Crónicas
Nacho Vegas en Getxo: Del dolor a la ternura
«Su viaje del dolor a la ternura confirma la voluntad de no permanecer nunca quieto en el mismo sitio. No resulta difícil acompañarle en su travesía, entreguémonos a ese combustible interno que nos ayuda a soportar el desencanto general.»
29 enero 2022
Muxikebarri, Getxo (Bizkaia)
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
La coyuntura actual no invita precisamente al hermanamiento colectivo. Mucho menos con una clase política ajena por completo a los trabajadores de base a los que impone restricciones que a estas alturas ya cansan bastante. No nos hagamos mala sangre por ello, tal vez lo más conveniente sea respirar hondo varias veces seguidas, relajarse y apelar a los sentimientos más puros que uno encuentre en su interior. Hacer caso a aquello que decía Javier Corcobado de que a la sociedad urbana del siglo XXI le falta amor.
El bardo asturiano Nacho Vegas seguramente estaría de acuerdo con esta última idea, no en vano la ternura juega un papel fundamental en su reciente disco ‘Mundos inmóviles derrumbándose’. Lo cierto es que se agradece este giro hacia lo íntimo, incluso aunque parezca fruto de una decepción profunda a todos los niveles. Es lo lógico y sensato, no se puede estar cabreado las veinticuatro horas del día y tampoco es cuestión de convertirse en una pancarta andante, por muy romántico que parezca en ocasiones.
La vida en el fondo se trata de eso, de quemar diferentes etapas y no encasillarse. Probar diversas vías, y si vemos que en alguna de ellas no hay salida, tener el arrojo suficiente para darse la vuelta. Quizás esta actitud justifique que el arranque de la gira de ‘Mundos inmóviles derrumbándose’ se produzca en un lugar tan poco habitual como Navia, un concejo de la costa de Asturias muy relacionado con la creación del álbum.
Sin abandonar la influencia del Cantábrico, la siguiente parada era Getxo, acomodada localidad de la margen derecha de Bizkaia en la que tampoco abundan los periplos peninsulares. El auditorio Muxikebarri está empezando a cambiar el panorama con una reseñable agenda cultural con el atractivo suficiente para acercarse al municipio. Las instalaciones son de lujo, pues se trata de un centro moderno, con un escenario algo reducido y sin apenas espacio para fotógrafos, pero con un sonido de primera categoría.
Debido al límite de aforo marcado por el Gobierno vasco, se quedaron asientos vacíos, aunque eso no restó ni un ápice de emoción a la cita. Con un traje de color burdeos, el bardo Nacho Vegas inició el recital con una pieza tan poderosa como “Belart”, punto también de arranque compositivo de su último trabajo, pues a partir de esta canción logró armar todo el armazón creativo que tenía en la cabeza. Mola mucho ese aire épico que posee a lo “Boogie Street” de Leonard Cohen.
Tocaba echar la vista más atrás, en concreto hacia ‘El manifiesto desastre’ y su “Detener el tiempo” de marcado poso nostálgico. No habría ocasión de lamentarse esa noche, por mucho que Vegas no estuviera rodeado de sus habituales acompañantes de León Benavente, hace tiempo que alcanzaron la entidad necesaria para volar por libre. La nueva formación cumple de sobra su cometido, con la destacable aportación a los coros de su guitarrista alemana Juliane.
“El don de la ternura” certificó el reciente giro sentimental del cantautor, uno de esos temas que estremece en cada estrofa, y “La séptima ola” mantuvo el ritmo sosegado de la primera parte del repertorio, al igual que “Ser árbol”. Ya hemos comentado en otras ocasiones lo mucho que echamos de menos la faceta decadente del ex-Manta Ray y al parecer no debemos ser el único, pues a lo largo del bolo alguien le gritó: “Nacho, vuelve a las drogas”. Suponemos que se referiría de una manera metafórica, anda que no agradaría escuchar en directo cosas como “El jardín de la duermevela” o “Blanca”, auténticos tratados sobre el uso y abuso de sustancias enajenantes.
La adaptación al asturiano del “Summer’s End” de John Prine titulada “Muerre’l branu” aportó ese enfoque costumbrista que de vez en cuando se trasluce en la obra de Nacho y “Ciudad Vampira” se convirtió en uno de los pocos remanentes de la vertiente más política del artista, un periodo que ya pertenece al pasado tanto como su época atormentada. Fue sin embargo de los cortes que más animaron a un respetable que no se cansó de aplaudir en cuanto tuvo ocasión.
Esa suerte de cuento infantil llamado “Lo que comen las brujas” suele ser una de las fijas en los conciertos del astur en los últimos tiempos, pero donde sí que descolocó a la mayoría fue con “Hablando de Marlén”, la primera vez que la escuchamos en directo, y que le quedó soberbia con la contribución del guitarrista de Bera (Navarra), Joseba Irazoki. Un fragmento imprescindible de ese inmenso universo Vegas plagado por personajes pintorescos como Miss Carrusel o Mark Spitz, entre muchos otros.
Y a ese microcosmos se sumará también en un plazo breve de tiempo “Ramón In”, una figura que pronto debería ser tan venerada como la estatua de Pelayo a la que alude la canción. Ya hemos mencionado que el sonido fue brillante, aunque un poco más de volumen en la guitarra de Irazoki se hubiera agradecido, especialmente en la colosal introducción que se marcó de “El mundo en torno a ti”, que nos legó una interpretación soberbia de Nacho. Pelos como escarpias.
Las pocas referencias políticas que tenemos en ‘Mundos inmóviles derrumbándose’ cristalizan en “Big Crunch”, que hace unos meses se presentó como “un villancico anticapitalista” y podría ser el puente hacia esa etapa de activista que inauguró en ‘Resituación’. Nosotros nos quedamos con su vertiente maldita, pese a que tampoco nos desagradan sus canciones de carácter más comprometido. Todavía recordamos aquella camiseta que se vendía en uno de sus conciertos en Madrid que decía “Odio a los progres”.
“La gran broma final” alcanzó uno de los momentos álgidos de la velada, como suele suceder habitualmente con ese desgarrador in crescendo. Y subió otro peldaño más al recuperar “La pena o la nada” de su inmortal colaboración junto a Bunbury en ‘El tiempo de las cerezas’. Imposible no prestar atención a esa letra en la que se cuelan figuras imborrables como la actriz mexicana Katy Jurado o el cantautor Townes Van Zandt. De enmarcar.
“Sois un amor”, dijo Nacho al regresar para los bises, que inauguró de manera gloriosa con “El ángel Simón” de su debut ‘Actos inexplicables’. Aquí volvieron a tomar protagonismo las seis cuerdas de Irazoki, responsables del espectacular lavado de cara al que han sometido a esta pieza, lo mejor del bolo, sin duda. “Ahora queréis saber quién va a Eurovisión”, ironizó Vegas antes de decantarse por un himno tan indisoluble a su carrera como “El hombre que casi conoció a Michi Panero”, eterno homenaje a aquel que dijo que “En esta vida se puede ser de todo menos coñazo”.
Así fue el epílogo ideal a un recital con vocación intimista, dada la limitada capacidad del recinto, pero con el enfoque universal que a veces adquieren las letras del bardo asturiano, cargadas de símbolos y referencias reconocibles. Su viaje del dolor a la ternura confirma la voluntad de no permanecer nunca quieto en el mismo sitio. No resulta difícil acompañarle en su travesía, entreguémonos a ese combustible interno que nos ayuda a soportar el desencanto general.
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1 comentario
Aunque el estilo musical de éste músico no me llene mucho he de decir que fue un concierto muy digno acompañado con muy buenos músicos en dicha localidad vasca.