AZKENA ROCK: PRIMERA JORNADA
18 junio, 2012 10:06 am 1 Comentario
Los veteranos en pie
En los tiempos inciertos que nos ha tocado vivir la gente necesita algo en lo que creer, algo que les permita levantarse cada mañana y aguantar el chaparrón que está cayendo. Estamos continuamente escuchando la temible palabra recortes más que en toda nuestra jodida vida, la desesperación se palpa en cada esquina y la suerte de parientes, amigos y semejantes parece pender de un hilo. Pero hace falta dar la vuelta a la tortilla y que empiecen de nuevo a proliferar por nuestro vocabulario palabras como ilusión, esperanza, crecimiento, recuperación o justicia.
A algunos les basta con seguir las hazañas de la Roja, a nosotros eso nos la trae al pairo y lo que de verdad nos pone son cosas más bien diferentes, del tipo de escuchar a cientos de personas entonar en un garito al unísono el “Kick Out The Jams” de MC5 a eso de las seis de las madrugada o encontrarse con gente que realmente entiende de música, un milagro similar al de la aguja en el pajar o eso de los tréboles de cuatro hojas.
Tales gestas son posibles en el festival Azkena vitoriano, que este año ha sufrido las consecuencias de la crisis en la desaparición de aquella guía de papel tan útil para visitantes y periodistas o en la apretada agenda de actuaciones que provocaba que varias de las propuestas se solapasen. Había en esta edición además un tercer escenario, un experimento ya iniciado el año pasado y que en esta ocasión acogía sin problemas a nombres consolidados o con notable tirón, caso de The Union o Steel Panther.
Sin mayor dilación, vayamos a lo que dio de sí una calurosa jornada inicial con la prometedora cifra de 12.474 asistentes. El primer plato fuerte de interés llegaba con Blue Öyster Cult, a los que habíamos catado unos años antes en el BBK Live. El quinteto neoyorquino capitaneado por Eric Bloom demostró su buen hacer gracias a auténticos temazos del calibre de “Burning For You” o ese himno que ya forma parte de la historia de la música llamado “Don’t Fear The Reaper”.
Pasando del cantautor americano Israel Nash Gripka pillamos posiciones para la esperada descarga de adrenalina de Twisted Sister. En una época en la que día sí y día también aparece una banda legendaria que decide volver a la carretera hay que saber distinguir el grano de la paja. Y en ese aspecto, Dee Snider y los suyos son glam metal de muchísimos kilates, a una distancia estratosférica en directo de figuras de la talla de Mötley Crüe, Bon Jovi y tantos otros colegas del rímel y los cardados.
Cuando te disparan a bocajarro de primeras “The Kids Are Back” y “Stay Hungry” hay que agarrarse los machos, y si encima acompaña un sobresaliente sonido poco más se puede pedir. Un Dee Snider pletórico, lleno de vitalidad y capaz de pegar un repaso en el escenario a cualquier compañero de fatigas de su época o a los ignorantes que les criticaban comandó a los fieles igual que un sumo sacerdote, mientras el guitarra Jay Jay, sin peluca, lucía todo orgulloso una camiseta de Euskadi y se hacía el simpático.
El repertorio fue intachable, con momentos para el desenfreno (“You Can’t Stop Rock N’ Roll”), piezas inusuales (“Wake Up The Sleeping Giant”) y baladas para tocar la fibra sensible (“The Price”). No tardó en sonar el esperado “We’re Not Gonna Take It”, que interrumpieron en seco para preguntar quién estaba en realidad cantando “huevos con aceite” antes de continuar ellos haciendo lo propio para regocijo de la multitud.
Quizás se les fuera un poco la mano alargando el canturreo con el público en “I Wanna Rock” pero no tuvieron problema en enmendar la plana con un soberbio “Come Out and Play” y el impepinable “S.M.F”. Esperábamos también el “It’s Only Rock N’ Roll” de los Stones que tocaran unos días antes en el Sweden, salvando ese detalle, nos quedamos sobradamente satisfechos, uno de los conciertazos del festival, sin duda.
Por ir a tirar fotos apenas pudimos catar unos breves minutos a Graveyard, pero en ese intervalo nos engatusaron con sus atmósferas psicodélicas y pesarosas deudoras hasta las cachas de Black Sabbath o Led Zeppelin. Nos habríamos quedado de buena gana con el colocón, pues dieron una clase magistral de cómo los sonidos añejos pueden alcanzar en directo la misma intensidad y contundencia que cualquier propuesta contemporánea.
Está claro que siempre les acusaran de predecibles y de no pasar de sus famosos tres acordes, no creo que ese tipo de cosas les quiten el sueño a estas alturas a los veteranos Status Quo, que a lo largo de su prolífica trayectoria han alcanzado una perfección en lo suyo difícil de igualar. Son de la vieja escuela de la vida, esa que se refiere a normas tácitas del estilo de pasar los porros o darlo todo por los colegas, por lo que no sorprende que se dejen la piel con los fans.
Con un comienzo realmente trepidante a base de “Caroline” y “Something ‘Bout You Baby I Like”, los solos de guitarra de Francis Rossi y Rick Parfitt elevaron la temperatura y no les costó ganarse el favor del respetable con sus míticos éxitos “Whatever You Want”, “What You’re Proposin’” o el inevitable “In The Army Now”, sin descuidar su última entrega ‘Quid Pro Quo’, que se vio bien representada por “Rock N’ Roll N’ You” y “Let’s Rock”. Una fiesta impresionante de la que era complicado abstraerse.
La verdad es que el rollo ese de tangas de leopardo y demás horteradas siempre nos ha dado cierto repelús, por lo que tomarse en serio a Steel Panther se hacía harto complicado. En un ejercicio de bondad sin precedentes, dejamos los prejuicios de lado y tratamos de disfrutar de lo que tenían que ofrecernos estas reinonas de la laca: un espectáculo puramente visual con un bajista que hasta se sacó el espejo y pintalabios mientras procuraba que no se le estropease el tocado. Salta a la vista que son una caricatura glam al milímetro de las poses y actitudes ochenteras, desde esas letras con títulos dignos de licenciados en Harvard como “17 Girls In A Row” o “Death To All But Metal” hasta el clásico numerito de mandar enseñar tetas, que independiente de que guste o disguste ver domingas, no deja de ser un tanto humillante para las féminas.
A pesar del sonido eminentemente pregrabado, por lo menos pasamos un buen rato, suponemos que esa es la única finalidad de los conciertos de esta gente. Para los que busquen profundidad intelectual o virtuosismo técnico mejor que salgan escopetados. La versión angelina de las pelis de Pajares y Esteso.
No podemos decir lo mismo de los aburridos Pentagram, pioneros del doom metal que se formaron allá por 1971y que, si tenemos en cuenta lo que vimos en directo, no han sabido envejecer muy dignamente, en especial su vocalista. Quizás se trató de un cambio demasiado brusco, o que sinceramente no eran horas, pongámonos en situación: doce y pico de la noche, algunos curraban al día siguiente…y una banda que más que tocar se arrastraba.
Los barakaldeses Porco Bravo, por el contrario, incendiaron el recinto a base de pirotecnia, la cabeza de jabalí que suelen sacar en sus bolos y guitarrazos que se metían hasta el tuétano en la estela de Turbonegro o Backyard Babies. Unos macarras que no dudaron en desearnos que ‘nos dieran por culo por ahí’ mientras atronaban temas cargados de actitud, chulería y talento a raudales. La cantidad de peña congregada prueba que muchos pensaban lo mismo, imposible dormirse con ellos.
El fiestón no iba a decaer con el punk céltico de Dropkick Murphys, que encendieron el polvorín de un plumazo con “State Of Massachusetts” y aquello se transformó en un garito irlandés plagado de bailes y cánticos de borrachos que pululaban por doquier en ese momento, era la hora bruja. “Deeds Not Words” y la popular adaptación tradicional “Johnny, I Hardly Knew Ya” impidieron que la peña tuviera la mínima tentación ni tan siquiera de cabecear o cerrar los ojos por un instante. Pocos directos se pueden ver hoy en día que inciten tanto a la farra descontrolada. ¡Let’s Go Murphys!
Un epitafio perfecto a una velada que demostró que por más que pasen las décadas algunos veteranos siguen en pie y con las mismas ganas e ilusión de la juventud, un espejo en el que tantos deberían mirarse. Ahora sí podíamos dormir tranquilos.
Texto: Alfredo Villaescusa
Fotos: Juanlu Herranz
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1 comentario
No puedo dejar de recomendar a Graveyard. Coj**udos.