Crónicas

Vintage Trouble en Bilbao: Adictos al contacto humano

«Hay artistas que marcan distancias o incluso procuran no mezclarse demasiado con la plebe, el camino de estos adictos al contacto humano es el contrario»

Kafe Antzokia, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

Es evidente que existe una saturación total de bolos y festivales. Espectáculos para los que había que recorrer distancias considerables de kilómetros allá por el pleistoceno sin internet se ofrecen en la actualidad a tiro de piedra. No hace falta rebuscar mucho para dar con algún grupo que merezca la pena a escasos metros de nuestra casa. Pero ya se sabe que todo no puede ser, hay que tener criterio y priorizar aquello que de verdad se trata de algo único, fuera de lo normal y que provoca diferentes sensaciones a las que se experimentan al escuchar un disco en casa. Y ojo, sin menospreciar en absoluto un ritual que debería ser sagrado. Es otro rollo.

Vintage Trouble es uno de esos grupos que cualquier persona medianamente informada en el mundo de la música debería contemplar en directo. Por lo menos una vez. Porque no tiene absolutamente nada que ver oír las canciones en el ordenador o en un reproductor que presenciar de primera mano las impresionantes cabriolas y demás números acrobáticos que se marca el vocalista Ty Taylor. Un tipo que no es solo postureo, puesto que basta observar unos segundos la forma en que saca lustre a las cuerdas vocales para que a uno se le caiga el alma al suelo o exclame como hizo una espectadora: “¡Cómo canta el hijoputa!”.

Pese a que sus composiciones no nos parezcan la bomba, somos reincidentes consumados de este combo al haber coincidido con ellos en varios sitios como el BBK Live, Azkena o Mundaka Festival. Casi nos conocemos los truquillos que emplean de memoria. Pero hay algo que les convierte en adictivos y es seguramente esa convicción de que no vas a aguantar a cuatro tristes tan hieráticos como si les hubieran clavado al suelo. Un concierto de estos californianos es un vendaval de emociones fuertes, una experiencia con mayúsculas.

Con toda probabilidad, mucha gente ya estaba al corriente de este detalle, y por eso no nos sorprendió en absoluto que el Kafe Antzokia anduviera abarrotado un día entre semana, con incluso el segundo piso a reventar de peña. El caldo de cultivo perfecto para una noche memorable. Abróchense los cinturones.

A Vintage Trouble no les hace falta ningún revulsivo para meterse en el bolsillo a la peña de un plumazo, pero “Knock Me Out” bien podría asumir esa función por su ritmo bailongo que incita a dar palmas sin perder en el horizonte el poso rockero. Ya al segundo tema, el voceras Ty Taylor realiza su primera incursión entre las masas, con el consiguiente revuelo que eso provoca en el paisanaje. En algunos festivales le hemos visto darse garbeos hasta no distinguir su silueta por ningún lado. La de energía que atesora este hombre.

“Doin’ What You’re Doin’” relaja el pistón por su leve aire soul a lo Sam Cooke, aunque ellos no bajan ni de coña la intensidad de la actuación. Más momentos para admirar esta garganta morena hubo en “My Whole World Stopped Without You”. Y “Can’t Stop Rollin’” recupera garra mientras evocan alguna disco setentera o saquean el legado de Donna Summer. El personal no deja de dar saltos y de cumplir con fidelidad religiosa las órdenes del vocalista, que como animador de multitudes no tiene precio.

Que a estos señores les mola el buen rollo no hace falta jurarlo, por eso no se cortaron en transformar aquello en una exaltación de la amistad con desconocidos al pedir chocar los cinco con el compañero de al lado. Un gesto que repitieron ellos mismos en el escenario para dar ejemplo y que recordaba mucho a eso que se hacía en misa de dar la mano y decir “la paz sea contigo”. ¿Habría que comulgar también?

Un preámbulo ideal para un “Everyone Is Everyone”, que certifica que han disminuido bastante las revoluciones en el aspecto compositivo. Una concesión permitida más que de sobra gracias a los prodigiosos tonos que alcanza Taylor y que convierten este tipo de piezas de regusto soul en una auténtica delicia. Que están a la última, eso también lo demuestran con la versión que se marcan del “Rocket Man” de Elton John, una adaptación que tampoco es la bomba, aunque les vale de sobra para homenajear a semejante genio de la música ahora justo que hay en cartelera una peli sobre su vida. A pillarlas al vuelo.

Con un cantante que acapara el centro de atención, quieran o no, el resto de miembros quedan reducidos a un papel de meras comparsas. A veces empero se esfuerzan por asomar la cabecita, como hace el guitarra al acercarse a las escaleras para ejecutar un slide que desemboca en la popular “Run Like The River”. Y eso provoca un desmadre tremendo, como era de esperar, un hecho avivado además por el inquieto frontman, que se sube raudo al segundo piso, luego baja al primero y termina cantando encima de la barra cual borracho cualquiera. Esto es sobredosis de interacción por lo menos.

Todavía faltaba más, pues la parroquia no duda en llevarse en volandas a su sacerdote de vuelta al escenario y, durante el trayecto, para no aburrirse, el hombre aprovecha para colocarse en posición voltereta y extender los pies haciendo el pino en el aire como un gimnasta. Mucho nivel. A Taylor lo de conectar con el respetable siempre debe parecerle poco, porque hasta se atreve a cantar una estrofa en castellano de “Another Man’s Words”. Ahí reparamos en la discreta corista del fondo que apenas se hacía notar.

“Do Me Right” entraría asimismo en ese nuevo enfoque a su sonido, entre esto y Michael Jackson no existe demasiada distancia. Quizás lo hagan a propósito, ya que eso les permite sacar a bailar a una fémina que lo dio todo como una profesional, casi como si lo hubiera ensayado. Vaya pasada, movimientos impecables, miraditas sexys, una diosa de la danza, en definitiva. A los que nos movemos con la misma destreza que un pato mareado este tipo de cosas siempre nos causarán admiración perpetua.

“Esta es la energía que el mundo necesita”, dijo el voceras para agradecer el entusiasmo. Y no cesó de recorrerse cada esquina, acercándose a cantar con una chica de coletas o pidiendo al personal que se agache para saltar luego con fuerza, un viejo truco que suelen repetir en cada bolo. El in crescendo de “Ran Outta You” muta al final en un éxtasis guitarrístico no muy alejado del “With A Little Help From My Friends” en versión de Cocker. Con galones.

La petición de bises se torna tan descomunal que regresan al de poco con Taylor dando vueltas de peonza y un “Blues Hand Me Down” que se convierte en un catálogo de acrobacias imposibles, como eso que suele hacer de apoyarse en el micro y chocar los pies en al aire. Un grande. Y para despedirse apelan a otra tradición, dejan los bártulos en las tablas y se abren paso por el medio de la sala hasta alcanzar el puesto de merchandising. Demolición total de barreras.

Hay artistas que marcan distancias o incluso procuran no mezclarse demasiado con la plebe, conservando de esta manera el aura maldita que les distingue de los simples mortales. El camino de estos adictos al contacto humano es el contrario. Nada de seres especiales ni egos subidos. Estrecharles la mano es lo más natural del mundo.

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Esta entrada fue escrita por Alfredo Villaescusa

1 comentario

  • Juandie dice:

    A su manera y estilo éste buen musico junto con su banda VINTAGE TROUBLE estuvo a la altura en una de las mejores y más históricas salas de Bilbao.

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