muchos volvieron esa noche a la edad del pavo.
ESCUPIR AL ALMA
Para iniciar un segundo día de muchedumbres nos topamos de pura casualidad con Huias, un combo entre Cocteau Twins y Crystal Castles que inauguraba esa comuna de hippies drogados que se antojaba ese escenario en un autobús en el que uno se encontraba las propuestas más insólitas. Teníamos por ahí esta vez personal tan peculiar como una chica con un pijama de hojas de marihuana o un tipo bronceado con gafas de sol y peinado a lo David Hasselhoff. Un paisanaje que casaba con los ruidos siderales, voces marciales y bases hipnóticas. Cada uno se montó su paranoia particular.
Cambio de tercio radical con el clasicismo rockero de The London Souls, que apelaron de entrada a las esencias con el “Lucille” de Little Richards y se revelaron como una de las sorpresas del viernes. No hace falta demasiado para quedarse con la concurrencia, un batería que aporreaba con saña y un tipo que se desgañitaba como los grandes de los 50 y punteaba como un señor directo al tuétano. Crearon tal ambientazo que no tardaron en resonar las palmas y hasta se pidieron bises. El título traducido de su disco lanzado al pasado abril sería “Aquí vienen las chicas”. Pues pusieron a danzar a unas cuantas.
No nos pareció ni de lejos apropiado para un festival la rapera bailarina Azealia Banks ni el aburreovejas con sombrero de James Bay, por lo que era obligado regresar al bus y allí estaban Grises, comandados por una chica muy maja que se compenetraba bien a la voz con su guitarra. Este grupo de Zestoa vienen ya labrándose cierta fama en el rollo indie y su sonido abarca desde Editors o Franz Ferdinand hasta Radio Futura, Aviador Dro u otros clásicos ochenteros patrios. Tal vez sus estribillos resulten en exceso almibarados, pero dada la ponzoña circundante no nos desagradó en absoluto su propuesta ni su nivel a las tablas. Para abiertos de mente.
Lejos quedaron los tiempos en que los hermanos Jim y William Reid daban recitales de apenas diez minutos de espaldas al público, se negaban a hablar en directo y a menudo se sucedían broncas monumentales, como aquella ocasión en la Politécnica del norte de Londres que dejó un balance de cuatro heridos, aparte del equipo y el local destrozado por los fans.
Actualmente no llegan a tales extremos, pero The Jesus & Mary Chain siguen conservando su aura de leyenda maldita con esa pose sombría, envueltos en tanta niebla como si fueran los Sisters of Mercy y mostrándose lacónicos, indiferentes a cualquier reacción del respetable. Un personal que en su mayoría no entendió su inclusión en el cartel y alguno incluso subrayó su supina ignorancia al quejarse de que “no sonaban bien”.
Probablemente si se hubiera tomado la molestia de dedicar menos de cuarenta minutos a escuchar ‘Psychocandy’, aquella obra maestra que recrearían de cabo a rabo esa noche, su opinión cambiaría sustancialmente. Aprendería que los artistas de verdad rompen las reglas, no a lo loco, sino con pleno conocimiento de causa, una cualidad únicamente al alcance de los más grandes.
Dando por sentado que las atmósferas chirriantes de estudio son casi imposibles de reproducir al aire libre, los hermanos Reid oficiaron con la elegancia y sobriedad requerida desde el comienzo con “Just Like Honey” antes de ceder al onanismo en “The Living End”, donde cantan “Estoy enamorado de mí mismo”. Llevaban una banda adicional de acompañamiento que se mantuvieron en todo momento alejados de sus “jefes” y a veces hasta les miraban con excesivo respeto.
El voceras Jim se apoyaba en el micro como un Cristo crucificado, en ocasiones lo balanceaba de lado a lado, o lo dejaba caer sin más al suelo. Habían domesticado su agresividad añeja, pero todavía eran capaces de epatar con ese “In A Hole” en el que dicen que “Dios escupe en su alma” repleto de flashes y niebla que se asemejaba a una suerte de apocalipsis del ruido. Había muchos huecos y uno podría estar tranquilamente en las primeras filas mientras algunos infieles huían sin posibilidad de redención.
En “Never Understand” se regodearon en el feedback e “Inside Me” se transformó en una especie de karma. Tal vez algunos se quejen de la falta de variedad de los tonos de Reid, pero su estilo se podría comparar con el del siempre recordado Joey Ramone, ese que no se caracteriza por espectaculares giros, sino por provocar pura emoción incluso al oír las primeras estrofas, sentimientos a flor de piel.
Al terminar ‘Psychocandy’, el espigado vocalista se atrevió a romper su timidez patológica para decirnos que interpretarían unos pocos temas más de otros discos. Y así se animaron con “April Skies”, de sonido quizás más amable para la concurrencia, o la festiva “Head On”, donde la peña dio palmas y todo. Y disculpándose por la falta de tiempo, el profeta Reid nos incitó a morir como Jesucristo o JFK en “Reverence”, su acercamiento al sonido Manchester a lo Stone Roses.
Echamos en falta más vatios para completar la sensación abrasiva, pero tampoco era cuestión de sacar pegas después de tener a pocos metros a unas estrellas que llevábamos tiempo reverenciando. En la película ‘Alta Fidelidad’ de Stephen Frears expulsan a un tipo de una tienda de discos por no conocer el ‘Psychocandy’. Ahí lo dejo.
La actuación de los locales Zea Mays no nos sorprendió demasiado, pese a reconocer la influencia que han tenido en la escena vasca o el talento de esa prodigiosa vocalista que es Aiora Renteria, colaboradora ocasional de Doctor Deseo. Y la peculiar mezcolanza de estilos de Ben Harper & The Innocent Criminals nos pareció para dormir a las piedras, aunque de vez en cuando levantábamos la cabeza con algún tema rockero.
Ya llegaban para desperezarnos unas de las indiscutibles revelaciones del festival, los histriónicos galos Shaka Ponk, un cóctel de metal, punk, electrónica, funky, reggae y cualquier otra cosa que uno acierte a imaginar. Vestidos completamente de blanco, con la excepción de sus dos vocalistas ataviados con muñequeras, rodilleras y micros en forma de tubería, transformaron aquello en un fiestón impresionante en el que participaban lo mismo jóvenes que mayores, delante nuestro teníamos por ejemplo a chavalas que chillaban y daban vueltas cual peonzas o un señor de apariencia respetable rompiéndose igual que John Travolta en ‘Fiebre del sábado noche’.
Alternando castellano, inglés y francés, estos zumbados en un momento se ponen a agitar la cabellera como locos y en otro se contonean como en una discoteca, prueba de ello son sus temazos “I’m Picky” o “Sex Ball”. Y todo bajo la atenta mirada del holograma de mono que es un miembro virtual más del grupo. Un espectáculo sin parangón en el que hasta su salvaje vocalista se subió a una montaña de cubos blancos y se lanzó al público pillando carrerilla. Alucinante esta versión punto cero de Kiss, Alice Cooper y similares.
SIN COMPASIÓN
Con una sensación de agobio que ya se barruntaba en las colas para subir al monte Cobetas a eso de cuatro de la tarde, enfilamos la última jornada eclipsada por los mastodónticos Muse con Münik como entrante, trío nuevaolero en plan The Sounds capitaneado por la ex ‘triunfita’ Mónica Rodríguez, también conocida como Nika.
Y al igual que sucede con otros artistas surgidos al abrigo de los cazatalentos televisivos, no debería negárseles a priori por este hecho su oportunidad de abrirse paso de la manera tradicional, esto es, formando una banda. Su propuesta es ochentera hasta las cachas, como bien dejaron claro con su versión del trillado “One Way Or Another” de Blondie, e incluso la vestimenta de Mónica con camiseta rosa y zapatillas con brillantina podría pegar en Olé Olé, Betty Troupe u otros conjuntos de la época. Entretenidos.
Abrir para Bon Jovi, AC/DC o que te llame Paul Stanley para actuar en su fiesta de cumpleaños no son cosas habituales, por lo que algo realmente genuino debería haber detrás de Vintage Trouble. Y vaya si lo demostraron, con su inconmensurable vocalista Ty Taylor, ataviado con chaqueta roja de terrateniente algodonero, dominando el cotarro, sosteniendo ya la voz desde el principio y recorriéndose de punta a punta el escenario, aparte de nadar a brazadas entre la multitud, mandar hacer olas a la concurrencia y ahuyentar a la lluvia amenazante gritando “hey”.
Era impresionante ver a chavalillas, que probablemente únicamente habrían escuchado esa música tan vetusta a sus padres, dar palmas y desvivirse ante los mandatos de este heredero de James Brown o Sam Cooke. El resto tampoco eran mancos, en especial el maestro del slide Nalle Colt, y como si fueran toreros, se despidieron mezclados entre la concurrencia, algunos le decían al cantante: “¡Dame la chaqueta! ¡Eres el puto amo!”. Soberbios.
De los tribales Sheppard solo nos moló el pelo azul de su vocalista, así que huimos hasta el refugio del bus y allí estaban Neuman, murcianos que llevan en el mundillo desde 1999 y practicaban un shoegaze rockero a lo Catherine Wheel que bordeaba en ocasiones con el post rock y el minimalismo. Una propuesta muy decente en la que su líder Paco Román se reveló como un musicazo de los pies a la cabeza.
En el mismo lugar, poco después teníamos a I Am Dive, más música para entrar en trance, pues le daban al post rock de atmósferas etéreas tipo The Cure. Pese a que el grueso del personal se hallaba ya pillando sitio para Muse, se marcaron un bolo intenso de esos de los de salir flotando. Una simpática marcianada.
Que el personal andaba muy motivado respecto a la visita de Matt Bellamy y compañía era evidente desde que uno cogiera el bus para subir y se topara con miles de seguidores cantando canciones y emocionados a más no poder. La lluvia amenazaba con caer en cualquier momento, cosa que finalmente sucedió nada más comenzar el concierto, para más inri, aunque a la mayoría eso le diera igual, todas las mentes del recinto tenían una única fijación.
Y esa era el fenómeno mediático en que se ha convertido Muse, herederos indiscutibles de figuras mastodónticas del calibre de Rolling Stones, U2 o Bruce Springsteen, y desde el punto de vista periodístico, uno de los grupos más importantes surgido en las últimas décadas.
No obstante, después de haberles visto con montajes tan espectaculares como aquel que consistía en tres columnas que se abrían por la mitad para descubrir a cada uno de los miembros del grupo, el apartado escénico nos pareció un tanto pobre, de baratillo, a años luz de lo que uno cabría esperar en un bolo suyo. Y en cuanto al sonido, tal vez me esté quedando sordo sin remedio, pero sigo pensando que faltaban vatios, pese a que lo que se escuchó fue de una calidad tremenda, algo muy nítido donde podrías distinguir a la perfección cada instrumento.
Tras la intro del Sargento Drill que aparece en disco, pusieron al personal a botar con “Psycho” y en “Supermassive Black Hole” aquello se vino arriba. Bajaron un poco el pistón con un solo breve en el que Bellamy dio rienda suelta a sus ínfulas neoclásicas antes de arrancarse con el clásico “Plug In Baby”, que finalizó con las pantallas mostrando un collage de la banda en diversas épocas. “Dead Inside” de su reciente ‘Drones’ es quizás la pieza que más relación guarde con su material vetusto, por lo que era caballo ganador. Y pocos podrían olvidar “The Resistance” y la aceptación que tuvo en su día su plástico homónimo en nuestro país, por entonces llenaban el Palacio de los Deportes de Madrid y luego le seguiría el Vicente Calderón. La historia viva de un meteórico ascenso.
A nuestro juicio, sobró totalmente el onanismo que se marcaron a continuación el bajista y el batería, probablemente para que Matt descansara, pero enseguida recuperaron el ímpetu perdido con “Hysteria”, en la que intercalaron el riff de “Heartbreaker” de Led Zeppelin mientras se mostraban puntos de mira telescópica por las pantallas. Eso estuvo currado, sí señor.
Reverdecieron laureles con ese inicio a lo Rage Against The Machine de “Citizen Erased” y lo cierto es que el aire de sinfonía de “Apocalypse Please” nos amuermó un poco. No tardaron en remediarlo con “Starlight”, donde la peña cantó hasta la melodía del comienzo o la impepinable “Time Is Running Out”, con muchos desgañitándose en los falsetes.
Pero si tuviéramos que destacar un momento del show sería “Mercy”, con su épica a lo U2 y unos cañones disparando confetis y tiras de colores, legando en el firmamento una estampa de esas impagable. Y poco después en “Reapers”, en la que Bellamy se lució en los punteos, unos gigantescos globos negros fueron desfilando hasta la concurrencia, que los recibió con el entusiasmo de niños de 6 años.
Para los bises recurrieron a “Uprising”, deslucida desde nuestra posición por un par de atontados que discutían a grito pelado sin enterarse de que aquello era un concierto y no la pescadería, cosas que pasan en el BBK. Y se despidieron con grato sabor de boca con la tarantiniana “Knights of Cydonia”, en la que según la costumbre mostraron lo que se debía cantar en la parte final.
Tal vez se les pueda achacar síntomas de agotamiento creativo en estudio, pero en directo está claro que mantienen el tipo como pocos, sigue siendo un placer escuchar a Matt Bellamy entonar con su inconfundible estilo y casi dejar la guitarra echando chispas. Que continúen así por muchos años. Apabullantes sin compasión.
Y para acabar con el festi, todavía tuvimos ganas de acercarnos hasta el escenario del bosque para ver a Trajano!,y su post punk un tanto esquizofrénico con voz operística y preceptivo bajo taladrante a lo Joy Division. Imaginábamos que habría cuatro gatos soportando esa chaladura, pero una ingente masa se escondía entre tinieblas montando pogos o danzando en la estela epiléptica de Ian Curtis. Curiosos.
Y así dejamos a toda esa pléyade de enamorados de sí mismos que no se apartan de sus trece al margen de su aceptación o no por las masas. Ya lo decía Oscar Wilde: “Amarse a uno mismo es el comienzo de un romance para toda la vida”.
Texto: Alfredo Villaescusa
Fotos: Marina Rouan
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7 comentarios
Anda Juardes, tocaron MUSE,eh? Vaya suerte, no??? Hala dilo: No me interesa!!!..que ya lo estoy echando de menos.....
Muy buena crónica del amigo VILLAESCUSA hacia uno de los festivales más variados de nuestro país como es el BBK LIVE bilbaíno donde la mayoría de grupos cuajaron unas muy buenas actuaciones según he leído, en especial esos gigantes THE JESUS AND MARY CHAIN.Al BABOSO (wargirl) ni caso!!!
Juandie sinceramente crees que tu comentario aporta algo a la crónica? Yo creo que si no fuiste al concierto es mejor que cierres tu bocaza!
Menos aún aportas ya que ni fuiste y menos aun aportas nada a nada con lo cual sigue haciendo el TONTO (el que corrige a xxlll) que lo tuyo es de RISA!!!
JODER JUANDI , CADA DÍA TIENES MAS AMIGOS EN ESTA PÁGINA , COMO TE LO MONTAS.
SEGURO QUE EN TU VIDA FUERA DE INTERNET , TE PASA LO MISMO.
Tú sin embargo ni tienes amigos ni sociedad con nadie AMARGAO (xxlll).Por eso das PENA (xxlll)!!!
Magnifica crônica lastima q las fotos no esten a la altura de tanh magno evento para recordar mucho tiempo!!!