Crónicas

Crónica de Vhäldemar en Bilbao: ¡Abajo las reglas arbitrarias!

«En unos momentos en los que la música en directo está siendo atacada por fascistas sin escrúpulos, urge más que nunca reivindicar los conciertos rockeros»

26 diciembre 2020

Sala Santana 27, Bilbao

Texto: Alfredo Villaescusa. Fotos: Hughes Vanhoucke

Deberían dejar ya de tomarnos por tontos. O por lo menos disimular mejor los progres postmodernos que abogan por prohibir conciertos de todo tipo durante la pandemia. Que den la cara y digan claramente a la peña su voluntad de condenar a muerte o a la miseria absoluta a los miles de curritos que dependen del sector de la música en directo.

O a esos hosteleros que impiden trabajar en condiciones dignas. Lo hemos visto estos días por la red en miles de quejas repugnantes cuando un artista ha tenido la osadía de celebrar un evento multitudinario siguiendo las normas sanitarias pertinentes. Ni por esas. ¿Se puede o no se puede? ¿O está reservado ese derecho únicamente a los afectos al régimen, como en épocas pasadas?

En los tiempos actuales, acatar las reglas para los espectáculos en vivo no constituye ni de lejos un salvoconducto, puesto que a escasos metros de la sala ya te ponen una patrulla por si acaso alguien se pasa de la raya, ni los delincuentes más peligrosos gozan de una vigilancia tan exclusiva. Y no hablemos ya de los transportes públicos u otros ámbitos con patente de corso en los aforos. Pero es en estas complicadas circunstancias donde sobresalen los auténticos cruzados de la cultura, esos que no se arrugan ante nada y con la devoción de templarios medievales mantienen la fe incluso aunque en el exterior no cesen los ataques por doquier.

El bolo de presentación de nuevo disco de los vizcaínos Vhäldemar fue un ejemplo palmario de esto último, un derroche de voluntad inquebrantable, y seguro que hasta de imaginación, para adaptarse a los requerimientos de las autoridades. La intención inicial de hacer dos sesiones hubo que desecharla tras decretarse un draconiano toque de queda de inspiración militar. Y la limitación previa de horarios para actividades comerciales y culturales tampoco ayudaría demasiado. Una yincana de obstáculos para ver un simple concierto, lo nunca visto.

A pesar de los palos en las ruedas, por fin pudo acontecer la puesta de largo en Bilbao de ‘Straight To Hell’ y ahí estuvimos para contarlo, un recital trepidante desde el principio al fin y más heavy que una lluvia de hachas, hacía tiempo que no escuchábamos un sonido tan contundente en la Santana 27. Una cita avalada además por el respaldo de un público muy enfervorizado, teniendo en cuenta la obligación de permanecer sentado como si se tratara de una fiesta infantil. ¿Alguien sabe si agitar las greñas también transmite el dichoso virus?

Sin mucho preámbulo adicional, “Death To The Wizard!” puso de inmediato las cosas claras desde el inicio, todo un pistoletazo de salida que pondría en pie a cualquiera, bueno, si se pudiera. El clásico grito “¡A muerte!”, seña de identidad del grupo, ya se escuchó en diversos rincones. No podría existir mejor aval por parte del respetable.

“1366 (Old King’s Visions, Pt V)” mantuvo el tirón en la estratosfera sin pisar en absoluto el freno. En este sentido, para quedarse ojiplático resultaron una vez más las subidas y bajadas por el mástil de Pedro J. Monge, un colosal virtuoso a la altura de Yngwie Malmsteen o cualquier otro astro internacional, si en este país no fuéramos tan aldeanos en ciertos aspectos, se reconocería este hecho de inmediato. Todo un show en sí mismo ver a este señor sacando fuego a las seis cuerdas. Y sin ponerse brasas como otros.

Eso de tener al personal sentadito y calladito con mascarilla da para muchas coñas y el vocalista no dejó pasar la oportunidad. “Os dan de beber y todo”, dijo en referencia a una fecha que hicieron en Guipúzcoa hace poco donde se podía observar a gente “con petaquilla”. Y la homónima “Straight To Hell” quizás no cambie el futuro del metal, pero reproduce con precisión la mayoría de los tópicos que uno esperaría encontrar en cualquier canción heavy, esto es, una base contundente, gritos de los de desgañitarse y punteos que en un máquina como Pedro se antojan una auténtica maravilla. El confort de los sabores de sobra conocidos.

Continuaron los chistecitos sobre la nueva normalidad mientras el cantante nos aseguraba que por levantar un poco el culo de la silla no pasaba nada, antes de que subieran otro escalón en autenticidad con una pieza tan aguerrida como “Metalizer”. Los puños en alto no se bajarían de ningún modo con “Howling At The Moon”, con brazos moviéndose de un lado a otro con la melodía del comienzo. De los puntos álgidos del show, sin duda.

Lo de hablar entre tema y tema solo tiene pase si eres un tipo de ingenio desbordante como Jorge Ilegal, Julián Hernández de Siniestro Total o el vocalista Carlos Escudero, que tampoco anda mal servido en ese asunto. Una chica que teníamos detrás, por ejemplo, no cesó de reírse casi con cada comentario que soltaba, igual que si aquello fuera más El Club de la Comedia que un concierto de metal al uso. Y un servidor también se partió de lo lindo cuando tras pedir montar bulla, el voceras criticó la tibia respuesta diciendo: “Eso lo hacen en ‘Pirritx eta Porrotx’”, en relación a un popular espectáculo infantil de payasos.

Durante la velada hubo asimismo algún invitado como Dann Hoyos, virtuoso local que dejó su impronta en “Fear”, de los cortes más hard rockeros de ‘Straight To Hell’. Y se acordaron del jugador de baloncesto recientemente fallecido Kobe Bryant en “Black Mamba”, que desde luego no perdió rebote alguno en cuestión de ritmo.

El viejo truco de adentrarse entre el respetable también lo ejecutó el inquieto frontman con la precaución debida. “¡No me toquéis, no quiero virus!”, decía mientras chocaba algún que otro codo de espontáneos. Y no desaprovechó el encargado de las cuerdas vocales para cargar contra los grupos que afirman que su nuevo disco es el mejor y luego apenas lo tocan en directo. Ellos para nada son de esos impresentables, anda que no le dieron cancha a su plástico más reciente esa noche.

El único instante en el que aminoraron la marcha fue para presentar a la banda, algo siempre tedioso para un servidor, pero necesario, por lo menos echamos unas risas con el oscuro deseo del cantante de haber nacido con el nombre de “Leónidas”. Con el toque de queda acechando, el consabido parón para los bises quedó reducido a la mínima expresión, por lo que no tardaron en enfilar la recta final con el trallazo “Breaking All The Rules” o la ya histórica en su trayectoria “Lost World”.

Y en esa senda no erraron al confiar en “Energy”, otro de sus grandes himnos, para despedir una cita en la que no hubo baladas ni demasiadas muestras de flaqueza en el apartado estilístico. El versátil Dann Hoyos volvió a salir para marcarse un punteo vertiginoso y hasta Pedro aparcó el mástil por unos minutos para cantar un último estribillo a pulmón. Sin mácula.

En unos momentos en los que la música en directo está siendo atacada por fascistas sin escrúpulos, urge más que nunca reivindicar los conciertos rockeros, del metal al punk y sin olvidarse de ningún estilo intermedio. Rememos todos en la misma dirección hasta acabar con normas absurdas que no se aplican en otros lugares con mayor afluencia de gente como cualquier metro, bus o avión. ¡Abajo las reglas arbitrarias!

Alfredo Villaescusa
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Esta entrada fue escrita por Alfredo Villaescusa

1 comentario

  • Juandie dice:

    Potente descarga de los heavys VHALDEMAR ante sus paisanos presentando su nueva placa de estudio la cual ha calado de puta madre por estos lares. Les deseo muchos conciertos una vez el dichoso virus nos de tregua.

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