Crónica de Elvis Costello: Magnetismo en la deconstrucción

7 junio, 2016 11:31 am Publicado por  Deja tus comentarios

Teatro Monumental, Madrid.

Una televisión “Lupe-O-Tone” recibía el público de este recinto madrileño tan poco habituado a conciertos de rock para recibir a una figura referencial en el rock de nuestros días. Llena de aristas e incoherencias pretendidas en su trayectoria, los prejuicios para un artista mutante en su presente y pasado quedaban prohibidos. Sacrilegio en la sala.

Las luces se apagaron y con esta señal inequívoca,el aparato mudó y dio paso a la presencia monocromática de Costello con el sonido de una guitarra polvorienta; su voz rota y pulida por fracciones de segundo, mimetizando con su instrumento, hizo el resto.

El color llegó y, con él, el concepto detrás del “Detour” se mostró: Costello desatado y completamente libre, tanto en su selección de temas, como en su verborrea habitual ampliada hasta límites (in)sospechados. Entre sus recuerdos, historias de niñez, homenajes de última hora a Mohamed Ali, y respetos obligatorios a su amigo Allen Toussaint (sonó su compartida “Freedom for the Stallion”).

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La desgarra llegó con cortes como “Accidents Will Happen”, con el espíritu de Daniel Johnston sobrevolando entre el respetable, o la hipnótica y emocionante “Church Underground”, incluida en aquel visceral y oscilante ‘National Ransom’ de 2010. “Shipbulding”, “Toledo” o “Ghost Train” representaban la reivindicación del legado, al tiempo que el guiño al público llegaba con una “Everyday I Wrote The Book”precedida por un rotundo “esta es una canción que odio”. En aquel momento no supimos si creerle o no.

Entre versiones redondas, como “Walking’ My Baby Back Home”, extendida por Nat King Cole, o aquella “Side By Side” que Cliff Edwards integró en nuestra memoria, los “hits” (si es que se pueden llamar así) no faltaron con una “Watching The Detectives” enterrada bajo diferentes capas de sonidos (que saliera o no con éxito depende de la apreciación del consumidor), los nombres propios de “Alison” y “Veronica”, y el genérico de “She” de Aznavour, perfecta. Al finalizar cada tema, la mirada desafiante y la guitarra en alto en búsqueda del calor del público se devolvía en forma de agradecimientos, chascarrillos y más canciones. Un trato justo.

La televisión se volvió a encender para mostrarnos una interpretación escalofriante de “The Greatest Love”, de nuevo con el fallecido Toussaint. El teatro, en rotundo silencio para un interludio grabado. La comunión dejó que la música traspasara todo. Tanto es así, que Costello regresó al escenario y la ovación no regresó hasta que aquellas notas de piano se desvanecieron. No hacía falta más, pero nos regaló una extendida “I WantYou” que rompió con la pureza técnica y emotiva de la anterior para demostrarnos que todavía tiene mucho que decir. El más difícil todavía,y el aplauso que dejó su marcha tras 210 minutos, inagotable.

Elvis Costello es puro magnetismo. Aunque quisiéramos, no podríamos evitar volver.

Texto y fotos: Sergio Julián Gómez (@sergio42)

Sergio Julián Gómez
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