ANARI: EN BLANCO Y NEGRO

5 diciembre, 2014 3:57 pm Publicado por  1 Comentario

AnariKafe Antzokia, Bilbao

“Alguien se encontró con una cebra y le preguntó si era blanca con rayas negras o negra con rayas blancas, a lo que la cebra le respondió: Y tú, ¿qué eres? ¿Alegre con días tristes o triste con días alegres? ¿Bueno con cosas malas o malo con cosas buenas?” Valga esta cita de Joseba Sarrionandia para resumir esa naturaleza dual presente en muchas creaciones que no resisten la obsesión por la categorización contemporánea y tampoco admiten el concepto gris como posibilidad definitoria. El universo dispone de una amplia gama de matices capaces de marcar la diferencia en la búsqueda por la precisión requerida.

Una metáfora que ya ha utilizado e incluso convertido en seña de identidad la cantautora vasca Anari en su disco ‘Zebra’ de 2005. Porque en su propuesta ambivalente caben el dolor y la ternura, el ying y el yang, luz y oscuridad, sin que ninguno de los elementos intente comerse o avasallar al otro, sino respetando la identidad de cada uno y lo que aportan al conjunto. Y si lo trasladamos al plano estrictamente musical, no solo acercándose a tipos crepusculares como Nick Cave o Nacho Vegas, sino dejándose contagiar por la épica fronteriza de Neil Young, el poso poético de Patti Smith o la audacia estilística de PJ Harvey, quizás la figura con la que más suelen comparar a la artista de Azkoitia.

Y pensar que su entrada en el mundo de la música respondió a la pura casualidad, “la casualidad lleva a menudo a la causalidad”, como ella misma dice en su página web. Y eso a buen seguro fue lo que la llevó a juntarse con Psych Out para tocar la batería y luego debutar de solanas allá por 1997 con un trabajo homónimo éxito de crítica rodeada de un puñado de colaboradores del terruño que alejarían su palo de la imagen habitual del cantautor solitario acompañado únicamente de su guitarra.

Su actuación en el Antzoki bilbaíno se enmarcaba dentro de la decimoquinta edición de ‘Udagoieneko Ostera’, un circuito multidisciplinar que trata de acercar la producción cultural en euskera a teatros y salas de Bizkaia. Y desde luego el evento contó con la aprobación del público, que abarrotó el recinto hasta los topes, algo que tampoco sorprendió, dada su aceptación general entre féminas y euskaltzales de a pie.

En una onda similar a la protagonista de la velada se movían los teloneros Napoka Iria, con su folk melancólico que no renuncia a picotear en otros géneros, de hecho, admiten como influencias a Pearl Jam, PJ Harvey o Jeff Buckley y han llevado a su terreno versiones de Radiohead o Neil Young. Había que pillar con ganas a este dúo, sobre todo en los momentos sosegados, pero se crecían en cuanto daban rienda suelta a la electricidad. La prodigiosa voz de Miren con poso soul mantenía la atención y su compi a la guitarra también destacaba sobremanera en el aspecto técnico. Interesantes.

Volviendo otra vez a la metáfora de la cebra de la que hablábamos al principio, cada persona dispone de diversas facetas que no son excluyentes, sino complementarias, y lo mismo pasa con las canciones de Anari, que quizás en estudio parezca que predomina el rollo intimista y doliente, mientras que en directo la actitud es rockera total, según la tradición de Neil Young o Patti Smith. Hay una banda de acompañamiento con personalidad propia, del mismo modo que aquellas de las que se rodeaban los músicos antes mentados, en la cual destacaría ese guitarra con pintas a lo Blixa Bargeld (Nick Cave & The Bad Seeds) que al final se fumó un cigarro y se atusó el pelo con actitud.

Está claro que su repertorio denso no invita al fiestón y probablemente no sea lo más adecuado para un día de ánimo bajo, pero la dimensión eléctrica que cobran sus temas en las distancias cortas ayuda a cambiar la perspectiva. La guipuzcoana anduvo muy bien a la voz, que sonó profética, elevándose entre marañas de riffs, y se lucía en sus característicos tonos dolientes, caso de “Txori Beltzak”, uno de los instantes más sentidos del recital.

Lo suyo no es un género para abrazar de inmediato, pero el personal fue metiéndose progresivamente en su rollo, cabeceando con moderación, o desatándose en la inevitable “Zebra”. Los paralelismos con Neil Young no se limitaban únicamente a la configuración de la banda, sino que se reproducían en los solos y en piezas épicas intensas que remitían incluso a “Cortez The Killer”, aunque con mayor carga poética.

Ya le habíamos visto anteriormente el año pasado en el festival BIME, pero aquel entorno no le hacía la suficiente justicia tanto como el legendario café-teatro bilbaíno, donde siempre quedaba la posibilidad de darse el baño de fieles bajando unas pocas escaleras, algo que por supuesto hizo finalmente. No era casualidad que eligiera ese emblemático lugar para grabar un EP en directo en 2008, en lo que fuera la primera referencia de Bidehuts, discográfica creada junto a miembros de Inoren Ero Ni y Lisabö.

Pero uno de los indiscutibles momentos emotivos del show fue cuando invitó al dúo telonero para interpretar con ellos “Harriak”, con un contraste alucinante en el estribillo entre la voz luminosa de Miren y los tonos quebrados de Anari. Y con este espectacular colofón se retiró brevemente para volver en solitario con su inseparable guitarra en “Efemerideak”, con un silencio sepulcral recorriendo la sala.

La soledad en plural se materializó en “Gu”, himno a “los desterrados de corazones ajenos”, los que no nos agarramos a nada ni a nadie”, los diminutos fotogramas de una película en blanco y negro en la que no sobra ninguna escena y que solo puede entenderse prestando atención a cada minúsculo detalle. Es en su pura esencia, como decían los estetas, el arte por el arte. El arte a imitación de la vida.

Texto y foto: Alfredo Villaescusa

 

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1 comentario

  • Juandie dice:

    Solo le basto a ANARI una guitarra eléctrica junto con su gran voz cantando en vasco y su buena banda de acompañamiento para brillar esa noche en una mitica sala como el ANTZOKIA y eso no es "casualidad"!!!

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