Crónicas
Robe: Ahora soy un adicto feliz
«Si el artista evoluciona es de recibo que el beneficiario de su arte también lo haga, ya puedo decir que “ahora soy un adicto feliz”»
13 noviembre 2021
Pabellón Pisuerga, Valladolid
Texto: Quim Heras. Fotos: Rocío Jodra Gutiérrez
Me llama la atención que Robe decidiera(n), para su concierto del pasado 13 de noviembre en el Pabellón Pisuerga de Valladolid abrir con una canción como “Hoy al mundo renuncio”, que por temática no invita precisamente a gozar. Me llama la atención, pero lo entiendo. Y me alegro. Lo entiendo porque es claramente uno de los mejores temas de su repertorio para engrasar la maquinaria de precisión en la que se ha convertido la agrupación; y me alegro porque me sirve para explicaros (eso de las crónicas objetivas no va conmigo) que yo mismo, error de MONOneuronal mediante, estuve a punto de renunciar al planeta al ver que, tanto mi compañera (de vida, la fotógrafa ya estaba dentro) como el menda, casi nos quedamos sin poder acceder al recinto y disfrutar del show. Agradezco desde aquí su comprensión a la persona que facilitó que la tragedia no se concretara. Él sabe quién es.
Ya que he sacado a relucir lo de l@s compañer@s de vida, y antes de entrar al meollo del show en sí, me gustaría hacer una reflexión respecto a quién creo que es Roberto Iniesta a día de hoy (más allá de lo que todos sabemos, un genio, y sentimos): Es evidente (lo demostraría con el tema elegido para cerrar la actuación) para quien conoce bien su trayectoria y, especialmente, su obra, que este hombre, más allá del amarillismo y el morbo del que los medios (y muchos seguidores) han (hemos) hecho gala al poner demasiadas veces el foco de interés en sus adicciones y su excéntrica (por libre y por compleja) personalidad, tiene como eje de vida el amor. El amor en todas sus vertientes. El amor (que implica incomprensión) por el ser humano y sus comportamientos, el amor (que conlleva autoanálisis y transformación) por uno mismo, el amor (que necesariamente lleva a la evolución) por la música y la poesía y, por encima de todo… Esperad. Dejemos esta diatriba sin final, por si quisiéramos regresar, y nada fuera cierto. Que sé que os estoy aburriendo y queréis que os cuente cómo fue la cosa. Que sé, además, que si algo le molestaría al señor Iniesta (si algún día llegara a leer estas palabrejas) es que nos centráramos exclusivamente en él cuando, y paso a explicároslo, está arropado por una bandaza que, a ratos, nos hace añorar menos a nuestros amados (de nuevo el puto amor) Extremoduro (de los que acabarían sonando un total de siete composiciones desgranadas a lo largo del show).
CAGO yo para que os llegue cristalina, a través de estas letras, la catarsis, tanto personal, como de pareja, como colectiva, en la que se convirtió la noche de autos. Ni idea. Dejadme que lo intente: Hemos mencionado la necesaria evolución de un artista para seguir amando su arte. Estoy convencido de que más de un@ verá como una traición a sus propia esencia que, en lugar de salir en algún momento a cantar, por ejemplo, aquello de “Chocho peludo, chochochocho peludo” (‘Pedrá’, 1995), Robe haya decidido nombrar a su excelsa última obra “Mayéutica”, la represente gráficamente con una pincelada que simboliza una vagina y una matriz, y que todo eso a su vez nos hable de cómo lo que antes le (y nos) servía ya no le (nos) basta.
Allá quién se quede con lo que ya pasó. Personalmente, como canta Fito en su último disco, prefiero “ser feliz porque hoy es hoy”. Por eso adoro el recurso usado para la presentación de los músicos: de dicho coño, representado en un telón negro que se abría por donde debía (a buen entendedor…) fueron saliendo, uno a uno, los protagonistas: el polifacético y muy técnico Alber Fuentes a los parches; Lorenzo González como contrapunto vocal, showman y apoyo instrumental; Carlitos Pérez cargando sobre su hombro izquierdo la esencia de esta ya no tan nueva andadura, el violín; Álvaro Rodríguez Barroso a las teclas; el experimentado Woody Amores con la caña y la distorsión; David Lerman soplando los vientos por lo que haga falta; y el impresentable (por ya demasiadas veces presentado) Roberto Iniesta a la guitarra, la voz y a los mandos del tinglado (sin aparente esfuerzo o liderazgo, eso sí; aquí todos suman). Los siete serían recibidos con un murmullo creciente que desembocaría en una ovación cuando le llegó el turno al Rey de Extremadura. Y, sin mediar palabra que no fuera cantada, manos a la obra.
En la letra de la canción inaugural el autor duda: “Puede ser que a lo mejor este bajón sea pasajero”; sobre el escenario, él mismo añade “¡Ya se me ha pasado!”. Pues qué hostias. A nosotros también. El susto inicial queda atrás y nos sumergimos de lleno en el privilegio que va a ser disfrutar de lo que está por venir.
“Como buen guerrero” (la siguiente en caer), el Robe ha ido afilando sus armas con el devenir de los años y lo empieza a demostrar bien pronto cantando mejor que nunca y mostrándose sorprendentemente suelto con la guitarra y juguetonamente participativo con sus compañeros de aventura. “Si te vas” pareciera haber sido compuesta, hace ya diez años, teniendo claro que algún día la iba a interpretar con los músicos, la filosofía y las circunstancias actuales. Es de Extremoduro y la gente se viene arriba (espoleada por el movimiento de un brazo del saxofonista, que consigue, sin parar de tocar a una mano, que todo el público le siga), pero suena a Robe la mires por donde la mires.
En este momento hacen aparición unas luces decorativas en el fondo del escenario que a mí, personalmente, me recuerdan a la decoración navideña de las calles de las grandes ciudades y me cortan un poco el rollo (único pero a una escenografía sobria pero efectiva). Pero no hay tiempo para menudeces. Como contrapunto a lo descrito respecto a la anterior, y a pesar de optar por acortarlo, el inicio ultra cañero pensado para llevar a las tablas “De manera urgente”, pese al acojonante y casi metalero doble bombo de Alber, desentona y chirría un poco; por suerte, el desarrollo va hacia mejor y se nos empiezan a poner los pelos como escarpias con versos como: “Me metí en lo más hondo de mi ser y vi llegar pensamientos como tormentas”.
Nunca ha sido Iniesta de prodigarse mucho en palabras ajenas a sus letras durante los shows. Y se agradece que, cuando lo hace, lo haga también con poesía. Como en su introducción de “Contra todos”, durante la cual sobresale un verso inédito en el que nos avisa de que dicho tema nos va a hablar de “su vanidad de lechuza y sus contradicciones”. Y que el Robe saque su voz más rabiosa y cazallera para gritar que “del pasado nada puede cambiar, el pasado lo está cambiando ya”, no es más que una confirmación de lo que apunta la tesis central de esta crónica.
Llegan las lágrimas, no sabe uno muy bien por qué al andar inmerso hace poco en eso del amor y juntarse demasiadas emociones, pero el grifo se abre al escuchar aquello de “al camino recto por el más torcido”. “El camino de las utopías”, la segunda de Extremo en sonar, es una maravilla. La banda lo sabe y la convierten en uno de los puntos álgidos de la noche, advertidos por nuevos versos desconocidos de que “en el fracaso tendremos también la gloria”.
Vale la pena detenerse un momento en este punto para analizar la tarea del último miembro en incorporarse a la banda. No es que esté muy de acuerdo con un paisano que me soltó: “No veas el guitarrista, está llevando el concierto él solo” (más bien estoy muy en desacuerdo), pero sí que es verdad que Woody aporta un saber hacer, un empaque y un extra de vigor a la banda, colaborando también a construir un renovado muro de sonido, que se echarían de menos, de no estar, tanto en las canciones del pasado como en las partes que más nos retrotraen al mismo de los tres discos publicados hasta el momento bajo el nombre de Robe. Y, ya que las comparaciones son odiosas pero muchas veces también inevitables, a pesar de la soltura y la maestría a las seis cuerdas del señor Amores (otra vez el jodido amor), es honesto decir que hay momentos en los que nos viene a la memoria Iñaki “Uoho” Antón (pasaron muchos más guitarristas por la antigua agrupación, pero el grueso de las canciones del mismo que se interpretan en esta gira forman parte de la época del ex Platero).
A veces lo recordaremos con añoranza, otras con la sensación de que no pudiera haber tenido mejor sustituto: no nos hizo falta en “Un suspiro acompasado”, con la que continua la descarga; le echamos de menos en “So payaso” (porque, en mi opinión, contiene algunos de los mejores solos de la historia del rock en castellano y es imposible no desear que salgan de los dedos que los creo, por muy bien que lo haga el nuevo, de estilo más Slashero) y se nos olvidó totalmente la historia durante la interpretación de “Dulce introducción al caos”, porque ésta está mucho más anclada en los fraseos y los riffs que en el virtuosismo, que es algo muy personal.
Entendí la elección del tema de apertura y entiendo por qué esta primera parte termina con un tema de “La ley innata”. Y me alegro. Lo entiendo porque es la mejor manera de introducirnos a lo que está por venir, la interpretación íntegra de 'Mayéutica', una continuación reconocida del disco de 2008; y me alegro porque Roberto, que, aunque sea discretamente, sigue manejando los hilos, ha dado indicaciones al personal de seguridad para que nos permita salir a fumar, y al de barra para que los precios sean populares. Así nos lo hace saber antes de retirarse a descansar media hora y para allá que nos vamos. "Pal bebedero" y "pal fumadero".
En esta crónica, y en cualquier otro escrito de este plumilla que hayáis leído por aquí o por allá, queda patente: padezco dedorrea. Y me gusta. Me gusta expresarme y haceros llegar mis impresiones sin límites de (casi) ningún tipo, y mucho menos de extensión. Es por eso que me siento algo extraño al confesaros que, en lo que se refiere a la parte central del concierto de marras tengo poco que aportar. Porque a veces es mejor callar. O al menos frenar los pensamientos y los dedos, que me piden a gritos escribir otras cuatro páginas referidas únicamente a la interpretación de 'Mayéutica' y a lo mucho que significaron para mí (y para ella) tanto el disco como su concreción en el escenario.
Tengo un sinfín de anotaciones en mi cuaderno sobre esos 45 minutos que duró la exposición del disco. Pero prefiero guardármelas de recuerdo y animaros a intentar ir a disfrutar de la experiencia en directo. Quedan pocas oportunidades ahora en otoño, pero la gira promete seguir siendo apoteósica cuando sea retomada en primavera. Y os aseguro que sólo por esos tres cuartos de hora valdría la pena el precio de la entrada. Juro no poseer acciones en ninguna de las empresas implicadas. Ni siquiera un fallo técnico que dejó a la banda muda durante apenas un par de minutos del segundo movimiento consiguió emborronar algo que sólo puedo resumir desde recuerdos derivados de mi propia experiencia vital: no disfrutaba de ese modo con un directo en el que se viera implicado el Robe desde la gira de presentación del Agila. Y os aseguro que, no habiéndome perdido ni una de las que ha habido entre medias, he tenido momentos inolvidables. “Ojalá me hubiera muerto de repente, fruto de esa alegre sobredosis”. "No more tos ay".
El que se piense que aquí iba a aquedar la cosa, anda errado. Aún quedaba munición: cuatro cartuchos (tres de ellos de la banda fundada en 1987 en Plasencia) cargados, de nuevo, cómo no, de amor. Cuatro balas apuntando al corazón del respetable. A cada cual más certera: “Standby” y el amor por los que se quedaron en el camino, interpretada con inusitada dulzura y rabia para recordarnos, de nuevo, que “vivir significa para nosotros transmitir todo lo que somos en luz y en llama”. A estas alturas, el pabellón, colmado casi hasta la bandera, rugía como si la pandemia en la que aún andamos inmersos requiriera de nuestra voz acompasada y festiva para espantarse de una puta vez.
“La vereda de la puerta de atrás” y el amor esquivo pero inevitable, tocada con tal exquisitez que opino que, de las “viejas”, es la que mejor se ha sabido arreglar y adaptar para los nuevos tiempos. Yo aquí tiré la libreta a tomar por culo así que empiezo a escribir de memoria.
“…y rozar contigo” y el amor que cuesta recordar pero que se sigue sintiendo, coreada por la banda y por el público como si no existieran límites entre las pieles.
Y, como no podía ser de otra forma, “Ama, ama, ama y ensancha el alma” y el amor en mayúsculas, el amor que supieron plasmar en su momento Manolito Chinato y el propio Robe en una letra eterna. Alargada hasta casi lo inabarcable por una banda en estado de gracia, y con un público definitivamente entregado (más de uno nos atrevimos hasta a abrazar al de al lado o cambiarnos de fila). Orgásmico. Queda para el recuerdo, durante la despedida, y entre muchas otras cosas, la imagen de un Iniesta triunfalmente icónico, arrastrando su guitarra por el escenario, como un fantasma arrastra su edad (qué bien le sienta), sus éxitos y sus fracasos, anclados al pie.
Amor… Amor por el ser humano, decíamos…amor por uno mismo…amor por la música y la poesía y, por encima de todo… amor por el otro, por la otra o por lo que a cada uno le salga de los güevos. A mí me ha costado entenderlo. A mis cuarenta años, habiéndome este hombre susurrado, cantado, gritado, recitado y hasta berreado que esas cuatro letras son la clave de todo, he preferido guiarme por otras temáticas que también nutren su imaginario. Pero como nunca es tarde, y si el artista evoluciona es de recibo que el beneficiario de su arte también lo haga, ya puedo decir que “ahora soy un adicto feliz”.
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4 comentarios
Pedazo de crónica hacia el gran concierto que se marcó el ROBE y sus pedazos de músicos en la rockera Valladolid presentando su último álbum de estudio y que con algún temazo de los históricos EXTREMODURO el de plasencia lo bordó. Extensa gira ibérica se le avecina.
Malísima crónica. Aburrida. Pesada de leer.
A los fans nos importa el concierto en sí, el sonido, las luces, el ambiente, la banda, o las canciones, por ejemplo.
No nos importan tus sensaciones, ni si vas acompañado de tal persona. Mucho ego.
Demasiados paréntesis en el articulo.
Respeto tu opinión ante todo,pero creo q es una crítica buenísima.Habla tanto del concierto en sí,de cómo fue,como de las sensaciones q tuvo el redactor de esta crónica.Al final de eso trata un concierto.De las emociones q despierta en uno la música .Y el Robe es un genio para eso,para los oídos y emociones de cualquiera.No seas tan extremista,suena a amargura.
Crónica no crítica,sorry.