Ilegales en Madrid: La “rebelión” vuelve a triunfar

Son tiempos en los que la corrección política está a la orden del día, pero no es algo que a Jorge le parezca preocupar. Lleva casi tres décadas siendo como es y no va a cambiar ahora. Y por parte de sus seguidores, agradecen que así sea. Un público de todas las edades, de todas las generaciones, ya que, por suerte, la música no entiende de años ni de épocas. Y más hoy en día, donde la música está alcance de un par de clicks.

El concierto fue de un ritmo vertiginoso con más de treinta canciones tocadas, sin apenas interrupciones, algo que siempre agradezco. Esta manera de tocar no es muy habitual de verla en los grupos actuales, pero siempre he preferido más canciones y menos parlamentismo.

Comenzó con algo de retraso, debido a que la gente apuró hasta el final para entrar. Abrieron con “Tiempos nuevos, tiempos salvajes” y “¡Hola mamoncete!”. No fue hasta la quinta canción cuando dijo sus primeras palabras de la noche: “Buenas noches criaturas peligrosas”. Como he dicho, las canciones caían una detrás de otra. Temas como “Agotados de esperar el fin”, “Voy al bar” o “Enamorados de Varsovia”. Jorge no estuvo demasiado charlatán, quizás por el retraso prefirió tocar sin pausas, pero nos dejó algún comentario agudo cuando cogió su ron cola y dijo: “no me gusta una puta mierda, pero es lo mejor para cantar”.

“Yo soy quien espía los juegos de los niños” fue una de las más aclamadas, sobre todo por esa mención en la letra a eurovisión, que se llevó una ovación de los presentes. “Angel exterminador”, “Don Omar”, “Todo lo que digáis que somos”… seguían cayendo mientras la banda ejecutaba a la perfección las canciones, empalmando una con otra. Canciones algo distintas como “Me gusta como hueles”, en la que deja espacio para el reposo, contrastando con canciones más rockeras y canallas como “Mundo Carapijo” o “Eres una puta”.

En “Soy un macarra” presentó a la banda, en los teclados y apoyando a la guitarra Mike Vergara,  al bajo Willy Vijande y a la batería Jaime Belaústegui. Jorge Martínez y los nombrados parecen vivir una nueva juventud, porque el estado de forma que mostraron fue espectacular. En “Dextroanfetamina” y “Bestia, bestia” se vieron los pogos más… bestias, valga la redundancia. Se notaba que ya llegaba el final. Pero volvieron con “No tanta, tanto”, “Hombre solitario”, “Problema sexual” y “Destruye”.

Más de treinta canciones en algo menos de dos horas, un hecho habitual en los conciertos de Ilegales que les hace ser una de las bandas más respetadas, por su historia y por su presente, ya que, como están demostrando en esta gira, siguen estando más que vivos. La rebelión volvió a triunfar en la capital y, esta vez, en una sala más grande.

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