Crónicas

Santiago Campillo: la maestría de un alumno de la mejor escuela del rock

«No estamos sobrados en el rock español de artistas del nivel, el talento y la inspiración de Santiago Campillo»

La Boite, Madrid.

Texto y fotos: Mariano Muniesa

Con motivo de la salida al mercado del nuevo disco de Santiago Campillo, 'A cara o cruz', de nuevo se volvió a presentar en la capital el gran guitarrista y compositor que en esta ocasión traía como aliciente el hecho de debutar como cantante, dadas las poco satisfactorias experiencias que aseguraba en la entrevista que le hice en mi programa de radio, Rock Star, tuvo en el pasado con otros vocalistas.

Así pues, allí nos reunimos en una noche de noviembre fría y lluviosa, típica del otoño madrileño, pero en un local que rebosaba calor humano y que registró una más que notable asistencia para disfrutar de ese rock impregnado desde su raíz de las mejores esencias de los sonidos de los 60 y 70, tanto del rock sureño como del rock británico más vintage.

El repertorio de Santiago Campillo, tal y como nos había anunciado en la entrevista antedicha, en efecto se compuso por varios temas de su anterior disco en solitario, por supuesto una amplia selección de las canciones que integran ese nuevo trabajo llamado 'A cara o cruz' y, como no podía ser de otra manera, algunas versiones -eso sí, siempre adaptadas al castellano- de grandes clásicos del rock de siempre, más algún recuerdo a aquellos maravillosos primeros años de M Clan, aprovechando además que un compañero de aquellas andanzas, y siempre buen amigo de Santiago, el inmenso teclista Iñigo Uribe, no se resistió a la tentación de subirse al escenario de La Boite para recordar con él algunas canciones de aquella época.

Hay que señalar que el comienzo del concierto no fue especialmente potente: quizá el hecho de que la sala no presentase aún la buena entrada que tan solo diez o doce minutos después sí registraría, así como la oscuridad en la que se sumía el escenario -actitud que nunca entenderé de los técnicos de luces de determinadas salas: ¿por qué esa maldita manía de no iluminar el escenario, o de hacerlo exclusivamente con focos rojos, como si estuviéramos en una whiskería-puticlub de los años 70?- influyese en el hecho de que, al menos en mi opinión, el trío tardase un poco en entrar en calor. A partir de que la siempre divertida historia de “Alfonso” fuera interpretada por el grupo aquello empezó a coger el color que requería la cita.

Rock fuerte, denso, con unos músicos de una categoría excepcional, todos ellos imbuidos de esa influencia tan acusada del mejor rock clásico, de esa historia que va desde los Stones a Guns N' Roses pasando por Led Zeppelin, la Allman Brothers Band, Lynyrd Skynyrd, Free, ZZ Top o Whitesnake. Ya con la sala a buena temperatura ambiente y el trío a tope, temas como el que daba título a su anterior disco, “Carretera sin final”, “No me creo ná”, la marchosa y graciosa “Maruchi” o ese maravilloso e intenso blues llamado “Sola”, la actuación no dejó de ser una gozada tras otra; tanto cuando atacó a ritmo de trepidante rock´n´roll una excelente versión de “Johnny B.Goode” y una no menos demoledora “Ruta 66”, como cuando llegó el recuerdo a Eric Clapton y Cream con su versión de “Sunshine of Your Love”, rebautizada en castellano como “El cielo de tu amor”.

En la segunda mitad de la actuación, Santiago invitó al que fuera su compañero en M Clan, el teclista Iñigo Uribe, para regalarnos una verdadera delicatessen sonora; es increíble que M Clan en su momento no hiciera lo imposible por mantener con ellos en el grupo a un músico de este talento. Tanto cuando tocaron el aplaudidísimo “Donde el río hierve” como ya en la recta final cuando sonó a gloria aquel magnífico “Un buen momento”, aquel gran temazo de puro boogie-rock que dio título al histórico primer trabajo de los murcianos, no podéis imaginaros el derroche de virtuosismo, intensidad y destreza que este auténtico genio del teclado esparció por el escenario, por supuesto bien arropado y bien apoyado por el resto del grupo. Antes, no quisiera dejar de mencionar dos temas que arrancaron fervorosas ovaciones del público, como “Lobo de Madrugada” y “Viviremos del aire”.

Iñigo Uribe a las teclas

El final definitivo llegó de la mano de una excelente versión de “Voodoo Child” de Jimi Hendrix, en la que Santiago se dejó llevar por su vena más genuinamente bluesera-psicodélica y empezó a improvisar maravillosamente, intercalando algunos fragmentos del  Bolero de Ravel para acabar su presentación en Madrid verdaderamente a lo grande.

No estamos sobrados en el rock español de artistas del nivel, el talento y la inspiración de Santiago Campillo. Estamos ante un músico de primerísima categoría, de alguien que, si por fortuna para él, hubiera nacido en Tennesee, Chicago o Londres estaría al nivel de popularidad y de convocatoria de un Joe Bonamassa o un Walter Trout. Por ello me parece muy pertinente reivindicar su calidad, el excelente directo que es capaz de ofrecer y cómo para todos los seguidores del rock con verdadera clase es un nombre que debe estar en la máxima prioridad tanto a la hora de disfrutar de sus directos como a la hora de hacerse con sus siempre excelentes discos.

 

Mariano Muniesa
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