Crónicas

La Banda Trapera del Río + Turbofuckers: Veneno en las venas

«Hay que distinguir la auténtica provocación de la impostada»

Kafe Antzokia, Bilbao

Texto: Alfredo Villaescusa. Fotos: Marina Rouan

La de esos farsantes en realidad políticamente correctos que van de transgresores atacando a la Iglesia católica pero que no se atreven a hacer lo mismo con el terrorismo yihadista o con ese ridículo tipejo con barba hipster que profiere amenazas con un traje de Che Guevara de los chinos. Somos rebeldes para lo que nos conviene, para protestar en contra de los toros y cosas así, mientras callamos como señoritas de compañía ante las descabelladas tropelías de musicólogas y otros colectivos supuestamente oprimidos. Santo y seña de un país en el que un dictador murió plácidamente en su cama.

Menos mal que allá por finales de los setenta algunos lanzaban cócteles  molotov en forma de letras como La Banda Trapera del Río, pioneros indiscutibles del punk patrio, pese a que sus miembros nunca se identificaran en absoluto con ese movimiento. Pero su sonido corrosivo en plan The Stooges y sus textos vitriólicos que evocaban la vida en los barrios marginales de la periferia barcelonesa no dejaban mucho margen para dobles interpretaciones, tampoco lo hacía “La Regla”, que trataba un tema tan tabú en la época como la menstruación femenina y que únicamente se escribió con el afán de provocar, según admitió su autor Morfi Grey.

Los de Cornellá ya habían visitado el País Vasco hace escasos meses y en aquella ocasión no nos convenció demasiado ese toque excesivamente contemporáneo que chirriaba con su condición de luminarias con una trayectoria de más de cuatro décadas. Y se nos tildara de machista opresor, pero tampoco encajó contemplar esa vez encima del escenario a una fémina en minifalda, del mismo modo que no nos cuadraría en otros combos míticos como Sex Pistols o Eskorbuto. Y eso que uno está muy a favor de la proliferación de hembras tanto arriba como abajo de las tablas, pero hay ciertas cosas que desentonan igual que una voz gutural en una pieza popera. ¿O acaso se imagina alguien a Judas Priest con un pibón despampanante al micro? Pues eso, no pega ni de coña.

Turbofuckers

Turbofuckers

En plenas fiestas bilbaínas, el Kafe Antzokia presentó en un inicio un aspecto desangelado durante la actuación de los teloneros TurboFuckers, aunque el progresivo goteo de asistentes transformó al final el recinto en un jolgorio considerable. A eso contribuyeron los propios oficiantes que exhibieron agallas para levantar a un muerto con trallazos como “Mad Boys”, “Lady Infierno” o “Tu novio, tú y yo”. Sin pausas apenas para hablar, en la senda de los Ramones, aquello fue todo un chute de adrenalina con recuerdos a su antigua banda B.C. Bombs con “Demasiado cabrones” o “Día de muertos” y momentos épicos como la aparición de una leyenda local como Iñaki Ibarra de Los Rotos cantando “Brindando siempre a tu salud”.

Valga a modo de fidelidad a unos principios las palabras que el propio grupo colgó en redes sociales: “Algunos serán mejores, otros peores, más nivel, menos musicalidad...lo que sea y como sea, somos TurboFuckers y hacemos Rock and Roll tal y como lo vivimos, no hay mentiras, no somos tus amigos, no te vamos a guiar en nada, somos sólo una puta banda que como mínimo sale a comerse el escenario…”. A buena fe que lo lograron.

En tiempos en los que ofende todo deberían preservarse ejercicios de verdadera libertad de expresión como los que ofrecen La Banda Trapera del Río cada noche. Que no se cortan en anunciar de primeras que están desvirgados con “La Regla”, cuyos gritos de “¡Mamá! ¡Que tengo miedo!” resonaron en el recinto cual mantra, aunque hubiéramos agradecido la utilización de tomate y harina, tal y como hacían antaño incluso delante de personalidades como Santiago Carrillo en alguna de las fiestas del PCE en las que tocaron.

Lo primero que nos sorprendió es que en esta ocasión el sonido era apabullante, tan contundente que aquello a veces se acercaba más al heavy metal de los ochenta que al punk, pero eso tampoco tenía por qué ser malo. La formación estaba también muy por encima de la de su anterior visita, con un guitarrista soberbio que se marcaba solos de infarto y hacía hasta tapping, aunque sin caer en el tedio ombliguista, lo cual habría sido imperdonable en un grupo de estas características.

La-Banda-Trapera-del-Rio

Y al frente comandando la demolición a prejuicios atávicos, ahí teníamos al inimitable Morfi Grey rasgándonos el alma con su voz de lija que se asemejaba a esputos sonoros. Había un conocido tema de Larsen que decía “Nacido de la pota de un punk”, pues bien he aquí el producto de los desechos de la sociedad, esos tirados a los que nadie quiere y de los que se sigue apartando  la gente respetable. Los meterían a todos en un campo de concentración si pudieran. O por lo menos se intentarían separar de ellos, como quiere hacer la burguesía catalana del referéndum y el 3%.

El tremendo potencial del grupo actual quedó demostrado en los pasajes instrumentales de “Confusión”, cuyo comienzo de “Soy carne de hienas y tengo veneno en las venas, mi estómago es una hormigonera que deshace cubata y cerveza” debería figurar en cualquier decálogo de ortodoxia punk. El festín de himnos fue absoluto con “No dais la cara”, “Juventud tatuada” o esa glorificación a la fauna de extrarradio llamada “Venid a las cloacas”. Y hubo también espacio para las machirulas que desean prohibir ciertas canciones en “Misógino”, cuyo ritmo recuerda al “I’m Eighteen” de Alice Cooper y con una letra todavía polémica en 2017 con un estribillo que reza “Cerda, vete de aquí”. ¿Cómo se le ha pasado esto a la inquisición contemporánea?

Amagaron sin complejos con el popular riff de “Smoke On The Water” de Deep Purple antes de un “Aluminosis corporal” que tenía más de heavy que de punk y pocas cosas pueden suscitar tanta adhesión como el hedonismo juvenil de “Cómics y cigarrillos”. “Eunucos mentales” sigue asimismo rasgando vestiduras con frases del calibre de “la sociedad os considera normales, para mí sois repelentes”, puro inconformismo que se ríe a carcajadas de las aborregadas masas a las que aún les escandalizan las crestas y los pelos largos.

El final fue todo un derroche de bilis y vómito social con “Nacido del polvo de un borracho y del coño de una puta” y el salmo contra los opresores “Padre Nuestro”. El rock n’ roll salvaje de “Nos gusta cagarnos en la sociedad” desató bailoteos por el recinto y el colofón quizás se alcanzó con la bomba de relojería de “Curriqui de barrio”, con las estrofas recitadas por la concurrencia a pleno pulmón. Esto sí que era pura subversión y no esas ya recurrentes y domesticadas críticas a la Corona o a los toros. Oh, qué transgresión.

Una exaltación al lumpen y al proletariado que no se entendería sin la primera canción de rock duro en catalán “Ciutat Podrida”, la verdad es que poco se dejaron en el tintero aquella noche. Después de semejante subidón, tal vez los bises con “Monopatín” y “A mi dosis” se antojaran algo insuficientes y seguramente hubieran ganado en otra posición del repertorio. Pero una de las señas fundamentales del punk es apreciar la belleza dentro de la fealdad, así que no objetaremos nada al respecto. Es lo que hay.

Ni Eskorbuto ni ningún otro combo estatal jamás alcanzaron ese nivel de bilis desbordante que desprendían estos currelas suburbiales cuyas letras todavía siguen escandalizando, eructos malolientes para despeinar a mojigatos y recordar que la inmundicia nunca desaparece por mucho que la escondas debajo de la alfombra. Veneno en las venas a reventar.

Texto: Alfredo Villaescusa
Fotos: Marina Rouan

Jason Cenador
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Esta entrada fue escrita por Jason Cenador

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