Crónicas
No Future Fest: Ancianos pateando culos
«Toda una noche para recordar, en la que ancianos patearon culos como si no hubiera un mañana y confirmaron aquello de que los años son en realidad un mero estado mental»
21 septiembre 2019
Sala But, Madrid
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
No son pocos los que se quejan del panorama excesivamente envejecido en el rock en general y de que no habrá recambio generacional cuando los grandes estén ya criando malvas. Tal vez en lo que de verdad haya que poner el acento sea en la idea de que la veteranía, lejos de convertirse en un lastre, es un grado en toda regla en determinados casos. Algo que salta a la vista con una juventud con la piel muy fina que no pilla la ironía, que prefiere quedarse en casa un sábado por la noche en vez de salir de fiesta como los carrozas. O que considera más importante salvar el planeta que proteger esa maltrecha libertad de expresión que nos ha retrotraído a niveles de mediados del pasado siglo. Que cada cual elija sus prioridades.
Lo importante, por ejemplo, para Charlie Harper de UK Subs, un señor de 75 palos que todavía aguanta al pie del cañón, no es jugar a la petanca ni quedarse repantigado en su sofá, sino comprobar que el personal monta pogos descomunales. Por eso siempre se le escapa en los bolos una sonrisa de satisfacción que revela la auténtica grandeza de todo un pionero del punk. Y lo mismo podríamos aplicar al casi sexagenario Colin Abrahall, vocalista de GBH, que tampoco parece tener pensado en un futuro cercano retirarse a languidecer a ninguna localidad costera. La revolución del 77 en realidad consistía en esto, en no acomodarse a una vida convencional sin sobresalto alguno.
Con el espíritu del imperdible en la cúspide, un sarao de órdago había montado la promotora No Future Fest en pleno centro madrileño, una de esas ocasiones imprescindibles para cualquier aficionado al género. Si el punk del foro ya de por sí es una especie en extinción que se mueve en un hábitat muy reducido de garitos, aquella noche fue una auténtica demostración de fuerza con la sala But a reventar y certificando que el rollo no está muerto, ni mucho menos. Otra cosa ya es que a la peña no le guste demasiado madrugar.
Pese a que los aledaños del recinto andaban a tope de gente, luego uno entraba y comprobaba que una banda compuesta por veteranos de Larsen o Espasmódicos como Mad Punk tocaban casi para cuatro almas. Eso imposibilitó que montaran un jaleo similar al de la última vez que estuvieron allí junto a Dead Kennedys. Y eso que no escatimaron en clasicazos del llamado punk ibérico del calibre de “Frontera francesa” o “Nacido de la pota de un punk”, de los inolvidables Larsen. Lucieron galones de veteranía, no cabe duda, pero podían haber brillado más. Lástima que muchos prefirieran echar un trago fuera que ver a esta competente banda.
Deberían sobrar las presentaciones para Anti-Pasti, trío surgido en Derby (Inglaterra) allá por 1978 y que no formó parte de esa gloriosa triada de la segunda oleada del punk compuesta por The Exploited, Discharge y GBH. Se quedaron un escalón más abajo y ahí compartieron categoría de culto con nombres no menos míticos como Vice Squad o Blitz, que tampoco está tan mal. Desde entonces, y tras varios parones y cambios de formación, han llegado hasta nuestros días enarbolando la bandera de la ortodoxia sin comerse mucho la cabeza. Por esta razón su bolo fue correcto sin desatar esa emoción que otros sí consiguieron a lo largo de la velada, pese a que interpretaron piezas que son pura historia del movimiento, como “Ain’t Got Me” y “Another Dead Soldier”, pertenecientes a aquel EP ‘Don’t Let ‘Em Grind You Down’ compartido junto a The Exploited a comienzos de los ochenta. No escatimaron tampoco en material más reciente, del estilo de “Gagging Law” o “Viva Che”, de su último álbum de estudio, editado en 2016 tras más de tres décadas de sequía. Por lo menos al final hubo algún poguillo.
Los también británicos One Way System, por otra parte, sí que conectaron con el personal desde el principio gracias a las descomunales ganas de mambo con las que salieron. Y gran parte del mérito se lo llevó asimismo su cantante chalao, muy rollo Wattie, al que solo le faltó darse golpes con el micro en la cabeza como el líder de The Exploited. Tralla sin contemplaciones que desató pogos de los bestias, nada de caricias, y alguno hasta voló por los aires, como era de esperar. Himnos del calibre de “Jerusalem” eran argumentos más que suficientes para revolucionar a las entregadas huestes.
Fue el preludio de la tormenta, porque lo que cayó con UK Subs solo se puede calificar de esa manera. Un aguacero punk que empaparía hasta al más escéptico, suponiendo que exista. Un inicio tan demoledor como el de “C.I.D.”, que la mayoría en nuestro país asocia al “Jódete” de M.C.D., puede hacer saltar hasta las canillas. No menos apabullantes resultan “I Couldn’t Be You” o “I Live In A Car”, es decir, los primeros temas de su laureado ‘Another Kind Of Blues’ de 1979. Casi nada. Y todo ello bajo la atenta mirada de viejecillo entrañable de Charlie Harper, al que llamaban “abuelo” de vez en cuando desde el público.
“Rockers” nos volvió a despeinar de lo lindo mientras brotaban pogos salvajes por doquier. Contaron, además, con un sonido demoledor, lo habitual en una banda en la que destaca el bajista, Alvin Gibbs, un tipo cuyo nombre corean en los conciertos en Reino Unido y que en la península pocos conocerán, a pesar de que haya tocado con estrellas de la envergadura de Iggy Pop. Y qué decir de ese vocalista que es probablemente de los más veteranos de la escena punk, cuya voz apenas acusa el paso del tiempo, ni siquiera a sus 75 castañas. Un superviviente.
Para “Emotional Blackmail” los pogos ya se habían propagado por casi toda la sala. El voceras pidió entonces “relajar un poco” con “Limo Life”, algo imposible con semejante piedra angular. Y menos todavía se podía exigir lo mismo con la inevitable “Warhead”, que unos primerizos Parálisis Permanente adaptaron al castellano con el título de “¿Por qué?”. “Endangered Species” otorgó el tiro de gracia a una multitud exhausta que no paró en ningún momento con el bajo desbocado de Alvin. ¿Quién quiere relevo generacional con señores como estos? A cascarla, millennials.
Y otros que repartieron cera inmisericorde fueron GBH, que nunca suelen fallar en las distancias cortas. “Race Against Time” o “Necrophilia” pusieron a tono a la concurrencia, pese a que quizás no se viviera aquello tan intensamente como con UK Subs. Pero no debemos olvidar que el casi sexagenario Colin Abrahall pose en escena una de las poses más míticas en la historia del punk, con su chupa de cuero abrochada hasta el cuello y su manera de dejarse caer sobre el micro cual Cristo agonizante. Una estampa tan legendaria como la famosa foto de The Clash de Paul Simonon destrozando el bajo.
El festín siguió con más clásicos de la enjundia de “Dead On Arrival” o “Generals”, mientras que los pogos colonizaban gran parte del recinto. A los fotógrafos podrían convalidarles el título de corresponsal de guerra. Recordaron su condición de veteranos con “Fifty What?”, un corte “sobre hacerse mayor”, según su vocalista, antes de que los ánimos se caldearan y algún espontáneo aprovechara la visita al escenario para ofrecer cerveza al bajista, una proposición que declinó con los modales de un caballero inglés. Educación ante todo.
El himno “Sick Boy” sonó impepinable, y como manda la tradición, dedicaron “Give Me Fire” a “los fans mexicanos” tras presentar la pieza como “Dame fuego”. “Diplomatic Immunity” era munición considerable antes de la inevitable dupla de “City Baby Attacked By Rats” y “City Baby’s Revenge” en la que una chica se animó a lanzarse desde las tablas. Cortaron algo el frenesí con la reciente “Liquid Paradise (The Epic)”, pero bueno, a su edad se pueden permitir estas licencias.
No defraudaron en el final con “Maniac”, trallazo para volar la peluca con propiedad. Algún espontáneo se emocionó tanto que hasta se subió al escenario y amenazó con despelotarse, hecho que no se consumó debido a la intervención del personal de la sala. La verdad es que le entendemos, hay temas que desde luego provocan auténtico sofoco.
Toda una noche para recordar, en la que ancianos patearon culos como si no hubiera un mañana y confirmaron aquello de que los años son en realidad un mero estado mental. Sobre todo a edades avanzadas. Y que no nos quiten las bonitas costumbres de antaño. Como que vuele la cerveza en las grandes ocasiones.
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