Coven + Demon Head: La vuelta del mito

Los encargados de telonear a semejante mito fueron Demond Head, que viajaban desde tierras nórdicas (Dinamarca, más concretamente). Con un sonido potente, muy similar a la primera época de Danzig, el grupo posee un reducido club de seguidores. La juventud que atesoran les imprime un futuro innegable en el negocio del metal. Agradecidos por la invitación, tras interpretar la última canción de la noche, anuncian la actuación de la sacerdotisa psicodélica.

El rito comienza bajo la oscuridad y una extraña niebla artificial. Las pantallas ilustran la portada interior del primer disco de Coven, con Jinx desnuda en medio de la misa negra y los miembros de la banda levantando los cuernos antes que John Lennon en Yellow Submarine, Ronnie James Dio o el pesetero Gene Simmons, de Kiss. Los músicos, encapuchados con largas túnicas, abren la puerta del ataúd con una cruz invertida en su tapa, del cual emerge Miss Dawson en una capa negra y el rostro completamente cubierto con una máscara llena de adornos metálicos plateados que dejaba ver solo los ojos, mientras emanan cánticos de culto a satán, adornados con lúgubres riffs y golpes de batería. Tras la intro, nos desgrana “Out of Luck” para dar paso a la pegadiza joya psicodélica “Black Sabbath”, acompañada por imágenes de la película muda de brujería 'Haxan' (1922, del sueco Benjamin Christensen).

La nueva banda encaja a la perfección con un sonido más moderno y menos hippie del que temía al escuchar su primer disco, un cruce lisérgico de Grace Slick y Janis Joplin en los gloriosos días del verano del amor de Woodstock. “Coven in Sharing Cross” nos sumerge en las pesadillas más inocentes a manera de cuento musical. “Wicked Woman”, quizás uno de sus hits en su redescubrimiento por las nuevas generaciones. Las primeras filas, pobladas por parroquia local además de una cantidad de latinos europeos e inclusive asiáticos, bailaban, coreaban y gritaban ante este nuevo mito, a punto de llegar a los 70 años, que con una actitud algo condescendiente, regalaba sonrisas y besos.

Las campanadas de “The Crematory”, acompañadas por una emulación de órgano y solos a lo Hendrix, nos devuelve a la rubia de voz lírica que no pierde tinte con el paso del tiempo. “For Unlaw Carnal Knowledge”, la inevitable presentación, uno por uno, de los músicos que la acompañan. No faltaron velas para escenificar alguna de sus interpretaciones, el cráneo de calavera que a primera vista parecía real o el logo de la banda, colocado a lo ancho del escenario con un collage a rebosar de imágenes. ”Blood on The Snow”, totalmente remozada con aires siniestros, es el punto de fractura de la histórica presentación de Jinx Dawson, además de su despedida, en la que resucita el lado más oscuro de su alma. Fue amiga de Anton Lavey, creador del satanismo, tan de moda a finales de los sesenta, y no por nada, después de altos y bajos, está de vuelta, recuperando su look satánico y el legado de sus primeras grabaciones, exitosas en medio mundo. Un referente para la escena del rock de lo oculto y blasfemo a quien hay que aplaudir a pesar del tiempo perdido.

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