Crónicas

Vinila Von Bismark: Magnetismo intachable

«El bolo superó por completo nuestras expectativas, porque hubo de todo, rock and roll, flamenco, swing, canción tradicional, verbena, y hasta humor. Un show de variedades de esos que deslumbran cuando cuentan con una estrella de magnetismo intachable con una onda expansiva capaz de eclipsar cualquier cosa»

Sala Santana 27, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

En tiempos en los que se favorece la cultura basura en casi todos los aspectos de la vida, conviene enarbolar una punta de lanza a favor de la gente auténtica, con su propia manera de ser y un pensamiento independientemente y autónomo al margen de la borregada de turno. Rebeldes frente a esa tiranía de las redes sociales y las plataformas de prostitución encubiertas que mediante algoritmos relegan al ostracismo a los disidentes y únicamente otorgan derecho a existir a los guapos con sonrisa de dentífrico, por mucho que su verdadera alma en realidad apeste a ponzoña pura.

Un grito desgarrador y estridente ha representado siempre la trayectoria de Vinila Von Bismark, desafiando desde bien temprano lo que se esperaba de ella y destacando muy precozmente en ámbitos como el fitness, al proclamarse campeona nacional con seis años, o como pinchadiscos, al debutar a los catorce pinchando música electrónica en vinilo, de ahí viene su nombre artístico. Pero a esta chica de Peligros (Granada) nunca le asustaron los retos, ni los triples saltos con tirabuzón, y por eso no se ha cortado en absoluto a la hora de añadir a su habitual poso rockero un aroma mestizo del sur en su reciente álbum ‘Motel llamado mentira’. Un paso arriesgado en un espíritu inquieto por naturaleza.

Los cambios de timón suelen asustar en principio al paisanaje de a pie, que no los comprende o pone el grito en el cielo porque han traicionado no sé qué principios sacrosantos. Y que conste que opinamos que un mínimo de ortodoxia es necesaria en determinadas situaciones. A un servidor tampoco es que le entusiasme demasiado este nuevo giro flamenco hacia las esencias patrias, pero no dudamos en acudir a la sala Santana por curiosidad y por estar convencidos de que una artista de la categoría de la granadina destacaría incluso interpretando jota aragonesa. El género era lo de menos.

Ante un respetable variopinto y con presencia destacada de féminas bailongas que gritaban “¡Guapa!” casi cada minuto, Vinila Von Bismark conjuró desde un inicio al elemento purificante del “Fuego” y dio rienda suelta a la herencia moruna y exótica bajo un poderoso manto dramático que confirmaba que controlaba ese terreno a la perfección. Una suerte de oración introductoria que susurró envuelta en ropajes rojos en los que, aparte de sus numerosos tatuajes, sobresalían unos labios del color de la pasión.

Para la segunda pieza “Todo es de color”, historia viva de la música andaluza que muchos recordarán por Triana, ya puso al personal a agitar palmas en una estampa totalmente inédita para un lugar del norte. Y no hubo ocasión de guardar el tablao flamenco tampoco en la racial “El niño del velero” ni en “Quiero decirte al oído”, que ejemplifica como pocas ese viraje hacia lo tradicional y que bordea en ocasiones la pachanga sin paliativos, digámoslo claro.

Pero al margen de su actual orientación artística, que podrá gustar o no, de lo que no cabe duda es que sigue siendo una auténtica diosa del escenario que se curra sus espectáculos hasta el más mínimo detalle. Un ejemplo llamativo sería el rock n’ roll de influencia oriental “Ali Baba”, en la que puso a bailar hasta a un fotógrafo. “Ha llegado la hora del ritual”, dijo la diva antes de un místico “Luna Lunera” con ecos lejanos del maestro Morricone. En ese momento se quitó esa especie de sudario que le cubría el rostro y muchas féminas no pudieron evitar exclamar: “¡Es guapísima!”.

El aire arabesco de “Motel llamado mentira” propulsó un repertorio variado sin mínima ocasión para el aburrimiento, que en nuestra opinión alcanzaba el clímax cuando se ponía en plan rock n’ roll canalla, como en “Electrify”, un registro natural en el que se mueve cual pez en el agua y le sirve además para erigirse en portavoz de la provocación absoluta. Impagable ese instante en el que deslizó su espalda de manera sensual sobre la del guitarrista. Para prender chispas.

Preguntó a la peña “Are You Ready to Rock N’ Roll?” con voz de cazallera y el desafío se transformó en “Ven y atrévete”, que podría convertirse en todo un himno de lucha feminista. “I’ve Got My Eyes On You” legó otra de esas estampas típicas de un show de Vinila cuando se paseó entre la concurrencia con descaro a la caza de los machos y con mirada de mujer fatal que lanzaba o simulaba besos y sacaba la lengua cual felina desbocada. Ni el Especialista Mike hubiera aguantado algo así.

El recuerdo a la faraona, Lola Flores, en “Pena, penita, pena” nos dio un poco igual y pensamos que, puestos a rescatar el cancionero patrio, hubiera sido mejor acordarse de colosos de verdad como Raphael o Nino Bravo, con una actitud en escena y un desbordante torrente vocal digno del rock más potente. Los ritmos verbeneros regresaron con la cumbia “Vinila Masagua” y en esa tesitura tropical no desentonaba el rollo perrofláutico de “Solo para mí”, otra tonadilla que parece más apropiada para manifestaciones del 8 de marzo.

Que las hembras con carácter constituyen una de sus influencias más importantes quedó más que confirmado con una inmensa “La Llorona” de Chavela Vargas, donde demostró un apabullante poderío vocal saludado desde el público hasta con un irrintzi. Ni siquiera habían hecho amago de abandonar las tablas cuando los gritos de “beste bat” (otra más) arreciaron con saña y Vinila preguntó a una chica a ver lo que decían, aunque dadas sus pretéritas visitas a Euskadi seguro que lo sabía de sobra.

Complació a la concurrencia tirando de nuevo los prejuicios al cubo de la basura arrancándose con el “Anabalina” de Las Grecas, toma ya, antes de recuperar la pose fatal en “Feel Like A Man” como si fuera Tina Turner o una diva del swing. Muchas coñas hizo durante la presentación de su banda, como que el bajista era “una mosca cojonera” o que para ponerse desnuda había que “subir el caché”. Una broma que finiquitaron con una melodía circense y acelerando al final como los grandes del rock.

Lo cierto es que el bolo superó por completo nuestras expectativas, porque hubo de todo, rock and roll, flamenco, swing, canción tradicional, verbena, y hasta humor. Un show de variedades de esos que deslumbran cuando cuentan con una estrella de magnetismo intachable con una onda expansiva capaz de eclipsar cualquier cosa que se encuentre a pocos metros a la redonda. Un talento devastador.

Alfredo Villaescusa
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Esta entrada fue escrita por Alfredo Villaescusa

1 comentario

  • Juandie dice:

    A su manera esta vocalista y su banda lo hicieron realmente bien en Bilbao con esos temas que abarcan varias influencias en su estilo musical.

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