Crónicas
Skullmania + Paralelum + Miedo + Greska: Abriendo el círculo
«Como si toda la vida hubieran tocado juntos, los cinco componentes de Skullmania exhibieron un empaste absoluto y una profesionalidad a la altura de las grandes bandas»
30 marzo 2019
We Rock, Madrid
Texto y fotos: Jason Cenador
Hace unos años, Cartagena fue testigo de la emersión de una propuesta diferente por parte de una banda con las ideas tan claras que tuvo a bien bautizarla como hard n’ goth. Propulsados por unas influencias diversas que encajaron desde los albores como las piezas de un puzle, Skullmanía bautizó su sonido como hard n’ goth y desbordó los esquemas con un impactante debut, ‘Círculo cerrado’, cuya combinación entre gothic metal, hard rock y rock alternativo alcanzó una nueva dimensión en ‘Nuestro perverso secreto’, su segundo esfuerzo discográfico.
La montaña rusa a la que a menudo se asemeja el discurrir el ascenso por la escarpada ladera del rock devino en importantes cambios de formación que restaron el teclado y sumaron una guitarra a la banda, formato en el que por fin, y por vez primera, se presentaron en Madrid para deleite de aquellos que llevábamos tiempo deseando verlos por la capital. Y se cerró el círculo para que el siguiente pueda abrirse y abarcar aún más público, pues son cientos los que alucinan tanto con Sôber como con To/Die/For y cuyos oídos no han probado las melódicas, penetrantes y agridulces mieles de sus composiciones.
Skullmanía compartía cartel en la Sala We Rock con otros tres combos, el primero de los cuales, Gresca, saltó a escena esgrimiendo un rock urbano sencillo y sincero con riffs acreedores de una cadencia que en algún momento llegó a recordar a los Black Sabbath más adosados al stoner. Con modestia y tesón, mejores en la faceta instrumental que en la vocal – con especial hincapié en la guitarra –, el trío capitalino descargó canciones de cosecha propia emanadas desde las entrañas entre las que se colaron varias alusiones al maestro Rosendo Mercado en forma de versiones de Leño como “Qué desilusión”, “El tren” o “Entre las cejas”, con las que se desenvolvieron con más eficacia que en “El roce de tu cuerpo”, original de Platero y Tú, de la que deberían prescindir en su repertorio habida cuenta del resultado. Humildad y pasión que, seguro, seguirán respirando para recorrer un camino que aún ha de ser considerablemente allanado.
Con un retraso acumulado que se iría acrecentando conforme avanzaba la velada, fue después el turno de Miedo, una banda de versiones de Parálisis Permanente mucho más curtida sobre las tablas que su predecesora y con cierta capacidad de convocatoria. Una soga colgaba del techo frente al cantante mientras homenajeaban con énfasis y actitud a la histórica banda madrileña de post punk en un concierto prolongado en el que no faltó ninguno de los clásicos de su único álbum editado, ‘El acto’, y que pareció dejar más que satisfecho al personal más nostálgico.
Acercándonos peligrosamente a la media noche, quien escribe estas líneas tuvo el enorme honor de presentar a Skullmania, que subió al tablado con los deberes tan bien hechos que no parecía que su actual formación lleve tan solo unos meses unida. Como si toda la vida hubieran tocado juntos, los cinco componentes de la banda murciana exhibieron un empaste absoluto y una profesionalidad a la altura de las grandes bandas, catapultada por la presencia y el oficio con el que su vocalista, Morris, sin cuya voz no se podría entender la personalidad sonora del grupo, se desenvolvía.
Dieron el pistoletazo de salida con “La balanza de libra”, sucedida por una de sus composiciones más definitorias y pulidas de su catálogo, “La rosa”, antes de la que hubo una punzante alusión a lo que “pincha el desamor”, en palabras de su frontman. No era desamor, sino un profundo amor, por la música, por desplegarla en directo, por mimarla, por sentirla lo que se percibía en el escenario. Y claro, el amor también se sentía al otro lado de la tarima.
La retrospectiva hacia su primer trabajo llegó de la mano del corte que le presta título, “Círculo cerrado”, tras la que lamentaron que en este mundo todo sean intereses y mentiras para dar paso a “De monjas y cerdos”, tema que adelantaron de un nuevo disco en el que ya están trabajando y que verá la luz entre finales de este año y primeros del que viene. Hubo, de hecho, cierta guasa con la fecha que en un principio adelantó el vocalista, pues cuando uno desea culminar bien una obra, sana costumbre a la que se adscribieron desde el principio los murcianos, mejor no imponerse fechas límite. Lo bueno necesita tiempo y ellos lo saben. Más robusto de lo habitual con motivo de la actual configuración de la banda pero sin dejar de lado sus rasgos distintivos, esa aura de profundidad que tanto les acompaña, el tema cayó tan bien como los ya publicados.
Nos transportaron, a continuación, al Londres de finales del siglo XIX con “Desde el infierno”, que versa, como la película de mismo nombre, sobre la truculenta historia de Jack el destripador, quien se habría reencarnado, tal y como bromearon, en su guitarrista Antonio M. No parecía el hombre estar muy en desacuerdo, así que mejor cambiarse de acera. Por si acaso.
Volviendo a temas serios, y tan serios, cargaron frontalmente contra aquellos capaces de maltratar a una mujer como introducción a “Sombra irracional”, sucedida por la más acompasada “Bajo tus nubes de alquitrán”. Acto seguido, nos dejaron ojipláticos con una irresistible versión de “Song 2”, coreado clásico de Blur que bordaron exhibiéndonos, de paso, una faceta de vitalidad y desenfado menos frecuente en su cosecha de canciones.
Un giro de tuerca hacia terrenos mucho más lúgubres arribó con “En la penumbra del destino”, sucedida por otra de las más celebradas de su más reciente plástico, “En la guarida del lobo”, una lección de pegada y eficacia incontestable que fue impartida mediante una ejecución impecable. Sobre la certera batería de Alonso y el no menos solvente bajo de Rubén, las guitarras de Belmonte y del mentado Antonio M. formaban un collage perfecto al que la voz de Morris, que seguía enorme en su cometido, ponía una guinda perfecta. Sin más canciones en su hoja de ruta y dejando en el tintero algunas que, francamente, habría sido muy deseable escuchar en su primera incursión por tierra de madroños, pusieron así el broche de oro a un concierto que se hizo mucho más breve que los demás y que dejó una indeleble sensación de haber visto a una banda granítica y con argumentos de sobra para dar un paso de gigante en la escena.
Sació por completo nuestra hambre voraz de alto voltaje la banda más corrosiva de la noche, Paralelum. Su groove metal, plagado de referencias noventeras, explora la faceta más agria del género, y acude a su cita con el directo flanqueado por una actitud irreprochable que alcanzó su cénit en la entrega de su vocalista Diego Perela y que tuvo como respuesta del público un mayor movimiento. Se reivindicaron al son de canciones como la inaugural “Under the Roots”, “My Best Enemy”, “Wild Dog”, “Paralysis” o una particularmente aclamada “My Best Enemy”, todas pertenecientes a ‘Under the Roots’, primer trabajo de una discografía que esperemos que crezca mucho más con la misma virulencia que la ya exhibida.
Para la recta final se guardaron versiones como la de “White Limo”, oriunda de Foo Fighters, o la siempre infalible “Ace of Spades” de Motörhead, con la que ya bien entrada la madrugada dieron carpetazo a otra buena noche de música en vivo en We Rock.
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1 comentario
Bandas de estilos diferentes pero con el denominador común que cada una de ellas dieron un gran recital y en el mejor marco como es La We Rock madrileña. Una pena que este verano la cierra tan emblemática sala después de alegrarme hace unos meses cuando la abrieron por segunda vez.