Crónicas
Imperial State Electric: Festín para melómanos
«Hay veces en las que una conversación interesante o un simple gesto te puede alegrar un día entero»
Satélite T, Bilbao
Texto y foto: Alfredo Villaescusa
En una época en la que predomina ese postureo inmisericorde de quedar bien con todo el mundo o la peña que pone un arsenal de excusas cuando lo mejor es decir las cosas claras, sin paños calientes, se agradecen esos bálsamos espirituales que nos ayudan a elevarnos un poco por encima de toda la inmundicia que nos rodea. Los estercoleros de las redes sociales han favorecido sin duda alguna la falsedad y que tengamos que leer entre líneas para captar el verdadero significado de lo que nos dicen.
Que te pongan un domingo al mediodía a los suecos Imperial State Electric es un evento de esos impepinables que te quita de un plumazo cualquier resaca o tontería con la que uno venga de fábrica. Describir a estas alturas las bondades de Nicke Andersson, al que un servidor considera casi un representante de Dios en la tierra, es una tarea absolutamente estéril después de tantos discos y directos que deberían grabarse con letras de oro en la historia del rock n’ roll. Porque es difícil encontrarse a un tipo que sienta tanto la música y se deje tanto la piel sobre las tablas como el líder de The Hellacopters y también precursor del death metal en su país natal allá por principios de los noventa. Quizás sea una devoción desmedida, pero es que uno ve al hombre levantar el mástil mientras se esmera en un punteo de esos que deberían saltar chispas y se le saltan las lágrimas. Y por cierto, a Nicke se la pela el Facebook y demás.
Ya se barruntaba que el Satélite T iba a convertirse en una olla a presión por el tremendo poder de convocatoria de Andersson y compañía, podrían llenar una sala en condiciones y aquello no dejaba de ser un garito espacioso. Se cumplieron los pronósticos, las entradas se agotaron, pero por el estricto control de aforo dentro, no hubo apenas sensación de agobio, lo cual siempre debería alabarse frente a los miserables a los que solo les importa hacer caja y ahí te pudras o te deshidrates.
Sin esperar a la media hora de rigor de los bolos matutinos, Imperial State Electric se dejaron de zarandajas y nos sumergieron de lleno en una orgía eléctrica ya con las ínfulas sureñas de “Empire Of Fire” y pisaron a tope el acelerador con “Uh Uh”, una de esas piezas con las que te quedas turulato por su inmediatez. El rollo power pop de “All Through The Night” también nos conquistó por sus impecables melodías, que además bordan en directo, al igual que los coros. Profesionales al extremo, nosotros que llegamos allí medio mareados por la resaca, y ellos allí fresquísimos, como si fueran las diez de la noche, vamos.
La sombra de The Hellacopters sobrevuela en la trallera “Guard Down” antes de que dediquen a “las guitarras” “Anywhere Loud”, algo que no era necesario, pues pocos ejemplos existen en la actualidad en los que se pueda reverenciar tanto a las seis cuerdas. Sin cascársela ni caer en el onanismo indiscriminado, eso lo dejamos para los acomplejados, aquí de lo que se trata es de un instrumento de subversión, una “máquina que mata fascistas”, que decía el viejo Woody Guthrie, una hostia consagrada a la que los fieles rinden la devoción requerida cuando se eleva unos palmos sobre el suelo. “Tomad, comed y bebed todos de él”, faltaría añadir para completar la estampa de un culto oficiado en honor a la electricidad.
Había por ahí chicas con bolsos de Imperial State Electric, y hasta con camisetas de Gluecifer, ese tipo de cosas siempre nos emocionan, sobre todo entre tanto postureo y tanta petarda que permiten salir a la calle sin bozal. Si a eso sumamos a los habituales del panorama rockero bilbaíno, el ambiente solo podría calificarse de inmejorable. Que no os engañen, por mucho que uno vaya a su bola, en un concierto uno NUNCA está solo.
“Faustian Bargains” sirvió para que se recrearan en los punteos doblados como si fuera el ‘Alive’ de Kiss, cuyo espíritu reproducen hasta la saciedad. Y en “Just Let Me Down”, Nicke cede el testigo de la voz al guitarra Tobias Egge con resultados muy notables. Han configurado una banda apabullante en la que todos pueden asumir funciones vocales sin que chirríe en ningún caso, como si fueran unos Beatles contemporáneos.
“More Than Enough Of Your Love” encarna a la perfección esa simbiosis entre agallas y melodía, al tiempo que se antoja una declaración de amor a la electricidad en toda regla. Y sin apenas pausa se marcan “A Holiday From My Vacation” de ese ya lejano debut en el que demostraron que el legado de The Hellacopters no se iba a emponzoñar ni mucho menos, algo de lo que presumen con galones en “Down In The Bunker”, si nunca regresan al estudio, siempre nos quedará como consuelo que Nicke siga componiendo temazos de este calibre.
“Redemption” incluye un guiño al solo de “Free Bird” de Lynyrd Skynyrd antes de que “Deja Vu” vuelva a certificar el inmenso poderío a las voces intercaladas entre Andersson y el bajista Dolf De Borst. Uno de los picos fue precisamente cuando este último pilló el micro para cantar con cara de chalado un “Reptile Brain” que no se lo salta un gitano y que te alegra el día y casi hasta la semana. Inmenso, para fundir los mástiles.
Pasaron de hacer el paripé de salir y regresar al escenario, así que se arrancaron sin rollos con unos bises en los que desataron por completo su amor por la música atemporal con mayúsculas. Primero, con el “Fortunate Son” de la Creedence, pese a que tampoco había por ahí demasiado pureteo, y luego poniendo a la peña a menear el esqueleto con el “Why Don’t You Leave It Alone” de Ba Ba Thomas. Sigue siendo de lo mejor de sus bolos esa vigorosa parte final en la que se animan con los rocanroles y las punkarradas, aunque en esta ocasión echamos muy en falta el pepinazo “This is Rock N’ Roll” de The Kids.
Por lo menos hubo tiempo para dejarse la garganta con la piedra angular del punk norteamericano y global “Sonic Reducer” de Dead Boys, todo un tratado de nihilismo extremo en el que hubo hasta algún tipo volando. Y en “Throwing Stones” recordamos cuando la tocaban antaño con Dregen, a la par que la alargaban e introducían homenajes al “Day Tripper” de The Beatles o al “Paranoid” de Black Sabbath. Extasiados.
Un auténtico festín para melómanos que aprecian el rock en su sentido más amplio, pues sus shows están plagados de referencias que no suelen ser rebuscadas porque tampoco van de eruditos, sino de tíos sinceros que aman la pura electricidad. No se me ocurre un reconstituyente más potente para depresiones postvacacionales y otras zarandajas modernas. Una pizca de esto y a correr una maratón.
Texto y foto: Alfredo Villaescusa
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