Crónicas

Belako: Sonrisas con mascarillas

«Que nadie nos diga que la cultura no es segura»

27 agosto 2020

Palacio Euskalduna, Bilbao

Textos y fotos: Alfredo Villaescusa

Hacer un concierto hoy en día se ha convertido en una cuestión de voluntad política. Igual que desenterrar los huesos del abuelo que yace olvidado en una cuneta o invertir en educación. Esa es la conclusión que cualquiera podría extraer tras conocer lo sucedido en la localidad madrileña de Alcalá de Henares al programar un festival taurino con aforo para más de 8.000 espectadores y tener que cancelarlo a última hora debido a las protestas recibidas desde varios frentes. Lástima que no se aplicara esa misma permisividad inicial a eventos musicales como el Motorbeach en Cádiz o el Tsunami en Gijón, que vio en julio cómo las autoridades suspendían la cita con premura, a pesar de cumplir escrupulosamente con las normas sanitarias y de que no se iban a concentrar más de 800 personas. Quizás la clave resida en que haya reyes o toros de por medio. O que muchos aprovechen la escalada represiva para cargarse el sector cultural. Todo es posible con un ministro del ramo que en vez de pensar en ayudas para los damnificados se dedica a tuitear sobre fútbol.

Dada la complicada coyuntura actual, conseguir llenar un recinto en esta época tan dura para artistas y creadores debería ser ya para darse con un canto en los dientes. Pero los vizcaínos Belako han sabido reinventarse rápido en tiempos de pandemia, esa gira que realizaron por autocines hace apenas dos meses era un buen ejemplo de ello. Y elegir un marco tan elegante como el Palacio Euskalduna para presentar su nuevo álbum ‘Plastic Drama’ era también otro acierto, ya que dicho emplazamiento se ha erigido en oasis de las actuaciones en directo durante el periodo estival, con noches memorables a cargo de Cápsula o James Room & Weird Antiqua, entre otros.

Con el personal separado y con mascarillas cumpliendo las medidas de seguridad pertinentes, resultaba curioso barruntar cómo sería aquello en un grupo muy dado al contacto humano en sus shows, basta echar un vistazo a vídeos de sus bolos para comprobar la reacción que suelen provocar en la peña. Esa noche no habría nada de eso, a lo sumo observamos a un par de chicas bailando desde sus asientos. La única interacción posible. Y dar palmas, claro, algo que siempre nos pareció más bien verbenero, como hemos dicho en repetidas ocasiones.

Un telón gigante con la portada de ‘Plastic Drama’, que salía a la venta en pocas horas, presidió el escenario antes de que se apagaran las luces e irrumpieran los miembros de Belako apelando al post punk deudor de Joy Division en “Fire Alarm”. Esa noche tocaba presentación de su nuevo material, por lo que no tardó en sonar “Sirène”, una pieza que ya habían adelantado por redes sociales un día antes. Porque la idea inicial era que el disco saliera en primavera, pero la pandemia truncó sus planes del mismo modo que los de la mayoría de la población. Y ahí estábamos unos meses después en una situación distópica que jamás hubiéramos imaginado.

Que vivíamos unas circunstancias atípicas lo recalcó la vocalista Cris Lizarraga cuando deseó que estuviéramos “sonriendo detrás de las mascarillas” e incluso notó el lado cómico del asunto al afirmar que así podrían imaginar que “todo el mundo se sabe las canciones”, algo que en realidad no les hace falta, pues en sus conciertos lo que le suele sobrar al respetable es entusiasmo. De hecho, bastante energía hubo para tratarse de una velada con fieles sentados, el colega Álvaro Brutus no dudó en definir al final el show como “intenso”.

Y lo cierto es que para conseguir este efecto a veces no es necesario ni un volumen atronador ni unos pogos descomunales, sino tener actitud y convicción sobre el escenario, en estos eventos de la llamada “nueva normalidad” nos estamos dando cuenta más que nunca. Una deconstrucción involuntaria para abrir los ojos que de vez en cuando no viene mal.

Hace escasos meses ya habíamos visto a los vizcaínos en el Autocine de Getxo, por lo que el repertorio mantuvo puntos en común, como “Render Me Numb”, que comenzó en formato dúo y devino en un torrente importante de electricidad. Y uno de los puntos álgidos volvió a ser la ortodoxia post punk de “All Nerve”, con Cris dejándose la voz una vez más. Ojalá permanezca todavía una buena temporada en el catálogo del directo.

“AKLR” reincide en ese poso noventero que también es característica fundamental de su sonido antes de que “Hegodun Baleak” alcance proporciones de clásico con ese aire que posee de himno. La voz del guitarrista Josu retumbó en esta ocasión gracias a la envidiable acústica del Palacio Euskalduna, que esa noche atrajo a unos 600 espectadores en aforo reducido. Si no hubiera restricciones al respecto, lo habrían reventado, no cabe duda.

“Marinela2017” brindó uno de los momentos más delicados de la velada, otra muestra de que también han encontrado el punto a la combinación de voces de Cris y Josu, este último hasta se desgañitó cantando algún fragmento. Y para terminar con cierto halo melancólico a lo The Smashing Pumpkins  no está mal “Tie Me Up”, aunque tal vez lo suyo hubiera sido decantarse por alguna pieza de su laureado debut.

La peña pidió bises con el entusiasmo habitual y no tardaron en regresar. “Estaba cantado que volveríamos, es que si no qué peña más borde”, dijo risueño el batera Lander antes de que calificaran como “un clásico” lo que venía a continuación. Podrán poner o quitar las canciones que quieran del repertorio, pero lo nunca debería faltar en un recital suyo es “Sea Of Confusion”, su tema bandera desde tiempos primigenios.

Y la cantante Cris se permitió recordar que a pesar de la situación que estamos viviendo “siguen sucediendo los feminicidios y la violencia machista”, el alegato necesario antes de un “Over The Edge” que acabó con alaridos mientras la vocalista agitaba la cabellera. Soberbio. Sin tiempo para recuperarse de la impresión, enlazaron con “The Craft”, al igual que hicieron en Getxo, otro de esos movimientos arriesgados a los que empezamos a pillarle el gustillo. Claro que sería mejor algún corte del primer disco, pero renovarse o morir, esa es su máxima.

Al salir, el auditorio se plagaría de sonrisas con mascarillas, un acto que en realidad es bastante inútil, puesto que nadie puede ver si estamos contentos o tristes, pero que encierra un gran significado. Sobre todo en momentos en los que se prohíben conciertos con un furor represivo que recuerda al de las dictaduras bananeras. Que nadie nos diga que la cultura no es segura.

Alfredo Villaescusa
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