NIGHTWISH: IMAGINAERUM

Nuclear Blast
8/10

 Como si de un filme fantástico se tratara, con su introducción y sus créditos finales, así se presenta esta nueva obra de los finlandeses comandados por Tuomas Holopainen, un monumental y ambicioso proyecto que acompaña a la película del mismo nombre que llegará a la gran pantalla el próximo año. Por lo tanto, no cabría otra cosa que esperar que se potenciara sin pudor alguno la faceta más dramática y cercana a las bandas sonoras de los de Kitee, aunque este lanzamiento también sea la evolución lógica de ‘Dark Passion Play’.

 Aquellos familiarizados con el anterior trabajo encontrarán un sinfín de detalles reminiscentes, caso de la misma portada, el sinfonismo desaforado o esas extensas piezas grandilocuentes a las que ya nos tienen acostumbrados.

Pero también existen marcadas diferencias, por ejemplo, la predilección por los musicales de Andrew Lloyd Weber y similares parece en este álbum mucho más acusada que nunca, al igual que la voz de Anette Olzon, que gana enteros en personalidad y no se resiente tanto de la sombra alargada de Tarja, desterrada ya a los abismos de un pasado lejano que ni hace falta recordar, estas canciones han nacido sin duda para ser interpretadas por la actual vocalista y no podrían entenderse de otra manera.

 Marco nos da la bienvenida en finlandés en “Taikatalvi” antes de dejarnos contagiar por la inmediatez del primer adelanto del disco “Storyline”, con un estribillo sensacional y un interludio pomposo en total consonancia con la trayectoria del grupo. El contraste entre la desgarradora voz del bajista y la dulzura de Anette en “Ghost River” ya lo hemos escuchado anteriormente, pero no por ello merece desecharse este prodigio compositivo de poner los pelos de punta. El aire jazz cabaretero de “Slow Love Slow” sorprenderá a más de uno y no resultara complicado imaginarse a la cantante con un vestidito mono vintage entonando esas líneas en un garito trufado de humo y alcohol a altas horas de la madrugada, susurrando ese ‘I’m not lonely…’ entre saxofones de fondo.

Imposible olvidarse de las melodías de inspiración celta de “I Want My Tears Back”, una de las joyas del redondo, la preciosista balada de “The Crow, The Owl and the Dove” o “Last Ride Of The Day”, una de las mejores piezas que hayan compuesto en su trayectoria. Por supuesto, no falta la característica ópera dividida en varias partes llamada “Song Of Myself”, que en esta ocasión trae a colación al poeta norteamericano Walt Whitman, autor del poema homónimo incluido en un fragmento de seis minutos. El broche lo pone ‘Imaginaerum’, una suerte de adaptación instrumental de los principales motivos del álbum.

En resumen, tenemos una continuación bastante razonable del espíritu de ‘Dark Passion Play’, pero añadiendo cierta espesura y una complejidad digna de los grandes compositores clásicos.  Se necesita tiempo para asimilar el tremendo barroquismo de la propuesta, una vez que se traspasa el umbral hacia ese mundo de fantasía sin par cuesta desandar el camino y volver atrás. Puro escapismo.

Alfredo Villaescusa

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