Crónicas
Crónica de Powersolo: Dadaístas desbocados
«El personal se toma demasiado en serio y a menudo concede importancia a las cosas que en realidad no la tienen.»
15 noviembre 2017
Sala Stage, Bilbao
Texto y foto: Alfredo Villaescusa
El auge de las redes sociales ha traído consigo el fin del humor negro y de los chascarillos inocentes que antaño endulzaban la existencia. Hoy en día ya no se puede hacer bromas de casi nada gracias a leyes propias de dictaduras bananeras y a toda esa camarilla de monjas y curillas contemporáneos que deciden lo que está bien y lo que está mal de forma arbitraria y mandan de inmediato a los infiernos al que se atreve a cuestionar el orden establecido. Todo sea por la modernidad.
En tiempos de tanto furor inquisitorial propuestas como la de los chalados daneses Powersolo cobran todavía más valor si cabe. Unos hermanos a los que conocimos gracias al ojo clínico de Jon Spencer para fichar a Kim Kix al contrabajo para su proyecto Heavy Trash. Pero tal vez ahí el tipo anduviera demasiado contenido y sus niveles de locura precisaran mayor libertad y patente de corso para desbarrar y soltar todo ese histrionismo que llevaba dentro. No hay que reprimirse, claro que sí.
La excusa de la presente gira era la edición española de su último disco hasta la fecha ‘The Real Sound’, publicado en realidad hace ya tres años y exprimido hasta el punto de que incluso existe una versión sampleada por el productor de hip hop Tue Track llamada ‘The Unreal Sound’. Cualquier justificación vale para seguir tirando millas y extendiendo el delirio por el mundo. Porque si de alguna manera podrían definirse sus conciertos es como un aquelarre eléctrico en los que la lógica se difumina y se apela a bestiales instintos primarios, eso sí, sin perder la compostura, que por algo siempre se han fijado en el glamouroso rock n’ roll de los años 50.
Ante apenas medio centenar de fieles, entre ellos el televisivo Iñaki López, Powersolo abrieron la caja de los truenos cual elefantes en cacharrería con el inigualable Kim Kix gritando al respetable “¡Puta madre!”. Se ve que al hombre le ha cundido tanto viaje por la península, no en vano ya anduvieron por la piel del toro el pasado mayo y probablemente no tarden en regresar, tengan o no material nuevo bajo el brazo. Por estos lares todavía se recuerda su bolazo en el festival Azkena del 2015.
Ya les habíamos catado en salas otro par de veces por lo menos y quizás en recintos reducidos no impresionen tanto como en grandes explanadas, aunque dada su condición de profesionales absolutos del desvarío al final eso es lo de menos porque el fiestón te lo montan igual con cuatro gatos o con miles de personas. Complicado resulta resistirse a esa peculiar batidora de punk, garaje, blues o rock n’ roll añejo.
A veces poseen detalles tan surrealistas que incluso podrían haber gustado a Dalí si estuviera vivo, como cuando el espigado vocalista sacó una especie de cojín en forma de bombo y lo utilizó en principio para apoyar la pata y luego se deshizo de él lanzándolo por los aires como si fuera un trasto viejo. Por sus tics espasmódicos y expresiones onomatopéyicas este par de flacuchos podrían también parecer personajes de cómic, los nombres de Kim Kix y The Atomic Child ya de entrada no desentonan demasiado.
La adrenalínica “Frantic” puso a bailar a un par de féminas antes de acercarse a una seriedad taciturna con “The Leather Suit”, todo un temazo en el que se acercan a Iggy Pop y que valdría para fumar porros, meterse caballo o lo que sea. Kim ya se empezaba a calentar y dijo que había “una chica hermosa sirviendo bebidas” y lo cierto es que no mentía antes de deleitarnos con bailes freaks dignos de discoteca soviética. Hubo asimismo ocasión para pasar el micro por la entrepierna de su compi y quedarse parado de esa guisa un buen rato.
Están tan pasados de vueltas que les da lo mismo meterse en camisas de once varas y no dudaron en terciar en el desafío soberanista al afirmar que “los españoles deberíamos permanecer unidos”. Curiosa introducción antes de arrancarse con “Juanito”, en un idioma que intenta asemejarse al castellano, aunque el resultado esté más próximo a una ranchera cantada por Chiquito de la Calzada. Esperemos que cuando vayan de farra por ahí no apliquen ese peculiar saludo de “Hola señorita, click el dick por entrar”, las feministas les prenderían fuego.
Pese a que en su estilo alocado las divagaciones supongan una verdadera rareza, no dudaron en alargar alguna pieza para que eso permitiera al inquieto Kim acercarse hasta la barra para pedir bebida a la chica guapa al oído como un galán de Hollywood y llevarse una fémina colgada al hombro cual jamón a la parte baja del escenario. En sus bolos hay que estar preparado para lo inesperado, sería inútil encontrar sentido a cada uno de sus actos.
Quizás por aquello de que empezaron con cierto retraso sobre la hora señalada y tampoco había multitudes por el recinto, acabaron con tralla casi punkarra, pero no se estiraron para hacer bises, ni siquiera se animaron con su celebérrimo “Boom Babba Do Ba Dabba”, ideal para levantar ánimos incluso en situaciones adversas. Pero ese tipo de cosas también cabría soportar en esta panda de dadaístas desbocados deseosos de introducir algo de irracionalidad y toneladas de histrionismo en el mundo del rock. A cascarla el arte burgués decadente. Tristan Tzara estaría orgulloso.
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