BOB DYLAN: EL ARTISTA DE LAS MIL CARAS

12 julio, 2012 3:26 pm Publicado por  4 Comentarios

Explanada del Museo Guggenheim, Bilbao

Existen personalidades tan complejas que no se pueden resumir de un solo trazo sino que requieren un pormenorizado estudio en torno a la vida y obra del sujeto en cuestión. Habitualmente vemos en las redes sociales una cara concreta de un individuo, otra faceta la encontramos en las relaciones de tú a tú, y los más privilegiados, cuentan con un altavoz inmejorable a través de la creación artística.

Pero el inefable bardo de Minnesota ni siquiera respeta las convenciones en ese aspecto: se niega a recoger premios, no concede entrevistas y no le gusta que le hagan fotos. Por si fuera poco, el genio en sus recitales se muestra tan voluble y caprichoso como una jovencita indecisa cuyos favores dependen más bien de la posición de los astros que de aquello que nuestros mayores llamaban perseverancia.

Acudir a un concierto de Dylan es ante todo un acto de paciencia infinita, un sentimiento casi divino labrado por un mito que se sitúa la mayor parte de las veces por encima del bien y del mal. Porque nunca sabes lo que te vas a encontrar. Quizás el hombre ese día esté de buen humor y regale clásicos a punta pala, a su peculiar manera, eso sí. O tal vez no ande con mucha alegría y le apetezca repasar lo más sibarita de su cancionero sin importarle un comino la opinión del respetable. Por ejemplo, en Montreux, Suiza, antes de iniciar la gira por nuestro país, apostó por un formato eminentemente instrumental, con temas más pausados de lo habitual y una voz, que según los cronistas, hoy en día suena demasiado cascada.

¿Cuál de sus múltiples caras nos enseñaría esa noche el enigma de Duluth? Pronto lo descubriríamos. Con una leve tardanza y una explanada concurrida, aunque sin llegar al lleno absoluto, Bob Dylan aparecía acompañado de sus pulcros hombres de traje gris en un escueto escenario minimalista presidido por una especie de ojo de Saurón con una corona por encima. No hubo sorpresas respecto a la anterior fecha en el país alpino, “Leopard-Skin Pill-Box Hat” inició un bolo en el que la improvisación mandaba, con unas delgadas líneas rojas de condescendencia, pero que en cualquier instante podrían esfumarse a petición del artista.

Raspando el alma cual Tom Waits, “Man In The Long Black Coat” elevó su figura hasta la estratósfera, al tiempo que se atropellaban esas dotes interpretativas que lleva muy adentro y que consiguen insuflar grandilocuencia a su extenso catálogo. La primera parte del concierto fue sin duda para eruditos en la materia, muy espesa, alargando las piezas hasta la extenuación y rozando el aburrimiento. Valga a modo de muestra esa irreconocible versión de “A Hard Rain’s A Gonna Fall” transformada en una suerte de balada para enamorados de la que únicamente respetó la letra y el estribillo muy a la lejanía.

Como ya le hemos visto en un par de ocasiones, contábamos de antemano con esa peculiar manía suya de cambiar los temas de arriba abajo hasta que la tarea de dar con el título se antoje poco menos que imposible, por lo que tampoco nos sorprendió. Es lo que hay. Pretender escuchar los cortes tal cual suenan en el disco en su caso se convierte en un lujo asiático que conviene desterrar para evitar decepciones. Eso no quiere decir que se traten de ocurrencias desafortunadas que empañan los himnos originales, tenemos de todo, como en botica, idas de olla instrumentales capaces de hacerte bostezar o matices desconocidos que engrandecen la pieza en cuestión y que te invitan a mirar las cosas con otros ojos. Un lavado de jeta que a menudo no suele ser del gusto de los puristas.

La rockera “Highway 61 Revisited” devino en un blues marchoso, extendida, por supuesto, y con unos punteos de tocar el cielo, a la par que unos cuantos jugueteos con el piano a cargo del astro. Sinceramente,  por su atmosfera, se podría haber disfrutado más en cualquier garito de carretera lleno de humo que al lado de un museo al aire libre.

El momento cumbre llegó con la fantasmagórica “Ballad of A Thin Man”, que ofició completamente de pie con la elegancia de un crooner y esa característica voz de lija que se te mete hasta las entrañas. Un efecto además acrecentado por un eco en el que resonaba cada verso por el recinto y que le otorgaba un aura mesiánica a su interpretación. Decir que sonaba como en el 66 sería harto descabellado, pero esta adaptación madura, desesperada y decadente fue realmente de poner los pelos de punta. Lo habría ya rematado si hubiera aparecido fumando y con gafas de sol para dar más dramatismo al asunto. Todo no se puede pedir.

El sopor anterior parecía una mala pesadilla que no iba a regresar, de eso se encargó la soberbia “Like A Rolling Stone”, mutada siguiendo la tradición, aunque no fuera inconveniente alguno para que la peña se desgañitara en el estribillo.  Ya la puede tocar como una ranchera o una sardana que un himno semejante tiene garantizado la aprobación popular. El hombre estaba de buen humor, no cabe otra.

Y siguiendo la racha, “All Along The Watchtower” le quitó la fama de antipático que no se preocupa por su público. Si a ello le añadimos unos punteos fabulosos, cortesía de Charlie Sexton, el resultado puede ser para tocar el cielo. En otras ocasiones, acababa el tiempo programado y el de Minnesota huía en un bus negro como alma que lleva el diablo. Pero aquella noche estaba contentillo, hasta sonrío y todo, por lo que condescendería con un bis de altura, “Blowin’ In The Wind”, despojada del halo folk y más cercana al rollo blues, un perfecto epílogo a una actuación in crescendo.

A pesar del apoteósico final, todavía habrá quienes le acusen de avinagrado o pesetero, lo cierto es que su eterna pose de anti artista es un ejercicio de integridad sin igual en los tiempos que corren. Aquella noche venció su mejor perfil. ¡Grande Bob!

Alfredo Villaescusa

Redacción
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4 comentarios

  • Andrés dice:

    Jo, y no toca la de Nokin ona jevens dor, qué mal...

  • juan diego dice:

    A su edad un grande a la altura de los stones.Personas asi no deberian de morir nunca!!!

  • Jesús dice:

    No creo en ningún momento que este tío sea pesetero. Sería más fácil para él estar sentado en el sofá de casa, incluso ahí gana dinero. Es toda una institución en el rock. Está en la brecha porque le gusta y es un músico como la copa de un pino, sigue sacando magistrales trabajos, da giras a su edad...
    Ha decidido que sus canciones de siempre no tienen por qué sonar siempre igual y arriesga. Cada directo es diferente.
    Segun el actor Jack Nickolson (amigo y, en otro tiempo, vecino) el tío colecciona los conciertos suyos que circulan de manera pirata por internet, je,je...

    ¡Un saludo a todos!

  • Jesús dice:

    Se me olvidaba, muy buena la crónica. Me gustó.

    ¡Nuevo saludo!

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