Crónicas

Zeal & Ardor + Foscor: Metal profundo y sincero

«Resulta doblemente gratificante descubrir bandas que se postulan como estandartes de la música de calidad a la par que desarrollan su propio estilo»

18 diciembre 2018

Sala Copérnico, Madrid

Texto: Álvaro González. Fotos: Nerea Mayor

2018 se aproxima a su final. En tan solo unos días volverán a estar en boca de todos esos falsos objetivos autoimpuestos con tal de intentar justificar el más reciente pasotismo, sin pararse a pensar en que realmente nada cambia a lo que llamamos propósitos de año nuevo. Quizás haya que invertir la fórmula y hacer balance de los últimos doce meses habiendo comenzado con una tabula rasa sin ninguna meta específica. Acabar con unas expectativas que, si bien son las que en muchas ocasiones hacen a uno seguir adelante, terminan por difuminar la verdadera felicidad que produce, por ejemplo, un espectáculo como el de anoche.

No era la primera vez que sabía de la enigmática banda liderada por Manuel Gagneux. Resulta hasta hiriente reconocer no haber prestado la atención que merecía al escuchar las primeras recomendaciones e incluso preferir ver a quién sabe qué otro grupo en la última edición del Hellfest. Pero un profundo repaso a su música durante las jornadas previas a esta cita convence a cualquiera.

Antes, tendría el turno Foscor, formación barcelonesa que practica un metal que coquetea con el stoner rock dando como resultado un sonido que verdaderamente atrapa. Ofrecieron un setlist tal vez algo escaso, pero que encajaba perfectamente con la atmósfera que se respiraba en la sala. Fiar y su séquito recibieron los primeros vítores del público después de encadenar “Instants” y “Ciutat tràgica” con verdadera maestría, sentando las bases de esa sensación de respeto de los asistentes que contrastaba con la verdadera caña que despedían los altavoces.

La segunda mitad de la actuación contó con un par de momentos en los que el vocalista mostró su agradecimiento a los organizadores por tener la oportunidad de cerrar su gira en Madrid y Barcelona. Sembrando la duda tras mostrar sus deseos por volver a vernos  -quizás con un nuevo álbum bajo el brazo – Foscor se despidió con un “De marges i matinades” que sonó atronador pese a las condiciones de una sala que empobrece demasiado el sonido.

Durante los siguientes veinte minutos los técnicos retiraron todo el equipo empleado previamente y pusieron a punto los bártulos de Zeal & Ardor, entre los que destacaba un pie con dos micrófonos que sería el atril desde el que el guitarrista y vocalista suizo-americano recitaría su particular misa. “Sacrilegium I” precedió a las cinco figuras encapuchadas a contraluz que hicieron acto de presencia en el escenario mostrándose desafiantes ante el público. Puedo confesar sin miedo a equivocarme que durante unos instantes me pareció tener frente a mí las personas más molonas de todo el planeta. Y ni siquiera habían comenzado a tocar.

Una enorme virtud de este grupo tan difícil de clasificar es lo accesible que resulta para acólitos de los distintos estilos que abarca. El proyecto nace como un verdadero “a que no hay huevos”: Gagneux retaba hace unos años a la comunidad de Redit a que le propusieran mezclar en una misma canción estilos a priori yuxtapuestos como vía para ejercitar su creatividad. Lo que podría haberse considerado en primera instancia como una idea de bombero, acabó por derivar en un grupo que combina el soul, y su herencia de la música de los esclavos afroamericanos, con el metal, de una manera tan natural que asusta. Si existe un mero atisbo de rechazo a semejante oferta este desaparecerá al cabo de un delicioso proceso de asimilación y que saca músculo al máximo en directo.

Sin detenerse para dedicar unas palabras, la formación encadenaba prácticamente su discografía –compuesta hasta ahora de dos trabajos– intercalando períodos de puro sentimiento vocal con la rabia más voraz, acompañada de un frenético juego de luces. Los seis artistas realizaron un trabajo excepcional, cada uno en su disciplina, gozando cada uno de un más que merecido reconocimiento durante los solos: el bajo alcanzando las notas más complicadas, las guitarras que vibraban golpeando con furia los mástiles, o el verdadero espectáculo dado a través de un estrepitoso doble bombo.

Tras tocar quince canciones, entre las que destacaron “Servants”, “Row Row”, “Graveddiggers Chant” y “Come on Down”, el concierto se interrumpía para que toda alma presente en el público jaleara a Zeal & Ardor como si verdaderamente no hubiera un mañana; una verdadera muestra de agradecimiento por una música sincera y cautivadora. Martin daba las gracias en nombre de todos sus compañeros por este apabullante recibimiento en la que era la primera fecha de toda su trayectoria en la capital antes de proseguir con “We Can’t Be Found”. Los bises con los que se despidieron de unos espectadores totalmente entregados fueron: “Don’t You Dare”, “Devil Is Fine” y su single “Baphomet”. En total, una hora y cuarto de música aproximadamente gracias a la que cientos de personas salieron a la calle con una sonrisa de oreja a oreja.

Resulta muy triste charlar con amigos y otros portadores de la melomanía en la sangre y acabar evocando siempre a una época dorada que muchos de nosotros no pudimos disfrutar porque estábamos más ocupados en atravesar nuestra infancia. Por ende, resulta doblemente gratificante descubrir que, en un momento de la historia preocupantemente sediento de estandartes como los que tuvieron décadas pasadas, bandas como esta se abren paso y se postulan como portadores de la música de calidad a la par que desarrollan su propio estilo, callando así las bocas de productos de las multinacionales que afirman que “está todo inventado”. Ojalá dentro de un par de décadas podamos decir con orgullo que fuimos testigos del nacimiento de un gigante como está predestinado a ser Zeal & Ardor.

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Esta entrada fue escrita por Redacción

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