Crónica de Rivas Rock 2017: Crecimiento imparable
16 mayo, 2017 1:58 pm Deja tus comentariosAuditorio Miguel Ríos, Rivas Vaciamadrid (Madrid).
Cada vez más consolidado, Rivas Rock nació bien parido y continúa por la buena senda. Un recinto gigante, pero perfecto para este tipo de eventos, con todas las comodidades, pocas aglomeraciones, un cartel con grandes nombres arraigados y otros que están en ello, y unos precios populares en todos los sentidos, hacen de esta cita algo que empieza a marcarse a fuego en el rockerío madrileño. Un festival hecho por gente del rock, para gente del rock.
No marcaba el reloj aún las 16:30h cuando Hora Zulú tomaban las tablas para lanzarse con “Que la tierra te sea leve”, gastando un sonido contundente, con potencia, pero en el que el bajo saturaba en exceso. Venían con ganas y aunque en más de una ocasión Aitor se mostró contrariado con tocar a esas horas y vernos las caras; el público allí congregado, que aún no era demasiado, puso sobre la mesa desde el minuto uno que había apetito de festival. “Y no protesto”, “Tango”, “Por los ceniceros”, “Reinvención”; tonadas que caían como losas mientras el voceras, cuyo micro no terminó de sonar con un volumen lógico en ningún momento, se daba cuenta de que llevaba medio bolo sin su sempiterno gorro. Los últimos compases fueron crema pura del metal estatal, compuestos a base de “Agua de mayo”, “Andaluz de nacimiento” y “A ver si me entiendes”. Enormes Hora Zulú; la originalidad por bandera y la contundencia hecha música siempre les acaba haciendo triunfadores.
Kaótiko es una de esas bandas con las que tengo pendiente una puesta al día urgente. Y es que su punk rock acelerado de alto voltaje lo merece. Tras la intro rollo película western salieron a comerse Rivas. Se enfrentaron ya a una explanada bastante más llena que en la apertura del evento, y dieron caña con un sonido donde las guitarras cortaban el aire. Recuperando el espíritu punk de nuestra batalla, sacudieron al gentío con disparos cortos, rápidos y certeros. Me alejé de la valla para comprobar que el recinto tenía la acústica bien ajustada por cualquier esquina y bueno… Si te alejabas hasta las gradas, el viento se llevaba la onda expansiva, y aunque era disfrutable, faltaban vatios. Espero volver a cruzarme pronto con Kaótiko. Notable.
Desconozco los motivos, pero Porretas se llevó el dudoso honor de ser la banda que peor sonó en toda la velada. Primero se toparon con que los graves no estaban en su sitio, y después hubo que lidiar con que la guitarra de Bode jamás entonó a un nivel de volumen adecuado; ni mucho menos. “Hortaleza” abría las hostilidades como viene haciéndolo de varios años hacia acá, para ensamblarla con “Jodido futuro” y “Si nos dejáis”. Saludan y se lanzan con “Joder que cruz” y dos de antes de Cristo como son “Si los curas comieran” y “Vive y deja vivir”. El contrapunto al espacio-tiempo llega con “Soy un truhán soy un señor”, single que usaron para presentar su último “Clásicos II”, antes de colocar “Tripis”, “Última generación” y otra de las nuevas: “Resistiré”. Como siempre “Y aún arde Madrid” va para el Rober, con una emotividad muy acusada a esas horas de la tarde, y deja paso a la traca final que viene de la mano de “Insurrección”, “La del fútbol”, “Si lo sé me meo”, “Marihuana” que piden que la cantemos nosotros “que ellos están hasta la p… de cantar ya”, y “Porretas”.
Aún con un sonido flojo, los madrileños son fiables hasta decir basta. Disfrutaron e hicieron disfrutar, algo básico en un festi. Grandes Porretas.
Cuando saltaron Obús se pusieron de inmediato dos cosas de manifiesto: que el sonido iba a ser potente y duro, y que el público que se acercó desde el inicio de su actuación era diametralmente distinto al que había botado como loco con los grupos precedentes. De todos modos, la cosa se fue igualando según el respetable iba regresando al recinto tras recargar baterías en los aledaños.
Con un “arriba esos cuernos” de un Fortu que sabe lo que se hace cuando se sube a un escenario, el cuarteto toma posesión del tablao descerrajando con “Juego sucio”. Unida sin miramientos enlazan de segundas “Más que un Dios”, antes de los saludos de rigor y un “Necesito más” en el que nuestro frontman con su chupa de cuera y el logo del grupo a la espalda se dedica a encender al personal con movimientos lascivos y chulería de la buena, con toque de entre pierna incluido en el cierre. Ya con la noche sobre nosotros, “Dinero dinero” y “Prepárate”, que usan para presentar a la banda con batucada y mini homenaje a Motörhead de por medio, cierran un espectáculo bien acoplado que se los lleva finalmente con la oda al festín que es “Vamos muy bien”.
El papel de cabeza de cartel de este Rivas Rock 2017 recaía sobre los vitorianos Soziedad Alkohólika, que durante los 80 minutos que estuvieron arriba de las tablas demostraron que son, hoy por hoy, una de las bandas más punteras del estado en lo que a dar cera sin tregua se refiere. Contaron con un sonidazo espectacular, que esta vez sí llegaba al graderío con potencia, y que en la explanada atronaba sin piedad. Como decíamos, el combo es un auténtico cañón y va a piñón fijo desde que toman posiciones. El repertorio que gastan está balanceado de lujo, y a la presentación de su última placa ‘Sistema antisocial’ le meten una serie de tiroteos que abarcan tiempos inmemoriales y otros no tanto.
Así derriten Rivas a base de ácido musical llamado “Alienado”, “Causas podridas”, “Política del miedo”, “Niebla de guerra”, “Palomas y buitres”, “Sistema antisocial”, hasta reventar aquello con favoritas del público como “Cienzia asesina”, “Ratas”, “Piedra contra tijera”, “La aventura del saber”, “No kiero participar”, “Cuando nada vale nada” que la presentan con un “el sufrimiento es lo único seguro que hay en la puta vida”, y un recorrido final con “S.H.A.K.T.A.L.E”, “Motxalo!”, y “Nos vimos en Berlín”. Brutales, descomunales, no dejaron títere con cabeza y arrasaron a un público que se entregó al litigio con furor. Mucho S.A.
Tras los fuegos artificiales que dan el pistoletazo de salida a las fiestas locales, Los Chikos del Maíz y Habeas Corpus… Riot Propaganda. Elegantes, con camisa blanca, pantalón negro, corbata y gafas de sol, “Plata o plomo” inaugura la guerra reivindicativa que iban a soltar al cielo madrileño durante poco más de una hora. El peso musical se lo lleva el rock casi metálico con la carga justa de los platos, mas la voz y lírica van de la mano del rap de los valencianos. El cóctel es incendiario y funciona en todas sus vertientes, quedando patente en la canción que da nombre a la banda, o la siguiente que cae: “Guerras púnicas”, en la que aprovechan para hacer un pequeño mannequin challenge y llevarse la ovación de sus entregados acólitos. Toni hace de portavoz para cargar contra las injusticias cometidas por usar la libertad de expresión, poniendo como ejemplos a Cassandra, César Strawberry o los propios S.A. antes de presentar “T.E.R.R.O.R.I.S.M.O”, primigenia colaboración entre ambas bandas, embrión de lo que hoy es Riot Propaganda. “El peso del tiempo” y “Danzad malditos” preparan “Criminales de guerra”, donde Mr. Chifly saca por primera y única vez la acústica. La siguiente que suena es “Hasta la victoria siempre”; el grito revolucionario que tenía que encabezar la voz de Nega, queda medio mudo porque el sonido del micro desaparece, teniendo que cederle el suyo M.A.R.S.. Piden wall of death para “La huelga”, nos dan rock con “Bienvenido al paraíso” y se largan con “El miedo va a cambiar de bando” como triunfadores absolutos. Emocionan, protestan y divierten. Todo en uno. Son el futuro.
En este punto nosotros emprendimos la retirada. Talco cerrarían la velada pero, aunque la temperatura global a lo largo del día no había llegado a desmadrarse, el frío y la cantidad de horas a la intemperie comenzaban a hacer mella seriamente. Bueno, bonito y barato, Rivas Rock progresa adecuadamente en un entorno donde parece haber encontrado su sitio tanto en fecha como en lugar, algo difícil en los tiempos que corren.
Por muchos más así.
Texto: Javier Pérez
Fotos: Sandro Santos
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