Crónicas

El Drogas en Madrid: Nosotros, también a gusto

«Y así pasaron tres horas que podrían haber sido más… y no hubiera pasado nada. Tiene tanto repertorio, tantos registros y sabe captar tan bien la atención que se está “a gusto”, como decía Enrique a lo largo de la noche. Enrique, que no El Drogas, ya que El Drogas es más que él, es una banda que le acompaña ya 10 años y que toca de maravilla»

14 febrero 2020

La Riviera, Madrid

Texto: Alejandro García Aguejas. Fotos: Alfonso Dávila

Los conciertos de El Drogas en esta gira están siendo un viaje entre distintos estilos y épocas, pero que encajan de maravilla. Con un quíntuple disco de diferentes timbres, le da un hueco enorme al repertorio, junto a discos anteriores y clásicos de Barricada y Txarrena.

Enrique Villarreal es un maestro, pocos artistas pueden dar conciertos de 43 canciones en tres horas y hacerlo con tal habilidad, que ni se hace pesado ni aburrido, gracias a un repertorio muy bien pensado.

Rompiendo cualquier esquema, Enrique Villarreal salió a escena para “aporrear” el piano en “Tienes dos manos”, mientras que el resto de la banda se iba uniendo. Continuaron con este timbre acústico con “Al salir la luz” y “Sin lámpara”. Como digo, esto es un viaje largo y, no nos mete de primeras canciones cañeras y potentes como haría cualquier otra banda, sino que poco a poco nos va haciendo entrar en calor. Así pues, sigue con el timbre canalla y de bullanga, donde cuenta historias callejeras a ritmo de blues en temas como “La mala suerte”, “Con ridículo sombrero” y “Nácar blanco y granate”, interpretadas de una manera excepcional. Se mueve en el blues con mucho poderío escénico, incluso sobreactuando un poco, para meternos más en estas historias. Especialmente me gustó mucho cómo sonaron estas canciones en directo… y de repente, nos meten en el timbre oxidado, que es el más punkarra del quíntuple con “Intoxicación”, “Pena de muerte” o “Se termina ya”, en la que la fuerza y la brutalidad son los protagonistas. Y no sabes muy bien cómo, pero habíamos pasado de un Enrique tranquilo, sentado al piano… a un Enrique enloquecido, moviéndose por todo el escenario haciendo muecas con la boca.

Tras estas primeras canciones, todas de su último trabajo, soltó el primer “A gusto”, tan característico de él. Enrique es hombre de poca charlatanería y mucho tocar, algo que es de agradecer. La primera mirada al pasado fue con “Peineta y Mantilla” y “Come Elefantes” de su anterior disco. Aunque el primer gran momento en el que el público se vino arriba fue con “No hay tregua” y “La silla eléctrica”, dos clásicos de nuestro rock. Continuaron con temas pasados como “Frío”, esa canción de Manolo Tena (de sus Alarma), pero que ya es casi propia de El Drogas, “Así” y “Cordones de Mimbre”.

Volvieron a cambiar de tercio con “Solo es febrero”, “La mujer del aguacero” o “Por caminos imposibles”. La naturalidad y la facilidad de cambiar de registro hacían que no te enteraras de estas transiciones. Estas subidas y bajadas en intensidad hacían experimentar distintas sensaciones durante el concierto y realmente no parece sencillo conseguirlo. Era como varios conciertos en uno. Cabe destacar a los músicos por la versatilidad que demuestran y ponerse el traje de rock, el traje de blues o el traje acústico las veces que hicieran falta. Volvían a estas canciones rápidas del “oxidado” tales como “A cara o cruz” o “Cinco Cuchillos”.

Barricada aparecía en nuestras cabezas con “Oveja negra” y la emotividad del estribillo de “En punto muerto” llenaba la sala.  “Ya podemos irnos”, “La hora de carnaval” y “Todos mirando” continuaban el baile. Enrique volvía al piano para volver a bajar la energía con “Hacha y tiza”, que serviría de cierre antes de la explosión final.

Los bises fueron más que generosos. Por cantidad y por elección. Comenzando con “Animal caliente” y “Aprieta el gatillo” de Cicatriz. Parecía otro concierto, ya que la gente enloqueció totalmente. O puede ser que las bebidas alcohólicas les subieran a todos a la vez. Minis (katxis, litros…) volando, pogos y griterío a pleno pulmón con “Barrio conflictivo”, “Bahía de Pasaia” o “Víctima”. Para ir cerrando, no faltaron “Azulejo frío” y “En blanco y negro”.

Y así pasaron tres horas que podrían haber sido más… y no hubiera pasado nada. Tiene tanto repertorio, tantos registros y sabe captar tan bien la atención que se está “a gusto”, como decía Enrique a lo largo de la noche. Enrique, que no El Drogas, ya que El Drogas es más que él, es una banda que le acompaña ya 10 años y que toca de maravilla: Brigi Duque a la batería, “Flako” al bajo y Txus Maraví a la guitarra. Son ejemplo de perseverancia, de actitud y de rock and roll.

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Esta entrada fue escrita por Redacción

1 comentario

  • Juandie dice:

    La verdad que tanto EL DROGAS como el resto de buenos músicos que le acompañan estuvieron a la altura presentando su nueva placa de estudio como temas míticos de mis adorados BARRICADA y seguro que esas 3 horas se pasaron volando.

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