Crónicas

Batushka + Noctem: Paganos Ortodoxos

«Nunca está de más recuperar la importancia del culto en tiempos de descreimiento general, una verdadera provocación a su manera»

Sala Stage, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa      

El black metal es, junto con el punk, uno de los pocos reductos que quedan de la autenticidad. En un mundo en el que abunda el postureo indiscriminado de redes sociales y la peña con serrín en la cabeza, siempre se agradecerá ver a tipos con ciertas convicciones, por muy peculiares que estas sean y aunque incluyan actos discutibles, como la quema de iglesias. Jarabe de palo para ofendiditos modernos a los que convendría aplicarles la ancestral medicina de: si no quieres taza, pues taza y media. Y a cascarla.

Probablemente bajo un influjo subversivo nació la joven banda polaca Batushka, un proyecto cuyos miembros ocultan su identidad a la par que adoptan iconografía procedente de las esencias del cristianismo. Pero que nadie se asuste, que tampoco se trata de un producto destinado para el agrado de biempensantes, pues su distorsión de símbolos sagrados ya les ha granjeado incluso un boicot en San Petersburgo por parte del movimiento ruso ultraconservador  y chovinista La Catedral del Pueblo. Las vestiduras ya están rasgadas.

Que el misterio de la divinidad vende era algo que permanecía fuera de toda duda si a uno le daba por echar un vistazo a una sala abarrotada con notable presencia femenina, algo que siempre alabaremos. Había mucha juventud además, lo que revelaba la pujanza del género frente a otros estilos anquilosados sin relevo generacional desde la última glaciación por lo menos. Quizás es que las cosas que entran primero por los ojos se digieren con facilidad, pero eso ya es otro debate.

Por motivos laborales y por el inconveniente horario infantil de siempre nos perdimos a los teloneros Noctem, aunque nos llegaron opiniones muy diversas: desde a los que su show les pareció con creces muy superior al de los protagonistas de la noche, hasta los que no observaron originalidad alguna en su propuesta. O blanco o negro, no se admiten grises.

Algo similar sucedió con el rito antiguo de Batushka y sus diferentes letanías en pos de la elevación espiritual. En el apartado musical no habría sorpresa alguna, con los salmos rusos de su disco ‘Litourgiya’ interpretados de principio a fin, cual sacramentos ortodoxos, es decir: Purificación, Bendición, Sabiduría, Misericordia, Santa Entrada, Esperanza, Verdad y Salvación.

La multitud coreó su nombre según las maneras de los conciertos contemporáneos, pero ellos estaban en otro rollo. Ahí no se iban a permitir semejantes desmanes, no cabrían las presentaciones chorras ni los discursos buenrollistas.

Eso sería lo malo para los que buscaran una innovación inédita o algo por el estilo. Su principal atractivo residía en una elaborada puesta en escena con un púlpito cargado de cruces, candelabros y demás abalorios, en un lugar central y un sumo sacerdote oficiando con solemnidad y bendiciendo a la peña de vez en cuando. A su vera había un coro de enigmáticas figuras sin cara que podrían haber aparecido en ‘El señor de los anillos’ y que, si uno se fijaba, trabajaban menos que la chaqueta de un guardia. Pero ahí no importaba la funcionalidad, sino el elemento más puramente visual e iniciático.

Algunos decían: “¡Vaya pasada!”, por su peculiar escenografía, y lo cierto es que no les faltaba razón, al tiempo que surgían en la mente comparaciones con El Altar del Holocausto, aunque el dinamismo de estos últimos echaba por tierra cualquier paralelismo. De hecho, al finalizar el concierto, ese era un reproche frecuente de los asistentes, que si no se movían y tal. Está claro que siempre es preferible contar con un gurú místico tipo David Eugene Edwards de Wovenhand, que ponga los ojos en blanco y simule ahorcarse, pero tampoco cabe reducir todo al fuego divino por un excesivo estatismo, anda que no existen grupos con menos ímpetu que un gato de escayola. Lo que pasa es que al personal le encanta dar palmas y ese tipo de mierdas y cuando no se cumplen esos estándares socialmente aceptados se produce un cortocircuito mental y muchos transforman la incomprensión en pura ira.

Otro aspecto ante el que no se puede luchar es la falta de espontaneidad, su actuación estaba programada al milímetro y cuando termina el sermón no hay nada más que rascar. Menos mal que de vez en cuando el líder espiritual extendía manos con igual dinamismo al que Kraftwerk mueven la pata tras los atriles. Y nos congratuló desde luego que allí se diera caza a las insufribles cotorras mandando callar a los que osaban levantar la voz. Siempre nos quedarán medidas más enérgicas inspiradas por Varg Vikernes.

La niebla además arreciaba cuando debía, aunque quizás se pasaran de intensitos religiosos cuando al sacerdote le dio por levantar una especie de cuadro como si fuera un objeto divino, no en vano según la ortodoxia solo están permitidas las imágenes bidimensionales por lo que quedarían al margen las estatuas o las pinturas demasiado elaboradas. Y para finalizar la ceremonia, el pope sacó una especie de escoba con la que espolvoreó a la concurrencia y muchos nos olimos el brazo para ver qué era aquello. Simple agua, no se trataba de ninguna guarrada.

Estos paganos ortodoxos han experimentado un subidón considerable en un plazo breve de tiempo y lo cierto es que su espectáculo en directo merece la pena por su dignidad, sobriedad y cierta majestuosidad, aunque en ocasiones se pasen indiscutiblemente de frenada. Nunca está de más recuperar la importancia del culto en tiempos de descreimiento general, una verdadera provocación a su manera. Todos somos muy ateos hasta que nos cambian las tornas.

 

Redacción
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Esta entrada fue escrita por Redacción

1 comentario

  • Juandie dice:

    Concierto normalillo de Black Metal por parte de estas dos cojonudas bandas las cuales lo dieron todo cada cual a su manera. A ver si para el próximo concierto por tierras Vascos los valencianos NOCTEM son los cabezas de cartel.

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