Crónicas
Los Zigarros + Los Estanques: Ejercicio de arrogancia
«Decía Jorge Ilegal en el documental ‘Mi vida entre las hormigas’ que el rock n’ roll es ante todo un ejercicio de arrogancia. Esa misma que exhibieron Los Zigarros durante aquella noche en la que nos recordaron que todavía quedan reductos de incorrección política, energía a raudales o insolencia y chulería bien entendidas. Que nunca se pierdan tan necesarios valores.»
2 octubre 2021
Iradier Arena, Vitoria (Álava)
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
De unos años a esta parte hay que rebuscar entre los más sórdidos rincones para encontrar vestigios de actitud políticamente incorrecta en una pacata sociedad en la que ofende casi todo. Con el delirio habitual de los conversos se pretende regular asuntos tan intangibles como la intimidad entre dos personas y hasta acabar con supuestas miradas impúdicas sin precisar a partir de qué segundo se considera que un simple vistazo supera la categoría de lo decente. Con este parroquial panorama no sería descabellado imaginar que en breve se empiecen a dirigir los dardos hacia los grupos que aún utilizan expresiones como “nena” en sus canciones. Que alguien aplique un correctivo a esos desalmados opresores.
Los valencianos Los Zigarros representan a ese sector que sigue fiel a las maneras de antaño, que todavía en los bolos dice cosas como “un poquito de rock n’ roll” y ejecuta poses grandilocuentes que en cualquier otro contexto se entenderían como un arrebato de chulería. Pero no nos engañemos, lo de subirse a un escenario siempre fue bastante de sobraos, por eso se entiende que hayan quedado incrustadas en la memoria instantáneas como la de Paul Simonon de The Clash destrozando su bajo o los míticos molinillos de Pete Townshend de The Who que tantos copiarían después. Los excesos a veces están bien vistos.
Por su buena reputación en directo, no sorprendía demasiado que la banda de los hermanos Tormo también estuviera convocada para una de las últimas jornadas de la edición especial del Azkena de este año. El día anterior el recital del veterano Loquillo se vio lastrado por un deficiente sonido, algo que por suerte no se repitió en esta ocasión, y además hubo una nutrida multitud muy predispuesta al rock que se quedó literalmente con las ganas de disfrutar de un repertorio más extenso. Decir que triunfaron sería incluso tirar por lo bajo.
Calentaron el ambiente los cántabros afincados en Madrid Los Estanques, que le dan al pop psicodélico de destellos setenteros con notable desparpajo. Es evidente que gozan de un abanico impresionante de influencias que van del funk al hard rock y no es descabellado que ciertos fragmentos recuerden lo mismo a Queen por sus ínfulas operísticas que a adelantados para su época como Los Pekenikes, en especial a su preciosista “Cerca de las estrellas”.
Su talento está fuera de toda duda, otra cosa es que te cautive su rollo progresivo que en determinados momentos se hace un tanto pesado. Por lo menos para un servidor, aunque desde aquí animamos a escuchar una chaladura como “Soy español, pero tengo un kebab” y que cada cual emita su propia opinión. Para gustos, colores.
Menos mal que ese tipo de disyuntivas se disipan con Los Zigarros, que apelan a algo más visceral, a la juerga y demás pulsiones básicas en el ser humano. No es necesario intelectualizar sobre eso, o se siente o no, punto. Sus riffs rotundos en la escuela AC/DC o Status Quo no permiten mucho margen de maniobra y nos congratulamos enormemente de que así sea. Para ponerse exquisitos ya existen otro tipo de grupos.
Nos contó Ovidi que decidieron el repertorio en el último momento y lo cierto es que el bolo de esa noche nada tuvo que ver con el que presenciamos en el Sonorama poco más de un mes antes. Para empezar, no se trataba de un festival, sino de un concierto propio, por lo que los ánimos de los seguidores andaban por las nubes. Era otro entorno, en definitiva.
Emularon a M Clan en “Con las manos rotas” y estremecieron al respetable a base de riffs guitarreros en “Queda muy poco de mí”. Y si en “No obstante lo cual” no andas ya tocando un instrumento imaginario y agitando la cabellera es que algo falla en tu interior. Cómo se agradece la ortodoxia en determinados instantes, como cuando te cascan a toda mecha el “Mis amigos” de The Flying Rebollos. Brutal, puro rock n’ roll.
“Malas decisiones” dispone también de guitarrazos de los que se te saltan las lágrimas. El chulazo Ovidi se arrodilló como una estrella para “Dispárame” antes de que siguieran pillando altura con “Cayendo por el agujero”. Había tantas ganas de participar en esta fiesta colectiva que incluso pudieron explayarse en ese clásico numerito que solía hacer Freddie Mercury de mandar a la concurrencia repetir sus gorgoritos.
“Resaca” nos puso de nuevo a cien, al igual que “Voy a bailar encima de ti”. Nunca olvidaremos aquella vez en la que estábamos con el compi Jason Cenador y otros colegas suyos en el Wurlitzer a las tantas de la madrugada y con ese último temón que mencionamos se montó un desparrame muy serio, con peña invadiendo la pista de baile que también sirve de escenario. ¿Quién dijo que el rock estaba muerto? Ni de coña.
Impagable resultó del mismo modo la estampa de Álvaro y Ovidi tirados por los suelos punteando, solo les faltó darse golpes en el pecho como King Kong después de semejante derroche de electricidad. “Hablar, hablar, hablar…” mantuvo el acelerón en la estela de Tequila e incluso continuaron apelando a las emociones en ese tremendo canto de desamor llamado “Desde que ya no eres mía”. A los tipos duros siempre les pierde lo mismo.
Ovidi incitó a echar el resto en “A todo que sí” y “No sé lo que me pasa” destiló épica a raudales y hasta se enredaron con punteos como si fueran un grupo de rock progresivo. Venga, subamos a la montaña solo para divisar el paisaje. Ya habría momento de bajar en barrena con el primer bis “Dentro de la ley”, más glorioso raca raca con letra para escandalizar a la curia moderna. Los saltos brotaron por doquier, sobra decirlo.
A estas alturas la mayoría desafiaba a la ley vasca permaneciendo de pie, nadie acataría las normas con “¿Qué demonios hago yo aquí?”, que contó además en su parte final con una acelerada en plan country en la que evocaron el “My Generation” de The Who. “¡No podemos tocar más!”, decía un contrariado Ovidi mientras el público comía de su mano, consciente de que la cosa se pudo alargar todavía más si no existiera un horario establecido para terminar el espectáculo. En fin, ojalá recuperemos en breve la libertad plena.
Decía Jorge Ilegal en el documental ‘Mi vida entre las hormigas’ que el rock n’ roll es ante todo un ejercicio de arrogancia. Esa misma que exhibieron Los Zigarros durante aquella noche en la que nos recordaron que todavía quedan reductos de incorrección política, energía a raudales o insolencia y chulería bien entendidas. Que nunca se pierdan tan necesarios valores.
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1 comentario
Otro gran concierto por parte de una de nuestras mejores bandas como son los valencianos LOS ZIGARROS a través de esos rockeros y cañeros temas con el mejor sabor a los TEQUILA y presentando su último álbum de estudio de hace unos dos años.