Crónicas

Iron Maiden + Tremonti + The Raven Age: La Doncella más viva que nunca

«Los más grandes en el escenario dejaron a Portugal y a las 20.000 personas que estábamos en la capital lusa con la boca abierta y con ganas de mucho más.»

13 julio 2018

Altice Arena, Lisboa (Portugal)

Texto: Mateo Maestre. Fotos (Madrid): Íñigo Malvido

Viernes 13, como si de una película de terror se tratase, iba a ser un día señalado en nuestras vidas. Me dirigía a encontrarme por decimosexta  vez con la Dama de hierro. El día empezó cuando desayuné en Gibraleón, Huelva, donde esperaba al mánager de una gran banda de rock hispalense que días antes decidió acompañarme con su pareja. Ya avanzada la mañana, salimos hacia Lisboa para vivir lo que sería, a la postre, una aventura un poco complicada. Al llegar a la frontera, para pagar el pase obligatorio antes de entrar en la autopista a Lisboa, le di al guardia la tarjeta y resultó que no era la correcta; me había dejado la tarjeta en casa y no era plan de volver. El día había empezado regular, pero tenía la esperanza de que la cosa cambiase.

El gendarme nos dijo que había que pagar o comprar una tarjeta para acceder a dicho peaje, por lo que paramos en la primera gasolinera que encontramos para comprar la tarjeta, todo ello escuchando de fondo, como no, a la mejor banda de heavy metal de todos los tiempos. Iron Maiden arrancó el pasado sábado 26 de mayo su gira mundial “Legacy of the Beast”, el nuevo tour de grandes éxitos con el que siguen manteniendo la fórmula de los últimos quince años, donde las giras de promoción de nuevos discos se combinan con giras de ‘legado’ con las que contentan tanto a los fans más exigentes, como las propias necesidades creativas de la banda. Después de muchas risas porque las posibilidades eran joderse o joderse, la verdad es que todo salía de puta pena, pero todo merecería la pena al llegar a la ciudad lisboeta y alojarnos en una pensión muy a la expectativa del día que llevábamos. Dejamos las maletas, nos duchamos y nos pusimos las pilas para ir hacia el pabellón Altice Arena, situado en pleno paseo marítimo de Lisboa.

Desde primera hora de la tarde, miles de fans rodeaban el Altice Arena, donde todos los grandes grupos actúan a su paso por la capital portuguesa. Pocos días antes, se habían dejado caer bandas como Judas Priest, Ozzy Osbourne, Scorpions y Muse. Con el paso de la tarde, se calentaba el ambiente en el lugar y empezaría a verse un río de gente con camisetas de Iron Maiden por todos lados. Estaban a punto de abrir las puertas del pabellón y hacíamos tiempo en los bares lo rodean, con un ambiente de cervezas y rock and roll que prometía. Estando en un bar de las inmediaciones de dicho pabellón, me di cuenta de que había muchísimas personas que habían venido desde España, muchos fans de nuestro país. Los seguidores de la banda son fieles y, para algunos de ellos, es más cercana la capital portuguesa.

El ambiente alrededor del recinto era eléctrico, el de las grandes ocasiones, especialmente después de ser revelado su impecable setlist que la banda va a interpretar a lo largo de toda la gira y donde se recuperan temazos inolvidables como “Flight of Icarus”, “Sign of the Cross”, “Revelations” y “Where Eagles Dare”.

Las puertas del Altice Arena se abrieron sobre las 18:00 horas. Teniendo en cuenta que allí es una hora menos, como en Canarias, nosotros no estábamos preparados para entrar aún, queríamos refrescarnos y ver el ambiente tras cuatro horas de coche y de todo lo que habíamos vivido.

El concierto comenzó con la banda del guitarrista George Harris, hijo del bajista Steve Harris, The Raven Age. Un grupazo que pude presenciar ya en 2016 durante su anterior gira “The Book of the Souls”.  Al final, por un problema de un amigo, que se perdió en la zona, no pude presenciar el show este año. Al llegar al pabellón pregunté a unos chavales y me dijeron que habían estado a la altura de la vez anterior, con lo que me quede un poco mas apaciguado. La otra banda que seguía a la de George Harris fue Tremonti. Empezó a tocar a las 19:30 y también dio la talla, aunque tampoco pudimos apreciar su calidad. Es una banda de heavy metal formada por el guitarrista Mark Tremonti, mejor conocido por ser el guitarrista de las bandas de rock alternativo Creed y Alter Bridge. La banda está compuesta, además, por un guitarrista rítmico llamado Eric Friedman y el batería Garrett Whitlock.

Serian las 21:00 horas cuando se apagaron las luces de dicho pabellón y sonó “Doctor Doctor”, tema cedido por los enormes U.F.O.. En el escenario, un gigantesco hinchable de un Spitfire se colocaba en su sitio. Iron Maiden estaba a escasos segundos de salir en tromba y, con el estallido de “Aces High”, lo hicieron. Bruce Dickinson apareció de un salto en la parte frontal del escenario. A partir de ese momento, no dejó de moverse en las siguientes dos horas. Si de algo no se puede acusar a Bruce es de ser estático y de estar poco motivado sobre el escenario, ya que se entrega en cuerpo y alma, como si se le fuera a escapar la vida en cada concierto. Posiblemente, el achuchón que pasó con su cáncer linfático le hizo fortalecer su espíritu, aunque él nunca pecó de nada de eso y siempre entregó el alma en el escenario, en cada concierto, pero lo que he presenciado estos últimos años muestra que la banda está más unida que nunca.

La primera sorpresa de la noche llegaría de la mano de un “Where Eagles Dare”, que no sonaba desde hacía trece años. El tema, con el que la banda abría sus shows en 1983, suena como si no hubiese pasado el tiempo. Parece que la edad no pasa por Nicko McBrain, con 65 años recién cumplidos, daba sabor al inicio de lo que nos esperaba, ya que Portugal se entregó por completo a la banda como si se les fuera a escapar el corazón del pecho. La siguiente en sonar fue “Two Minutes to Midnight”. Otro recuerdo de ‘Powerslave’, con el que Bruce se enfundaba una chaqueta tejana negra oscura, todo vestido de aviador. Los cambios de vestuario del mismo son continuos en estas últimas giras, muy lejos de los años en los que terminaba sudado como un pato. Ahora se ha convertido en un showman. En el frontal del escenario, apreciábamos a Dave Murray y Adrian Smith fundiéndose en uno solo, mientras Janick Gers lleva su propia fiesta en la derecha del escenario. Como siempre, Janick va tan a su rollo que uno duda de si su guitarra está enchufada, salvo en los momentos en los que le toca puntear o donde tiene un solo asignado. Pero  no podemos dejar de reconocer que su misión de ir a su puta bola algunas veces mola, ya que distrae a todos los fans con su calidad y sus acrobacias, que cada vez son más exageradas, y que a la vez, son su sello.

Ya sonaba, de fondo, su próximo tema, “The Clansman”, rememorando aquella época en la que la banda quedó un poco coja con la marcha de Bruce, pero durante la cual los grandes amantes de la banda seguimos yendo a todos sus conciertos. Recuerdo el famoso show en la sala Ifagra de Granada el año en el cual nuestro director estuvo con la banda enseñándoles la Alhambra y arropándoles como siempre hemos hecho aquí. La banda está ligada a La Heavy y prueba de ello es nuestro número 405, en la cual vuelve a ser portada Eddie vestido con su uniforme de soldado británico. El público se vuelca, como siempre, con ‘Virtual XI’. Los vocalistas Blaze Bayley y Bruce Dickinson, tuvieron cada uno su época, estando los dos adaptados a las genialidades de la banda.

En el pabellón, sin cesar la euforia, sonaba ya de fondo “The Trooper“. El tema elegido por Eddie para darse su paseo por el escenario ataviado con su disfraz citado anteriormente, en el que se enfrenta en una  lucha de espadas con Dickinson. El vocalista, a su vez, alza la bandera portuguesa y la británica, porque dudar de su patriotismo es un poco tonto. Todo ello desató la euforia de Portugal. El Altice Arena se venía y es que el pabellón se quedaba pequeño para esta gran banda.

Seguiría el repertorio con el tema “Revelations”, recordando a su gran trabajo ‘Piece of Mind’, con el cual el escenario tomaría forma de una iglesia con sus grandes cristales y un colorido que iluminaba todo el pabellón. Los solos cruzados entre Dave, Adrian y Janick funcionan a la perfección y el país luso estaba entregado al grupo en cuerpo y alma a lo largo de todos sus cortes.

En la segunda parte del set sonó “For the Greater Good of God”, aprovechando que el escenario ya estaba en modo eclesiástico. Es espectacular ver como el público hace suya una canción de un disco que, en su momento, no tuvo la repercusión que merece. Estos músicos se transforman encima de las tablas y llegan a sonar mejor que en sus propios trabajos en estudio once años después. El tema suena con energía renovada. Bruce Dickinson llega a todos los tonos sin problemas de ningún tipo.

Con “The Wicker Man”, el Altice Arena se viene abajo. Bruce Dickinson está, nuevamente, inconmensurable y solo queda eclipsado por un Adrian Smith que arranca un rugido de la multitud cuando ataca el solo del tema.

El escenario se oscurece mientras el público portugués corea  “Maiden! Maiden!”. De fondo, a lo lejos, suenan coros de cantos eclesiásticos y un poco de yuyu se empezó a respirar en el Altice Arena. El monje Bruce apareció en el centro del escenario con una cruz hecha de luces y vestido con algo que seguramente no encontró en ninguna tienda, ni en las rebajas. Es el momento de “Sign of the Cross”, que se desliza de las manos de la banda con majestuosidad. El tema estalla con violencia mientras, en algún lugar, Blaze Bayley, se pierde en el olvido.  Aquí, rodeados de un recinto lleno, Maiden le hace una justicia tremenda a la canción del ‘The X Factor’, mientras el escenario no para de estallar, rodeados por llamas y explosiones pirotécnicas.

Uno de los momentos más esperados de la noche es para la añorada “Flight of Icarus”, que suena como si no hubiesen pasado 32 años desde que la tocaron en directo.  No nos podemos explicar por qué a la banda se le metió en la cabeza descartar este temazo, no usado en sus giras desde 1986. Bruce la entona con extrema convicción, como si no hubieran pasado los años para este crack. El escenario es adornado con un hinchable gigante de Ícaro. Nuestro amigo Bruce Dickinson, que parece tener 10 años menos después de su terrible achuchón, vuelve con otra locura de las suyas, en esta ocasión llevando un lanzallamas en las manos y disparando cada vez que veía oportunidad. Todos los Lusos corearon el tema, mientras los guitarristas se volvían a recrear, como ellos saben, con sus punteos en cadena, culminando Janick Gers con sus  genialidades teatrales, que su público disfrute como nunca. Es un cachondo.

En la recta final del setlist, la banda camina sobre seguro con un temazo en el que saben que el público les acompañara desde el principio al fin. Estoy refiriéndome a su gran tema “Fear of the Dark”. Apuesta segura. Comienzan con su parafernalia cuando los coros del publico se mezclan con un Bruce tenebroso, que se escapa en la oscuridad del escenario y que viene vestido, esta vez, con una chistera y un candil de aceite con una luz verde. En este tema quizás me ponga un poco más pesado, ya que ellos saben a ciencia cierta que con el paso de los años lo han convertido en himno para todos los fans, y el pabellón retumbaba con todos dando botes. La verdad es que quien se lo haya perdido no morirá tranquilo después de demostrar, una gira más, que en directo no hay quien los iguale. La banda se funde con sus fans y disfruta una vez más, ya que lo que uno aprecia desde la barrera es que son felices con su trabajo y su forma de vida, pero como para no serlo llenando todos sus conciertos. La fidelidad de sus fans queda patente en todos sus espectáculos.

Ya llegando a la recta final del set principal, la banda se lanza a por “The Number of The Beast”. Las llamas y el calor del escenario hacen sudar la gota gorda a todos los miembros de la banda, y ese calor se trasmitía cada segundo al público portugués, que no dejaba de botar, con un pabellón que estallaba de júbilo. De fondo pantalla colgaba una lona con el diseño del disco que lleva el nombre ya citado y que ejecutaban con más fuerza sabiendo que esto estaba llegando a su fin, pero que al público le estaba sabiendo a poco en todo momento.

En su siguiente tema, el escenario queda pequeño al salir un hinchable de Eddie que casi se sale del dicho Altice Arena. Los flashes de los móviles iluminaban la oscuridad mientras sonaba el tema emblemático que da nombre a la banda, “Iron Maiden”, perteneciente a su primer disco.

En los bises, que no existieron como tal ya que la banda siguió como si con prisa quisiesen irse a descansar, quizás porque el Wanda les esperaba al día siguiente con los fanáticos españoles. No queremos despreciar para nada a los lusos, pero se enfrentaban a tocar por primera vez en un estadio de fútbol en España. Sin apenas hacerse de rogar, la banda apostó por tres hits imprescindibles en sus últimos conciertos. “The Evil That Men Do”, “Hallowed Be Thy Name” y, para acabar, el mítico “Run to the Hills”. En el caso de “Hallowed”, Bruce se postró ante las rejas de una supuesta celda y se las ve, teatralmente hablando, con una soga que le sirve para empatizar con la letra del tema. La entrega del vocalista es soberbia y aparece con la soga y la camisa desabrochada, empapado como si de una piscina hubiese salido. Te pones a pensar cómo este hombre, hace apenas dos años, ha pasado por una enfermedad tan jodida y parece que haya nacido de nuevo. El heavy metal está más vivo que nunca. Había mucha juventud y eso me llena de orgullo, puesto que es una señal de que la llama de Maiden seguirá viva por muchos años. Les ves y te vas dando cuenta de que están en su mejor momento.

Todo estaba a punto de finalizar con un “Run to the Hills” que todo el polideportivo lisboeta corea. Una noche más para Iron Maiden. Escuchaba por mi alrededor, como ya había citado anteriormente, a muchos españoles que se habían quedado con ganas de más y a algunos que saldrían al día siguiente para el Wanda Metropolitano de Madrid. Desde mi punto de vista, sí que nos quedamos con más ganas. Fue muy corto y, como he explicado anteriormente, no hicieron bises como tal, lo hicieron todo seguido.

Me despido desde mi rinconcito en Huelva con un abrazo a todos los lectores, pero con estos fenómenos no se puede decir adiós, me afianzo más con un hasta luego. La Doncella “vive tras la muerte“ como decían en su ‘Live After Death’. Los más grandes en el escenario dejaron a Portugal y a las más  de 18.000 personas que estábamos en la capital lusa con la boca abierta y con ganas de mucho más.

Redacción
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