Crónica de Navarone: La munición preparada

25 febrero, 2016 12:36 pm Publicado por  Deja tus comentarios

Sala Azkena, Bilbao 

Siempre quedará hueco para los románticos. Pero no en el actual sentido baboso del término, sino en su acepción originaria, la que hacía referencia a tipos con agallas, con convicciones firmes, a los que no les importaba correr riesgos con tal de conseguir sus objetivos, aunque estos a veces no se vean recompensados como debieran.

Es lo que pasa hoy en día con muchos promotores aguerridos que se lían la manta a la cabeza y apuestan por grupos que apenas nadie conoce en la península, igual que si fueran exploradores que tratan de abrir senda a machetazo limpio en plena selva de la ignorancia. La empresa no es nada fácil, hace falta vencer muchas reticencias y pegarse buenos coscorrones, pero el triunfo de la propia voluntad no suele tornarse un camino de rosas.

Con la intención de insuflar savia nueva se presentaba esta primera incursión de los holandeses Navarone por la piel del toro, unos muchachos que ya venían avalados por excelentes referencias en su país natal.

Por ejemplo, llegar a abrir para las leyendas Uriah Heep o atraer la atención de los no menos históricos Golden Earring, cuyo frontman Barry Hay incluso ejerció una influencia determinante a la hora de bautizar a la banda.

Era una jornada complicada, día lluvioso y con otros conciertos interesantes en las inmediaciones, por lo que apenas una treintena de almas se acercaron hasta la sala Azkena, que volvió a contar con un sonido de auténtico lujo gracias a ese mago de pelo blanco que se ocupa de la mesa del garito. No desentonaba para nada en la velada la presencia de los rockeros alternativos locales [sholl], que remitían a figuras indispensables del panorama patrio como Héroes del Silencio o Sôber, aunque con una clara intención de trascender los límites y no enclaustrarse en un género concreto. Siguen estirando la vida de su debut ‘Un año de guerra’, elocuente testimonio de lo que pueden dar de sí en las distancias cortas. Una batalla de perseverancia.

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Sin ánimo ninguno tampoco de reducir el margen de maniobra, los jovencitos tulipanes Navarone tratan de fundir lo contemporáneo con lo añejo, atraer polos en apariencia antagónicos, como, por un lado, los inevitables clásicos Led Zeppelin o Deep Purple, y por otro, el demonizado grunge noventero de Soundgarden o Pearl Jam, eso sin olvidar destellos hacia los siempre en boga Muse o Radiohead.

Empezaron a calentar al selecto personal con “Highland Bull” y “The Red Queen Effect”, ambas piezas de su primer largo ‘A Darker Shade Of White’. No tardó en revelarse el poso atemporal del que hacía gala el voceras, evocando lo mismo a Steven Tyler que a Chris Cornell, unas influencias tan asimiladas que se convierte en una tarea titánica intentar desgajarlas de ese todo indivisible que conforma su sonido.

Pero no era ese el único atractivo de los holandeses en escena, mención especial merece su guitarra solista, que facturó punteos de quitar el hipo que no se despegaban del aire clasicote contemporáneo del conjunto. “On My Knees” podría convertirse en un somero ejemplo de las coordenadas en las que se mueven, donde la voz recordó de nuevo a unos Aerosmith pasados por un tamiz actual.

A pesar de la escasa parroquia, a los chicos se les notaba emocionados, tal vez por ello no se cortaron a la hora de arrancarse con temas nuevos, que no estaban mal, aunque en una primera gira por país ajeno lo suyo hubiera sido reincidir en el material ya editado, que es lo que los presentes podrían llegar a reconocer. Sus maneras eran de estrellas totales y si uno prestaba atención a lo compactos y rotundos que sonaban no tardaba en preguntarse por qué este grupo no llenaba pabellones, pese a que en su patria han protagonizado hasta algún anuncio televisivo de cerveza.

Con la vasta cultura musical que atesoraban, sorprendió que condescendieran en una versión tan trillada y poco agraciada para su estilo como el “Thunderstruck” de AC/DC, algo de Led Zeppelin, por citar algo, les habría pegado bastante más. Y sin duda uno de los momentazos de la noche fue “Wander”, uno de sus cortes más redondos en el que el cantante Merijn demostró de nuevo su extraordinario nivel vocal. Para seguirle la pista.

En la parte final del bolo torcieron el rumbo abruptamente al desenfundar su vena progresiva a lo Pink Floyd y enredarse en la pesarosa “Sage”, con un intervalo muy atmosférico con wah-wah y demás que a esas horas únicamente pudo desencadenar bostezos. No parecía la mejor opción para retirarse de los escenarios y ante la falta de entusiasmo del adormilado respetable hasta dudaron si hacer los preceptivos bises. Menos mal que la decisión de nuestra fotógrafa lo hizo posible cuando le preguntaron si tocaban una más y ella les respondió con aplomo que “una no, dos más”. Como debe ser.

Retornaron con otra pieza nueva de rollo más indie, antes de evocar la clase de los Kingdom Come de “Should I” y ya finiquitar con dignidad con su inmensa revisión del “Child In Time” de Deep Purple, con sus característicos alardes vocales y un gusto increíble a los punteos. Una exquisitez suprema, jamón de jabugo.

Una contienda desigual la de su cita bilbaína. Llevaban la munición preparada, las armas a punto, la orden de disparar los cañones podía llegar en cualquier momento. Solo un problema. Apenas había ejército al que someter.

Texto: Alfredo Villaescusa
Fotos: Marina Rouan

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Esta entrada fue escrita por Redacción

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