Crónicas

Bryan Adams: “Los milagros de una deidad irrepetible”

«No soy yo de idolatrar, pero después de lo vivido, la conclusión es que el canadiense es uno de los sujetos de carne y hueso más próximos a una deidad que se puede contemplar sobre un escenario»

1 febrero 2022

WiZink Center, Madrid

Texto: Jason Cenador. Fotos: Alex Rico

Cuando todo va sobre ruedas, cuando todo discurre perfecto y no descarrila, se desencadena muchas veces esa sensación casi irreal de estar en una nube, de habitar un oasis a años luz de las penurias y los contratiempos inherentes a la vida humana. Esta, justo esa, fue la sensación que miles de personas compartieron ante la genialidad de uno de esos sujetos que nacen con un don, uno entre mil millones, un prodigio que supo encontrar los cauces adecuados para conquistar el corazón de innumerables personas en todo el planeta. Bryan Adams no es un semidiós – de hecho, es insoslayablemente humano – pero se parece mucho.

Pese a caer entresemana, el Wizink Center presentó una formidable entrada para vivir una nueva noche de gloria del maestro canadiense en los prolegómenos del lanzamiento de su nuevo álbum, ‘So Happy It Hurts’, el 1 de abril, disco del que ya conocemos algunos adelantos que no hacen sino corroborar que sigue siendo quien fue y probablemente quien será hasta su último suspiro, un hacedor de canciones que llegan muy dentro y consiguen activar ese recóndito subconsciente aletargado que todos albergamos. Gradas y pista, con sillas que fueron abandonadas por buena parte de sus huéspedes para ponerse de pie, estaban repletas.

La pantalla gigante proyectaba un coche ante el que sucedía todo tipo de eventos, desde las caídas de las ruedas hasta una marcha de músicos trompeteros o un policía poniéndole una multa, antes de que el propio Adams apareciera en el vídeo. Después, convenientemente traducida, se proyectó la gloriosa intro de “Kick Ass”, uno de sus últimos singles, en la que se cuenta con desenfado que el protagonista de la noche es un ángel enviado para salvar el rock. El tema, de inusitado gancho, dio paso a un hito de la vertiente más eléctrica de su obra como es la irresistible “Can’t Stop this Thing We Started”, en la que, ya con la voz perfectamente a tono, nos dejó a todos embelesados.

Los paisajes canadienses – suponemos – que la pantalla proyectaba al son de “Run to You”, enérgico y contagioso preludio a esa “Shine a Light” que, más popera, igualmente efectiva y pegadiza a más no poder, dio título a su anterior trabajo y animó al personal a encender las linternas de sus móviles. Mecheros se veían pocos. Antes, encantador como es él ante la audiencia, y en un esforzado castellano, idioma que no se le da tan mal, puesto que, de hecho, de niño llegó a vivir en Portugal dada la profesión de diplomático de su padre, se presentó con simpatía: “Me llamo Bryan y soy el cantante por la noche”.

Con los primeros acordes de la primera de la dilatada retahíla de baladas inmensas que sonarían a lo largo de la velada, la maravillosa “Heaven”, el público se arrancó a cantar a capela, y Bryan lo inmortalizó con su móvil. Tan memorable y conmovedor himno de emociones a flor de piel dio paso, de nuevo con la guitarra eléctrica en el centro de la diana, a la excitante “Go Down Rockin’”, pura adrenalina. El cóctel de químicos naturales en nuestra sangre catalizados por lo que salía de los altavoces era ya de aúpa.

Se encargó de recordarnos Bryan Adams que en la siguiente canción prestó su voz la eterna Tina Turner, y, con claro tono bromista, y mientras sonaba un redoble de caja, pareció presentar a alguien para, finalmente, decir: “¡Hoy no está aquí!”. En su lugar, señaló a su guitarrista, Keith Scott, quien lleva casi cuarenta años en su banda, y con quien el vínculo personal y musical es más que estrecho, absoluto, como una aleación de cobre y estaño, pero con pinta de oro. El avezado músico se marcó un solo que nos introdujo en “It’s Only Love”, y en ella se marcó un solo de guitarra apoteósico. La sensación era más de banda que de solista, y está bien claro que Bryan, aunque su nombre reluzca, lo prefiere así. Poco ego para la idolatría que se le profesa, esperable a todas luces.

Tras “Cloud Number Nine”, volvió a departir dicharachero con el respetable para comentar que es la primera vez que tocaba en Madrid con la gente sentada, y decir con socarronería que “quizá sea una nueva cosa”. Animó después a la gente a bailar para que las cámaras lo recogieran y encaró después la agitada “You Belong to Me”, un adictivo rock and roll que puso a la gente a bailotear de mil maneras para carcajadas de quienes lo veían en la pantalla. Sobre el escenario, Adams, Scott y el bajista Solomon Walker también bailaron de la forma más estrambótica que se les ocurrió.

De repente, todo se tornó paz con la increíble “Have You Ever Really Loved a Woman?”, una delicia total con esos dejes aflamencados que en su original dejaba la guitarra del siempre recordado genio Paco de Lucía, que, de hecho, aparecía en el vídeo junto con bailes de flamenco recreando una taberna española. Al final de una de las baladas más exultantes de toda la discografía de Bryan Adams, la pantalla proyectó una imagen de Paco de Lucía junto con su nombre y la leyenda “1947 – 2014”. “Have you ever really loved a Spanish woman?”, cantó Adams al final, recibiendo una ovación de las que ponen en un brete a las palmas de las manos.

Escuchar cantar a Bryan Adams en directo puede tornarse en una experiencia casi irreal. Su garganta es de otro mundo, y esa mezcla de terciopelo y lija que porta su voz y que en vivo se preserva incólume es, simplemente, monumental. Pone los pelos de punta escucharle cantar “Here I Am” solo con su guitarra y el piano del infalible Gary Breit, tras la que animó el cotarro él solo con su acústica articulando “When You’re Gone”. Pero hay muy, muy pocas canciones en el mundo con la belleza que destila la mítica “(Everything I Do) I Do It for You”, que empañó nuestros lagrimales sin que pudiéramos echarle la culpa al polvo del ambiente. Éxtasis total.

Inyectó después fuel al panorama con “Back to You”, y ya en su inclinación más afín al hard rock nos sacudió con la eficaz “The Only Thing that Looks Good on Me Is You”, que nos llenó de fuerza para contemplar desde las alturas “I’m Ready”, en la que el bueno de Bryan echó mano de su armónica tras hacer una alegoría del pan con tomate, motivo al que atribuye su estancia durante toda la semana pasada en nuestro país. No es mala excusa, aparte de probarlo todo con tiempo para que la recién inaugurada gira salga a pedir de boca.

Con todo el garbo, la intensidad y la entrega de quien vive por y para la música, para el rock and roll, afrontaron Adams y su banda “18 till I Die” y la insuperable “Summer of 69”, en la que el público cantaba entre la devoción y el delirio, y Adam se puso frente a diferentes micrófonos situados a sendos extremos de la plataforma delantera del escenario para acercarse lo máximo posible a la audiencia.

Entramos luego en la fase de las peticiones musicales, en la que los seguidores de la primera fila, que permanecían de pie junto a la valla, solicitaban folio en mano las canciones que deseaban escuchar. Así, una tal Elena pidió la imprescindible “Let’s Make a Night to Remember”, una exquisitez en la que la agraciada vio su nombre incluido en la letra. Después, otro asistente de nombre Álvaro vio sus deseos satisfechos con la más rockera “House Arrest”, y Diego  solicitó que Bryan articulase “Somebody”. En estas últimas Bryan llevó el timón sobre sus acompañantes.

No podía faltar quien echaba de menos otro nuevo baladón de libro como es la preciosa “Forgive Me”, que sonó antes de la subida de vatios que trajo consigo “Cuts Like a Knife”, ya de vuelta al setlist planeado. A su final, el frontman presentó a sus fieles y formidables músicos uno a uno, y todos saludaron anticipando un final que, afortunadamente, aún no llegaría, dado que regresaron bajo los focos para una última ráfaga de grandes canciones. Así, el broche de oro empezaron a ponerlo “So Happy It Hurts”, que da título a su próximo trabajo y en la que parece que Bryan tiene treinta años menos (su energía, su estado de forma y su voz son una anacronía), y la hermosa balada “Straight From the Heart”, con Bryan de nuevo en solitario junto a su guitarra y su armónica.

Fue espectacular cómo lucía el Wizink Center en penumbra con cientos de luces de móviles encendidas a instancias de Bryan, que se había marcado un conato de “Shine the Ligt” de nuevo él solo para pedírselo al público, panorama que ambientó de lujo la concluyente “All for Love”, con la que finiquitó una actuación de matrícula de honor. No soy yo de idolatrar, pero después de lo vivido en Madrid aquella noche, la conclusión es que el canadiense es uno de los sujetos de carne y hueso más próximos a una deidad que se puede contemplar sobre un escenario.

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Esta entrada fue escrita por Jason Cenador

2 comentarios

  • Juandie dice:

    Me quedo con el BRIAN ADAMS rockero de su mejor época como fue en los 80. Si en directo sigue metiendo algo de caña es gracias a aquellos maravillosos temas potentes ochenteros antes de venderse a la basura popera.

  • Marta dice:

    Qué buena crítica y qué bien reflejado lo que vivimos la semana pasada gracias a Bryan Adams. Gracias por ponerle palabras Jason.

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