Crónicas

Lagartija Nick en Bilbao: Bajo el influjo del genio de Calanda

«Por oscuros motivos algunos intentaron asociar al rock con gente ignorante y ese erróneo mensaje parece que llegó incluso hasta el día de hoy con estúpidos anuncios que profundizan todavía más en el estigma del melenudo cateto iletrado. Menos mal que lanzamientos como ‘El perro andaluz’ demuestran la profunda falacia de tales planteamientos y colocan a la música en un plano superior bajo el influjo del genio de Calanda.»

17 diciembre 2022

Sala BBK, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

A un servidor siempre le encantaron los grupos para gente leída. Lejos de un arrebato elitista, nos referimos a todos aquellos cuyas letras dejan translucir que sus autores han trasegado unos cuantos libros, los suficientes para labrarse esa insólita rareza en los tiempos actuales que llamamos criterio propio. En esta categoría entrarían Héroes del Silencio, Gabinete Caligari, Doctor Deseo y más con textos que podrían haber alcanzado categoría literaria en otros contextos.

Habría que incluir del mismo modo en esa selecta aristocracia musical a los granadinos Lagartija Nick, que ya de entrada se diferenciaron de sus contemporáneos al tomar su nombre de una canción de Bauhaus, combo experimental donde los haya, y luego pasaron a formar parte de la historia del panorama patrio con su laureado álbum junto a Enrique Morente ‘Omega’, aparte de dedicar otro trabajo al artista y cineasta Val del Omar. Que ahora rescataran la sorprendente obra poética de Buñuel, el genio de Calanda, era una mera cuestión de tiempo.

Justo un día después de que se publicara el disco ‘El perro andaluz’, Antonio Arias y compañía recalaban en la bilbaína sala BBK, un recinto bastante acorde a una propuesta cultural que se anunciaba como un homenaje a la Generación del 27 y que contó con proyecciones cinematográficas de fondo del propio Buñuel. Casi medio millar de personas certificaron que los andaluces siguen conservando por estos lares una nutrida afición, no en vano en un momento de la noche dijeron que se habían “hecho hombres en los gaztetxes de Euskadi”. Tal vez eso explique el carácter incisivo de muchas de sus primeras composiciones.

Con una escenografía que tiraba a la penumbra, Lagartija Nick empezaron a dar cancha a su última obra publicada desde pronto con la inicial “Palacio de hielo” y luego con uno de los puntos álgidos del redondo como “Me gustaría para mí/ Las libélulas”, toda una joya de eco psicodélico, o surrealista, que viene a ser lo mismo.

Al margen de su material más reciente, no perdieron empuje en absoluto con “El teatro bajo la arena”, puro rock poético para esos escogidos que todavía se preocupan en la actualidad por las sumas de letras y palabras. Un hecho que nos demuestra que por mucho que partan la pana artistas con una formación literaria tan pobre que solo les da para inventar vocablos o entonar en una jerga ininteligible, ahí permanecen cruzados que apelan a todo eso que nos engrandece como seres humanos.

“Bacanal” devolvió la preocupación de Buñuel por el asfixiante ambiente religioso de la época, ese que en la actualidad algunos quieren reverdecer desde ciertos ministerios prohibiendo carteles publicitarios que consideran indecentes desde su mentalidad sectaria. El tufo a sacristía solo cambió de manos décadas después, qué triste.

El repertorio de la noche fue bastante variado, a pesar del recuerdo predominante al genio de Calanda, “Yo, día y orden” era un claro ejemplo en este sentido con su orientación nu metalera. Muchos se sorprenderían de que se tratara de la misma banda, pero si algo bueno siempre tuvieron Lagartija Nick es que nunca hicieron un álbum clavado a otro, ha habido una experimentación constante que les ha llevado a terrenos musicales apenas vislumbrados por otros paisanos.

Había que dar por descontado que caería algo de ‘Omega’, un lanzamiento del que aún están orgullosos, no todas las bandas pueden presumir de contar en su catálogo con obras fundamentales en la historia de la música de este país. Se habría tornado épico escuchar el colosal tema homónimo o “Manhattan”, en memoria del desaparecido bardo canadiense Leonard Cohen, pero tampoco estuvo mal que se acordaran de “Vuelta de paseo”, toda una joya para aficionados a maridajes imposibles.

‘Los cielos cabizbajos’ era otra referencia que no se podría obviar en la trayectoria de estos “perros andaluces”, como se clasificaron, por lo que sonó la reivindicativa “Gernika 2019 (Zer egiten arrainak)”, otra maravilla que parecía casi una sinfonía con sus trompetas y sección de cuerda, aunque estamos hablando de un trabajo de esos que conviene escucharse del tirón de principio a fin para que cobre pleno sentido. Por algo se trataba de un álbum conceptual  que quedó a modo de testamento de Jesús Arias, fallecido en 2015 tras involucrarse hasta el último momento en ese proyecto.

“Al meternos en el lecho” volvió a adentrarse en el desconcertante intelecto de Buñuel y que sin duda otorga otro los instantes más inspirados de ‘El perro andaluz’. “Pájaro de angustia” alcanza un cénit surrealista más desde esas inspiradas líneas que afirman “un plesiosauro dormía entre mis ojos” tras unas palabras del eterno cineasta aragonés. Todo un corte de poner pelos de punta con hasta un intervalo medio flamenco. Si con esto no te recorría un escalofrío, era para mirárselo.

Ya después de semejante bañada sonora, con el batera Eric Jiménez, el del celebrado libro ‘Cuatro millones de golpes’, saliéndose por completo, poco cabría añadir. Habría balas industrialoides todavía en la recámara, e incluso algún aire a lo Korn. Desde luego nunca fueron un grupo para mentes cuadriculadas.

Regresaron para los bises proclamándose paladines de la cultura al afirmar que Buñuel o Lorca agradecerían este esfuerzo realizado por dotar de nuevo significado a su obra e impedir que caiga en el olvido, pero ya sabemos cómo funcionan las cosas en este país cainita en el que “de diez cabezas, nueve embisten y una piensa”, como decía el gran Machado. Las mentes brillantes muriendo en el exilio y los asesinos con calles y monumentos recordando su barbarie.

Los granadinos nunca fueron a lo fácil, por eso no les desanimó en absoluto cuando les dijeron que “Somalia” era una canción demasiado dura, las melodías para tararear en la ducha había que buscarlas en otro lugar, eso ya lo sabíamos. Una escenografía con luces rojas contribuyó a crear el ambiente apocalíptico necesario para conseguir tocar el cielo. Y a modo de guiño a los viejos seguidores, finiquitaron una sesión de órdago con “Nuevo Harlem”, que sigue sonando apabullante, por mucho que hayan transcurrido tres décadas.

Por oscuros motivos algunos intentaron asociar al rock con gente ignorante y ese erróneo mensaje parece que llegó incluso hasta el día de hoy con estúpidos anuncios que profundizan todavía más en el estigma del melenudo cateto iletrado. Menos mal que lanzamientos como ‘El perro andaluz’ demuestran la profunda falacia de tales planteamientos y colocan a la música en un plano superior bajo el influjo del genio de Calanda. Han marcado un hito más en nuestra historia. Maestros.

Alfredo Villaescusa
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