Crónicas
Miguel Ríos: Una celebración necesaria y deseada
«Los viejos rockeros nunca mueren, un homenaje realmente satisfactorio, necesario y merecido a nuestro rockero más longevo y pieza clave de la historia musical de este país»
11 marzo 2022
Wizink Center, Madrid
Texto: José Luis Martín. Fotos: Carmen Molina
El 'Rock & Ríos' es el directo por antonomasia del rock español, y para los que vivimos aquella época, todo un icono social y cultural, que nos dejó una profunda huella que ha permanecido hasta nuestros días. Cuarenta años después de aquellas actuaciones, exactamente los días 5 y 6 de marzo de 1982 en el extinto Pabellón del Real Madrid, donde actualmente se ubican las cuatro torres, se reivindicaba la vigencia de un clásico imperecedero, con otras dos noches más en el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid, ahora llamado Wizink Center por cuestiones de patrocinio.
Nosotros asistimos el viernes a la primera de ellas, que fue la segunda programada tras la rapidez con la que se agotaron las entradas del sábado, en un recinto a rebosar, con un ambiente como el de los grandes eventos, en el que la edad media de los asistentes era algo mayor que en otras ocasiones. Una pantalla enorme en la parte frontal del escenario y dos más pequeñas a los lados, sirvieron para poder ver primeros planos de los músicos y distintas proyecciones con motivos alusivos.
Con puntualidad británica, a las 22 horas se apagaban las luces y se escuchaban los primeros acordes de ese himno que hemos oído hasta la saciedad como es “Bienvenidos”, con un Miguel Ríos pletórico, enfundado en su “chupa” de cuero, aunque esta vez sin los pantalones de rayas y con algunas menos revoluciones, algo lógico teniendo en cuenta el paso del tiempo.
La formación base que arropó al músico granadino, presentada por el propio Miguel como “los aliados de la noche”, la integraron los guitarristas José Nortes, productor y compañero de gira de Miguel con The Black Betty Trío; John Parsons y Antonio García de Diego, el bajista Tato Gómez, que fue coproductor del disco; el teclista Mariano Díaz, el pianista y flautista holandés y ex-Focus Thijs Van Leer, y los baterías Mario Argandoña y Pablo Narea, hijo del famoso músico y productor Carlos Narea, que con 18 años mostró un gran desparpajo y soltura con las baquetas, para realizar una gran labor en un auditorio de estas dimensiones. De los miembros originales sólo faltaron a la cita el guitarrista alcalaíno Paco Palacios (1957-1993), y el batería y productor nacido en Cuba Sergio Castillo (1955-2012), ambos fallecidos, además del guitarrista ex-Banzai Salvador Domínguez, que por temas de salud no pudo acudir.
Tras “El sueño espacial” y “Año 2000”, que fueron entrelazadas, Miguel, que mantiene la fe en el ser humano, no podía quedar insensible ante la barbarie que está ocurriendo en Ucrania, y entonó un claro no a la guerra mientras que se encendían las luces azules y amarillas en la parte superior del escenario. Entonó “Oración,” un poema de su querido Luis García Montero, en un intento de frenar la nefasta guerra de Irak. “No logramos parar la guerra, pero salvamos la dignidad”, clamaba sobre esta inmundicia.
“Generación límite” daba paso después a la primera invitada de la noche, presentada por Miguel como “la dulce y luminosa Annie B. Sweet”, con la que cantó a dúo “Nueva ola”, mientras que se sucedían las imágenes de la llegada del euro, el asesinato de Miguel Ángel Blanco, las revueltas estudiantiles, las gestas deportivas y la erupción del volcán en la isla de La Palma.
Turno después para esos teclados imponentes que nos traían “Un caballo llamado muerte”, una de las canciones más desgarradoras sobre la lacra de la heroína, que escribiera Miguel junto al guitarrista Javier Vargas, que era el siguiente en aparecer en escena, y que salió en su álbum de 1979, ‘Los viejos rockeros nunca mueren’.
Tras presentar a su banda y comentar Miguel “cómo pesan 40 años”, siguieron con “Buscando la luz”, muy bien apoyados por Rebeca Rods y el Black Light Gospel Choir, prosiguiendo con “El Blues del autobús”, cuya letra es del cantautor asturiano Víctor Manuel, con el que se fundió en un largo y emotivo abrazo tras unirse al grupo y comentar que: “Esta canción representa prácticamente nuestra vida”.
La siguiente en incorporarse fue Eva Amaral, más rockera de lo que muchos piensan, a la que tuvimos el placer de ver cuando Barón Rojo presentó su disco ‘Tommy Barón’ como la “Reina ácida”. Ahora se enfrentaba a otro gran clásico que escribió Fernando Arbex (Los Brincos) como era “El río”, y salió muy bien parada.
Turno después para “Santa Lucía”, maravillosa canción que escribiera Roque Narvaja, saliendo después Shuarma (Elefantes) en “La ciudad de neón”.
Llegaba una de las partes con más atractivo para nosotros, pues “Banzai” es una de nuestras canciones favoritas, y aunque echamos de menos a Salvador Domínguez, compositor de la música, su reemplazo iba a ser de categoría, pues era una canción que le venía que ni pintado a otro de nuestros grandes hachas y gran amigo de Miguel, como es el guitarrista internacional Jorge Salán, sumándose también Carlos Tarque (M Clan) a las voces. Cómo nos hubiera gustado ver al Chino Banzai interpretando esta maravillosa canción que grabara en el disco homónimo, estando además todavía en activo. Jorge se quedaría para la siguiente, “Reina de la noche”, de la que también era autor de la música Salvador, y la invitada en este caso fue Ainoa Buitrago, un poco fuera de lugar, desde la indumentaria, con un traje chaqueta poco adecuado para la ocasión, hasta en el tono de voz que requería un himno como este.
A pesar de ser un elegido y mantenerse en una excelente forma física, Miguel también demostró que es humano cuando paró “Al sur de Granada” al darse cuenta que la estaba interpretando en otro tono, y tras pedir disculpas volvió a reiniciarla.
Después de comentarnos que nos adentrábamos en una fase experimental, presentaba al gaditano Javier Ruibal, Premio Nacional de Músicas Actuales, medalla de oro de Andalucía y con una Goya en su haber a la mejor canción original, que nos ofreció el momento más transgresor y progresivo de la noche, con ese canto que serviría como preámbulo de una canción llena de raíces y cultura andalusí como “Al-Andalus”, enriquecida en la parte final por el zapateo de su hija Lucía, bailaora y coreógrafa de flamenco.
Otra canción que no podía faltar y que define la carrera de Miguel es la de “Los viejos rockeros nunca mueren”, una frase que le acompañará durante toda su vida, y que dio título a su disco en 1979.
Para “Rocanrol bumerang” se sumó Mikel Izal, con su figura alta y desgarbada, que se agachaba para cantar junto a Miguel, y para “Extraños en el escaparate” lo hicieron Pucho y Miguel Galván de Vetusta Morla. Llegó después el momento de encaminarse a su canción más emblemática, “El himno de la alegría”, arreglada por Waldo de los Ríos y publicada en 1970 en su segundo disco, ‘Despierta. Esta canción basada en el cuarto movimiento de la novena sinfonía de Beethoven, que se compuso en 1824, como nos apuntó Miguel, le aupó al número 1 en las listas de éxitos de varios países y resonó con magnificencia en todo el Palacio de los deportes, amplificada por los coros de los asistentes, muy conscientes de la vigencia del mensaje y de que suponía un grito “en contra de todos los totalitarismos y de cualquier vejación al ser humano”.
Tras una breve pausa, vendría el éxtasis final a modo de gran e histórico medley, con una serie de grandes clásicos de la historia del rock español, interpretados por Miguel junto a sus creadores.
El primero en salir fue Ariel Roth para tocar “Rockero de noche”, una composición de Miguel y Javier Vargas, y continuar con el clásico de Moris “Sábado a la noche”. Turno después para Johnny Cifuentes, que acaba de retomar a los Burning, para enfrentarse al contagioso “Mueve tus caderas”, mientras que Alejo Stivel y Ariel de nuevo se sumaban a “Rock and roll en la plaza del pueblo”. El aclamado Rosendo Mercado, que fue presentado por Miguel como “el jubilado de oro”, entró para cantar el adictivo “Maneras de vivir”, mientras que Lele Laina y José Luis Jiménez lo hacían con ese canto a la amistad de Topo que es “Mis amigos donde estarán”, mientras se proyectaban imágenes de músicos fallecidos.
El brillante colofón con la banda esta vez sin invitados se puso con “El laberinto” y “Lúa, Lúa, Lúa”, la canción que Miguel compuso y tituló con el nombre de su hija, que por entonces tenía 2 años y que ahora es la vocalista del grupo indie Gold Lake.
Dos horas y veinte minutos después, con una enorme ovación se despedía Miguel junto a todos los músicos, y a pesar de sus “77 años en canal” (en junio serán 78), demostró su excelente forma física y que sus ganas de rock and roll están muy por encima del inexorable paso del tiempo.
Resumiendo, podemos decir que poniendo en una balanza los aspectos positivos y los negativos de esta celebración, los primeros estuvieron muy por encima y el resultado fue muy satisfactorio para todos los que asistimos a esta conmemoración y homenaje a nuestro rockero más longevo y pieza clave de la historia musical de este país.
Set list:
Bienvenidos
El sueño espacial
Año 2000
Oración (poema de Luis García Montero)
Generación límite
Nueva ola
Un caballo llamado muerte
Buscando la luz
El blues del autobús
El río
Santa Lucía
La ciudad de neón
Banzai
Reina de la noche
Al sur de Granada
Al-Andalus
Los viejos rockeros nunca mueren
Rockanrol bumerang
Extraños en el escaparate
Homenaje a Miguel
Himno de la alegría
Bises:
Rockero de noche
Sábado a la noche
Mueve tus caderas
Rock and roll en la plaza del pueblo
Maneras de vivir
Mis amigos dónde estarán
El laberinto
Lua, Lua, Lua
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2 comentarios
Extenso resumen de el pedazo concierto que se marcó nuestro granaino universal como es MIGUEL RIOS y sus pedazos de músicos en el histórico Palacio De los Deportes de Madrid a través de esos 30 grandes temas y con 77 takos sigue ofreciendo uno de los mejores directos.
yo estuve en el concierto del sábado y fue todo un espectáculo. Miguel Ríos es un gran profesional. Para mí lo más flojo sin duda, fue la actuación del cantante de Los Zigarros que en un tema como Banzai estaba más tieso que una estaca.