Crónicas
Travellin’ Brothers + Mike Sánchez: Todos salmones
«Un bolo para repetir, para rebañar hasta la última cucharada y no dejar gota. Una noche en la que todos fuimos salmones que cruzaban el Mississippi en busca de libertad»
Kafe Antzokia, Bilbao
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
Para el escritor Mark Twain el río Mississippi simbolizaba la libertad hasta tal punto que incluso su mismo seudónimo procedía de su propia experiencia como piloto fluvial, en concreto de una expresión que significaba “dos brazas”, la profundidad mínima que había que respetar para que una embarcación fuera segura. Pero dicho caudal era algo más, puesto que también encarnaba la responsabilidad y los desafíos que conllevaba el libre albedrío, como se puede apreciar en la inolvidable novela ‘Las aventuras de Huckleberry Finn’. Un camino hacia la salvación lejos del yugo y las cadenas de vidas pasadas.
Un espíritu desbocado que engloban de idéntica manera los leiotarras Travellin’ Brothers, todo un combo con proyección internacional que en 2015 fue considerado la mejor banda europea de blues y en 2018 su nombre se incluyó entre los ocho más destacados a nivel global. Recientemente han grabado el directo ‘1001 Nights’ en el bilbaíno Teatro Arriaga, un acontecimiento histórico en el que consiguieron congregar a más de mil personas. La guinda que faltaba para recordar quince años de tirar millas como si verdaderamente hubieran vendido su alma al diablo.
Pero lo cierto es que en la capital vizcaína tienen mucho tirón, creo que no hemos estado en ningún bolo suyo que no haya sido mayoritario. Y en esta ocasión en el Kafe Antzokia no iba a ser menos, ya que repetían tanto el viernes como el sábado. Y en la primera cita por lo menos el ambiente andaba a reventar de peña, un evento que además tuvo su matiz solidario con un puestecito en la entrada destinado a recolectar alimentos para mandar a los refugiados de la isla de Lesbos, Grecia. Una cantidad que los músicos se ofrecieron doblar en uno de esos alardes por los que la chulería bilbaína es conocida en el mundo entero.
Para calentar la velada recurrieron al polifacético e histriónico pianista Mike Sánchez, un inglés hijo de españoles con una voz desbordante y una versatilidad tremenda para las coordenadas rockeras en las que se movía. Lo mismo se arrancaba con una balada melosa a lo Roy Orbison que se tornaba incendiario a las teclas cual émulo del killer Jerry Lee Lewis. No en vano lo que le sobraba a este personaje era experiencia por un tubo, pues según confesó había llegado a tocar con colosos del calibre de Jeff Beck o Eric Clapton y hasta militó en la banda del ex Rolling Stone Bill Wyman. Con este prolífico currículum no es de extrañar que su instrumento y sus cuerdas vocales le valieran más que de sobra para atraer la atención. Un crack.
Y si el personal ya con el telonero demostró que había ganas de jolgorio, nada más salir Travellin’ Brothers estalló un desbordante frenesí que pocas veces disminuyó a lo largo del recital. Al final el formato elegido para la ocasión daba un poco igual, aunque el espectáculo suele alcanzar su apogeo con esa big band con coro completo y sección de vientos que les hemos visto algunas veces. Esa noche optarían por una formación básica, más de garito humeante y sudoroso. Lo fundamental para animar el cotarro, sin artificios ni excesos.
Los ritmos a lo Bo Diddley de “The Spur” sirvieron en un inicio para añadir aire de ritual a la velada antes de tornarse más bailongos con el reposado swing “Sweet Corrine”. Y para caminar entre campos de algodón pudo tornarse el góspel “Oh My River”, seguro que a su voceras Jon Careaga hasta se le oscureció la piel. Negro como el betún.
Una de las intervenciones destacadas de su último disco grabado en el Arriaga era la colaboración de Earl Thomas y en su recuerdo no dudaron en repetir “Tennessee Whiskey”, una delicia de copa y puro en la que volvieron a sobresalir los tonos a lo Van Morrison de su cantante. Una gesta que además completó cuando se atrevió a entonar desprovisto de micrófono, a viva voz, como los grandes de verdad. Una arriesgada empresa en la que le acompañaron a las cuerdas vocales tanto el saxo como el jefe del mástil Aitor Cañibano. Por estos instantes sin duda merece acudir a un bolo suyo.
Y se pusieron en plan amorosos con “I Believe” a la par que nos llamaban “salmones” por la infatigable voluntad de navegar este río junto a ellos. Una aventura, que al igual que la de Huck Finn y Jim, no estaba exenta de espectaculares giros del destino y homenajes inesperados. Como el que tributaron en “A Better Day” a Unax, el hijo del bajista Eneko Cañibano, que había superado una de esas pruebas de fuego que a veces pone la vida. Que se levante bien el estandarte en recuerdo a los héroes.
Otra deuda, más a nivel musical, la pagaron mediante un guiño al hombre de negro Johnny Cash en “Song For You (Always There)”, y por supuesto, no se podían olvidar del invitado de la noche, el inefable Mike Sánchez, que se cascó unos tres temas con ellos. Ahí también hubo alusiones a Elvis con un fragmento del popular “Blue Suede Shoes” antes de alcanzar el colofón de este tramo con “Ain’t That A Shame” de Fats Domino, con toda una coreografía sincronizada y el saxo desatado como un león. No era de extrañar que tras semejante demostración de poderío terminaran aclamando a Sánchez como a un dios. Los gritos de “enorme” sobrevolaban entre la concurrencia.
Había tal subidón generado en la sala que pensar solo en la posibilidad de que aquello acabara entraría en la categoría de blasfemia. El mismo voceras hasta preguntó a los foteros Pato y Lorenzo, situados en una esquina de las escaleras, si se querían marchar y negaron rotundamente con la cabeza como si les hubieran pedido dinero. Definitivamente, el viejo dicho punk de menos es más volvió a revelarse como una verdad absoluta. ¿Quién necesita coros mastodónticos o desbordantes secciones de viento cuando el talento florece con tanta facilidad?
“¿Nos vamos a bailar o qué?, espoleó el cantante Jon a los fieles antes de “Frenchmen Street”. Esa no sería la única proposición, pues también se exigió movimiento de cadera y pareció que en semejante tesitura incluso el saxo se había vuelto loco, como si hubieran abierto de repente la puerta de la jaula en la que estaba encerrado. Mayúsculo fue ese solo en el que intuimos hasta una referencia al “Dancing In Hell” de Doctor Deseo. O tal vez lo soñamos, vaya usted a saber. Cosas del entusiasmo.
Recordaron la vocación altruista del evento y por eso dedicaron “The Power Of Your Love” a un tal Fernando que andaba salvando vidas allá por Lesbos. Pena que llegados a este punto no se decantaran por el swing desenfrenado de “Creole Queen”, ojalá vuelva pronto al repertorio, pero no se podían despedir sin el despiporre final de “Love, Joy & Happiness” a modo de único bis. Las palmas de iglesia góspel lo inundaron todo mientras el vocalista pegaba saltos y el saxo seguía desgañitándose. “Hasta mañana, si queréis”, se despidieron con la promesa de otra jornada para enmarcar al día siguiente.
La verdad es que este había un sido un bolo para repetir, para rebañar hasta la última cucharada y no dejar gota. Una noche en la que todos fuimos salmones que cruzaban el Mississippi en busca de libertad, sea esta del tipo que sea y sin mirar atrás a lo que hace el vecino. Como cuando Jim y Huck decidieron rebelarse pillando una balsa y lanzándose al río. Y brillar como estrellas de los cielos del sur.
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3 comentarios
Cada banda a su estilo dieron actuaciones muy dignas en una de las mejores salas de Bilbao.
Pero acaso estuviste allí para comentar eso? Cada vez tengo mas claro que te han puesto aquí para comentar absolutamente todo y que la gente entremos en masa en la web a leer tus tonterías y a contestarte.
Si no estás sacando ningún tipo de compensación económica por esto, haztelo mirar...
Estas mejor callado