Crónicas
Crónica de Lagartija Nick: Las fronteras y los mapas
«En otro país les harían hasta la ola. Enormes. Su directo sigue siendo hipnótico»
2 febrero 2018
Sala Stage, Bilbao
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
El paletismo endémico de este país provoca que pasen casi desapercibidas bandas que en otros sitios quizás serían de culto. Por mucho que vayamos de modernos y de enrollados, no son pocos los que siguen con la mentalidad aldeana de que siempre será mejor todo lo que venga de fuera, por el simple hecho de provenir de lejos de nuestras fronteras. Pero la constatación definitiva de cualquier propuesta debería ser el directo, el campo de batalla donde se demuestra el valor de verdad al margen de estúpidas modas o prejuicios infundados.
Los granadinos Lagartija Nick ya cambiaron la historia de la música de este país con ‘Omega’, aquel pionero álbum junto a Enrique Morente en el que artistas flamencos cantaban a Leonard Cohen o Lorca bajo el leve manto del rock alternativo, pura fusión en los tiempos en los que la mayoría de los peninsulares ni sabían lo que era eso. Un punto y aparte en una trayectoria sin estridencias en el aspecto mediático ni grandes alardes, pues tras ese paréntesis de cierta popularidad, ellos siguieron a lo suyo como si nada.
Recientemente han asomado la cabeza en base a sus propios méritos con el álbum ‘Crimen, sabotaje y creación’, muy laureado tanto por críticos como por aficionados, que se presenta como la continuación lógica de aquel ‘Omega’, aparte de homenaje inevitable a Jesús Arias, periodista, músico y divulgador cultural fallecido a finales de 2015. Un trabajo en el que se arremangan la camisa para desenterrar fosas y memoria histórica, a la par que se introducen de nuevo en el folklore andaluz bajo un prisma diferente.
Pensábamos que aquella noche únicamente se juntarían por el norte cuatro amigos, pero lo cierto es que al final se acabó congregando una respetable multitud en una jornada complicada con estrellas internacionales tocando a escasos metros. A la mayoría de los seguidores les pillaría descolocados la insólita propuesta de Anita Parker, definida como “electro swing”, aunque quizás estén más cerca de lo que se llama “electro txaranga”, o lo que es lo mismo, verbeneo puro y duro, pues lo mismo se arrancaban con un tema industrialoide a lo Cycle que con “Bandiera Bianca” de Franco Battiato, variedad a tope, desde luego. Además, un DJ amenizaba con una especie de cuñas publicitarias que soltaban proclamas como “funcionario bueno, funcionario muerto”. Casi la mayoría de los presentes se dedicaron a mirar el móvil...
Con los ánimos contenidos por parte de los fieles y sin demasiada pompa en el bando de los artistas, Lagartija Nick de primeras bucearon hasta el fondo de su nueva obra con “Analema”, “La ira de noviembre” y “Mapa de Canadá”. No tardaron en advertir que iban a tocar “mucho de lo último”, al tiempo que su voceras hablaba de la necesidad de “desenterrar lo que nos rodea”. “La soledad es política” les quedó muy niquelada con aires aflamencados y orientales, aunque el sonido pudo ser más nítido, a veces se asemejaba a una bola de difícil digestión, pero bueno, tampoco habíamos venido para ponernos exquisitos en ese aspecto.
El batería Eric Jiménez, de actualidad por su reciente autobiografía ‘Cuatro millones de golpes’ y también pluriempleado en Los Planetas, imprimió un ritmo incesante a la velada y no se llevó pocas ovaciones por su espectacular labor. El rollo más poético sobresalió en “El teatro bajo la arena”, de nuestras preferidas del disco, antes de recuperar el poso arabesco de “La canción del tiempo” o de abducirnos con el mantra hipnótico de “Europa, Europa”. Es evidente que las novedades han encajado cual guante en el repertorio en directo de la banda, ojalá permanezcan por ahí mucho tiempo.
Prueba de que no tiran de manual como otros que parecen oficinistas fue que se arrancaran con un tema nuevo sobre la noche en la que al cantante de The Clash le dio por querer desenterrar los huesos de Lorca, una presentación que Antonio Arias terminó gritando “¡Viva Joe Strummer!”. El preludió perfecto para ese inmenso ejercicio de recuperación de la memoria histórica llamado “La leyenda de los hermanos Quero”, algo de cajón y tan necesario todavía en un país con más de 200.000 personas desaparecidas y con un gobierno que se pasa por el forro las leyes que no le gustan. Eso sí, luego que en Cataluña cumplan la Constitución y tal…
Tras los puños en alto y toneladas de épica, echaron la vista atrás hasta sus inicios en “Tan raro, tan extraño, tan difícil”, rock alternativo con agallas y con una soberbia parte final con Eric aporreando desbocado. Y el recuerdo a ‘Omega’ llegó con “Vuelta de paseo”, mucho más guitarrera que en estudio, antes de un “Nuevo Harlem” que desató pogos recatados y hasta despertó a algún molesto borracho.
Aprovecharon el subidón y enfilaron “Satélite”, uno de sus más grandes himnos, con la peña ya totalmente desatada. Un chute de adrenalina que debió sorprender incluso a los propios músicos, pues Antonio no dudó en exclamar al terminar: “Ha sido muy intenso, ¿verdad?”.
En los bises epataron a los aficionados en “Esa extraña inercia”, con la presencia de Nando, bajista de Los Carniceros del Norte, que esa noche cumplió un sueño al tocar con uno de sus grupos preferidos. Pocos broches de tanta altura se podrían imaginar para un recital sin mácula, con la única pega de ese sonido que no convenció a todo el mundo, aunque un servidor los hubiera preferido más chirriantes todavía. Esto no es la ópera.
El personal quedó tan extasiado que el jaleo montado obligó a los granadinos a regresar otra vez mientras Antonio decía: “¡Que tengo oídos, cojón!”. No defraudaron con “Universal”, y para cerrar el círculo, “Exilio”, la magistral guinda final de ‘Crimen, sabotaje y creación’ que nos elevó unos metros por encima del suelo. Melancolía flotante.
Un bolo de órdago que demuestra que para estos andaluces las fronteras y los mapas se tornan demasiado cortos, departamentos estancos incapaces de albergar tanta grandeza. En otro país les harían hasta la ola. Enormes. Su directo sigue siendo hipnótico.
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