Crónicas

Toundra + Mursego: Oro sonoro

«El carácter onírico del show propició que se consumiera el tiempo en el escenario sin apenas darse cuenta»

27 abril 2019

Social Antzokia, Basauri (Bizkaia)

Texto: Alfredo Villaescusa. Fotos: Marina Rouan

Desencadenar emociones no es una tarea en absoluto sencilla. Y sin embargo existen muchos medios para hacerlo. Puede ser a través de un libro, una película o una canción. Y también a través de ciertas personas, aunque a medida que uno se va haciendo mayor, este fenómeno se convierte en algo tan inusual como un eclipse solar. Pero en ocasiones sucede y entonces a uno le dan igual las consecuencias, se entrega a ello, a disfrutar el momento. Tal vez mañana tendremos otros nombres, como dice el título de la última novela de Patricio Pron.

Afrontar un concierto de los madrileños Toundra implica firmar una suerte de contrato que se suele cumplir en la mayoría de los casos, seguramente en todos, porque hasta la fecha todavía no hemos contemplado un bolo suyo malo. Hay que aceptar de primeras que por ahí no se van a escuchar voces, salvo que a alguien le entre un arrebato lírico y se ponga a cantar por su cuenta. Y otra condición más, que a nadie se le ocurra quejarse de que los temas son demasiado largos, esto va para los punks de espíritu. Hay que saber al sitio al que se va. Infórmense, por favor.

Es una pena que la actual desbordante oferta cultural de la capital vizcaína nos impida este año acercarnos más al MAZ Basauri, un festival humilde que en esta edición parece haber tirado la casa por la ventana con un cartel espectacular con lo más granado del indie patrio. Por lo menos tuvimos la oportunidad de acudir la jornada encabezada por Toundra, que contó con una afluencia de público más que respetable, con mucha juventud enfervorizada que añadió el preceptivo calor a la cita.

La telonera Mursego, alias de Maite Arroitajauregi, nos dejó un tanto frío por su carácter excesivamente experimental que tampoco encajaba con la tónica de la velada. Y es que contemplar de primeras a una chalada dándose garbeos entre la peña haciendo gorgoritos puede ser impactante, del mismo modo que escuchar interminables parrafadas en una lengua extraña que a veces recordaba a los juegos vocales de Cocteau Twins. Conocíamos a esta tipa por su colaboración con Nacho Vegas en “Ciudad Vampira”, por lo que ya barruntábamos que aquello sería una marcianada sin paliativos. Una actuación más cercana a una performance de ARCO que a un concierto de rock al uso. Para estar muy drogado.

Una melodía de los colosos Pink Floyd sonando por altavoces daba a entender que Toundra esa noche volverían a facturar otro recital de envergadura en tierras vascas. No era necesario un despliegue descomunal para contemplar un espectáculo en el que sobran las palabras, tanto encima del escenario como abajo, aunque esta vez el personal era tan fan que apenas sufrimos a las molestas cacatúas. Un pistoletazo de salida como “Cobra” vale de sobra para cuadrarse de inmediato en ese mundo onírico de subidas y bajadas, invocaciones al éter o descensos profundos hacia un mar de ruido.

El guitarrista Esteban Girón no tardó tampoco en suplir la falta de micros con agradecimientos al respetable a viva voz y hasta se permitió bromear con la parroquia cuando hizo con las manos el gesto de quedarse dormido, la tarea de espolear también iba de su cuenta. Y no menos relevante resulta la labor de Macón, el otro encargado de las seis cuerdas, que no permanece estático ni por asomo y se convierte en el contrapunto perfecto a las idas y venidas de Esteban.

Al igual que suele suceder en otros bolos suyos, la iluminación, o más bien la ausencia de la misma, cobró especial importancia hasta transformarse en un elemento fundamental de la puesta en escena. Despliegues del calibre de “Tuareg” o “Kingston Falls” difícilmente podrían entenderse sin esta variable lumínica que contribuye a la sensación de estar en otra dimensión espacio temporal.

Como hemos dicho, el paisanaje que se juntó era tan fan que el silencio absoluto reinó mayoritariamente durante toda la actuación y los “eskerrik asko” lanzados por la banda a pulmón eran a veces contestados por espontáneos que decían cosas como “¡Está de puta madre!”. Ambiente de lección magistral en el que nadie se atrevía a interrumpir a los maestros.

El carácter onírico del show propició que se consumiera el tiempo en el escenario sin apenas darse cuenta, por lo que para cuando volvimos al mundo terrenal ya andaban metidos de lleno en unos bises muy reclamados pero que luego quizás no causaron tanto efecto como otros momentos de la noche. Otros tal vez no pensaban lo mismo, pues cuando Esteban levantó el puño a modo de despedida hacia los fieles, muchos respondieron con gritos de “¡Bien!”. Esto es lo que se llama jugar en casa, por mucho que uno se encuentre a cientos de kilómetros de su lugar de nacimiento.

El “Children Of The Revolution” de T-Rex irrumpía a toda pastilla por los altavoces para certificar que aquello ya había terminado y no habría nada más que rascar. Como a los niños de la canción, a muchos desde luego no les podrían engañar respecto a lo que habían presenciado aquella noche. Puro oro sonoro resbalando por los pabellones auditivos. Gloria bendita.

Alfredo Villaescusa
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Esta entrada fue escrita por Alfredo Villaescusa

1 comentario

  • Juandie dice:

    Otro gran concierto en tierras vascas por parte de una de nuestras bandas más rockeras y prometedoras como son TOUNDRA que con el paso del tiempo se harán un gran hueco en nuestro Rock al lado de los más grandes.

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