Crónicas

Arcade Fire: Ansiedad, abuso de poder y música

«La música, a pesar de todo, sigue siendo lo primordial en un concierto. Así lo vieron las 15.000 personas de WiZink. No sé si eso es una buena o mala noticia.»

21 septiembre 2022

WiZink Center, Madrid

Texto: Sergio Julián (@sergio42). Fotos: Darío Bravo

I: Ansiedad: Decía Owen Pallett, arreglista y colaborador de Arcade Fire desde sus inicios, que siempre había envidiado la relación que tenían Regine Chassagne y Win Butler. Mientras que él apenas lograba enamorarse o crear estas historias épicas en sus canciones, ellos dos eran capaces de crear epopeyas grandilocuentes y cantar sobre el amor, la fraternidad o el adiós.

Son temáticas recurrentes en su música, pero lo cierto es que su discografía está cargada de momentos de oscuridad, de dramas que lo cambian todo y de la oscuridad que trae el olvido, la muerte o la falta de expectativas de futuro. Al estilo de Lynch, que encontraba la oscuridad dentro de la aparente perfección de la clase media estadounidense, la formación ha dejado un rastro de migas de pan que no llevan sino a la propia guarida de la bruja. Siempre ha estado ahí, aunque no lo hayan visto.

En ‘We’, el último álbum de la banda, Arcade Fire miran a los ojos a la depresión, a la ansiedad y a la transformación. En ocasiones, parece una disculpa anticipada de lo que estaba al vivir. En lo musical, posiblemente sea su mejor obra en años.

II: Abuso de poder

A finales de agosto, Pitchfork publicó un reportaje en el que se destapaba que Win Butler había tenido relaciones extramatrimoniales con cuatro personas: tres mujeres y una persona de género no-binario. A nadie le importa el modelo de matrimonio que tengas. El problema viene en el patrón, reconocido por el propio Butler, de estas relaciones. Personas jóvenes, fans de la banda, todas se encontraron con momentos incómodos, con un sexting no-recíproco. Algunas derivaron en depresión (incluido un intento de suicidio) y llegaron a sucederse tocamientos e interacciones sexuales no deseadas. Win, quien según apuntan ambas partes no llegó a más en cuanto las personas demostraron y manifestaron verbalmente su incomodidad, ha reconocido todo esto, excusándolo en un momento de depresión y alcoholismo. Dice que está cambiando y mejorando.

¿Cómo se afronta una crónica de un concierto de una persona que ha hecho este mal a estas personas pero que manifiesta arrepentimiento? ¿De qué manera te tienes que sentir cuando canta esas canciones que te han acompañado durante tantos años? ¿Cómo te sientes y cómo te afecta cuando las 15.000 personas que estaban en el WiZink Center ovacionaban dejándose la voz cada interacción de Butler? ¿Era un acto de perdón? ¿Una manifestación de amnesia colectiva?

Feist, telonera de la gira que se bajó del barco al poco de comenzar el tour mundial, reflexionó brillantemente sobre esta situación: “No hay un único camino para sanar (…), ni un único camino para rehabilitar a los perpetradores. Puede ser un camino solitario el dar sentido a los malos tratos. No puedo solucionarlo dejándolo (Ndr: el tour), ni tampoco quedándome. Pero no puedo continuar”. (“There isn’t a singular path to heal when you’ve endured any version of the above, nor a singular path to rehabilitate the perpetrators. It can be a lonely road to make sense of ill treatment. I can’t solve that by quitting, and I can’t solve it by staying. But I can’t continue”).

Son decisiones. La gran mayoría de la prensa generalista y especializada, y yo, decidimos estar ahí. Es algo muy complejo. Lo que está claro es que no se debe normalizar la situación. Cualquier persona es libre para vivir su vida como le dé la gana. Pero estas personas no estaban tomando la decisión libre en sus interacciones o conversaciones. Estaban viviendo la vida que Win quería vivir, desde su posición de "cofrontman" de una banda de rock.

Ahora, las canciones de los últimos discos tienen mucho más sentido. Cuando cantaba Regine “Keep you waiting, hour after hour / Every night, in your lonely tower ("Te hago esperar, hora tras hora / Cada noche, en tu torre solitaria") en “We Don’t Deserve Love”, sabemos a lo que se refería. Cuando Win lanzó esa frase tan jodida de “Creature Comfort”, "Assisted suicide / She dreams about dying all the time / She told me she came so close / Filled up the bathtub and put on our first record" ("Suicidio asistido / Ella sueña con morir todo el tiempo / Me dijo que estuvo tan cerca / Llenó la bañera y puso nuestro primer disco"), podemos imaginar qué estaba pensando. Cuando soltaba en su ultimo disco, en “Unconditional I (Lookout Kid)”,“Cause nothing is ever perfect / No one's perfect / Let me say it again, no one's perfect” ("Porque nada es perfecto / Nadie es perfecto / Déjame decirlo de nuevo, nadie es perfecto"), más de lo mismo.

III: Música

Es difícil centrarse exclusivamente en lo que teníamos frente a nuestros ojos con todo este contexto, pero lo cierto es que vivimos el que posiblemente sea la mejor alineación, el mejor sonido y la mejor puesta en escena de Arcade Fire. Dos escenarios enfrentados, con el principal presentando la forma de un ojo en el que se proyectaban escenas psicodélicas a modo de iris con un importante despliegue de luces, láseres y un sonido nítido en el que apenas se perdían acordeones y violines de vez en cuando.

La noche se abrió con la actuación de Boukan Eksperyans, inesperados teloneros con una larga trayectoria en la escena de Haití que presentaron una música tradicional renovada con una gran presencia de percusiones, voces entrecruzadas, bases disparadas y guitarras. Tan pronto pasaba de un rollo psicodélico sesentero a lo “Black Magic Woman” a arrebatos fiesteros que recordarían al fan de Arcade Fire al remix de “Everything Now” de Bomba Estéreo. Win, por cierto, los acompañó en su larguísima última canción. Los vítores acompañaron su llegada al escenario. Tras una sesión de DJ con temazos como “Toma que toma”, que nos recordaron a Melody, o “Fuego” de Bomba Estéreo, una pianola tocada automáticamente en el B-Stage precedió al Bolero de Ravel, que sonó a todo trapo por la PA durante unos interminables 10 minutos.

No es que tengamos nada en contra del compositor, más allá de su nacionalidad; simplemente, la gente esperaba con impaciencia a Arcade Fire, que empezaron con un Win hiperactivo con “Age of Anxiety I”, que se fusionó con una “Ready to Start” que sonó muy potente gracias al doble juego de baterías y las guitarras redobladas gracias a la aportación de Dan Boeckner de Wolf Parade. Grandísima incorporación, mejorando a la instrumentación del ya desaparecido Will Butler. Su energía, por si os lo preguntáis, es canalizada por medio de Paul Beaubrun, multinstrumentalista que no dejó de animar durante todo el espectáculo.

Como es costumbre con la banda canadiense, prácticamente todos los temas se fusionaban entre sí, creando transiciones armónicas, cargadas de emoción y que ayudaron a canalizar un show que se pasó volando durante sus dos horas de duración. “Neighborhood #1 (Tunnels)”, de su debut, sonó con más intensidad que en otras versiones en directo, y “Put Your Money On Me” redobló la agresividad de sus sintetizadores guiada por la voz de Regine, que hoy sí que tuvo su día. Win, al final de la canción, añadió de cosecha propia un “We’ll find a way”, dando una coda a este tema de resistencia en una pareja pasando un momento jodido. Tiempo para ‘Reflekor’: “Afterlife” y el tema homónimo sonaron seguidos bajo una bola de discoteca que iluminó todo el recinto. “Reflektor”, por cierto, sonó más electrónica que nunca en su coda, sin prescindir a las guitarras pero sí de los vientos que habían acompañado a los últimos tours. Aun así, el resultado fue fantástico.

Fue sorprendente la recepción de “Rabbit Hole”, coreada y “saltada” como uno de los clásicos de la banda, que enlazó tras un agujero negro de explosiones y luces estroboscópicas con las dos partes de “The Lightning”, que sonaron infinitamente más potentes que en disco, sonando a unos The War on Drugs con los bpm disparados. Fue entonces cuando se cayó el recinto con dos canciones fantásticas y que fueron celebradísimas: “Rebellion (Lies)” y “Here Comes The Night Time”.

En este punto, Win Butler no podía contener su sonrisa; como en aquella vez que se subió al piano para señalar al público cuando vinieron al WiZink Center a presentar ‘The Suburbs’. Agradeció en un discreto español. Más adelante, diría que había pasado su día en el Reina Sofía viendo a Dalí, que estaba “tan feliz” y que les flipaba girar por España. No lo dudo: la gente estaba entregada.

La rareza del día vino con “Modern Man”, que sonó fantásticamente y enlazó con “The Suburbs” y su correspondiente coda. Tras una bonita "Sprawl II", que tuvo su momento cumbre cuando Regine se subió al piano del B-Stage para gritar que “necesitaba la oscuridad, que alguien (por favor) apague las luces”, llegó la traca final con una “Unconditional I (Lookout Kid)”, que no estaba inicialmente incluida en el setlist pero que sonó a clásico, y la divertida “Everything Now”, que creó un momentazo en el momento en el que la música se detuvo para dar paso únicamente a la voz de los allí presentes.

Tras la falsa despedida, turno para el B-Stage, al que llegaron los músicos a duras penas con la asistencia de su equipo de seguridad. No se sentían lo más cómodos posibles, la verdad: Richard Reed Parry entregaba sus codos a la gente que le saludaba desde el stand, Sarah Neufeld se mostró tímida, Tim Kingsbury avanzaba espídico en su nuevo outfit de oficinista cincuentero…

Desde este escenario ofrecieron una bonita interpretación de las cuatro partes de “End of The Empire”, únicamente ensombrecida por las cacatúas que ignoraban los “shhh...” de sus compañeros de pista; una chulísima versión de “Spanish Bombs” de The Clash, adorados por Win Butler y cuya influencia es más que visible en su discografía, y la eterna “Wake Up”, que sigue emocionando por encima de cualquier otro himno indie de la banda.

El setlist, repleto de temazos, pasó por alto el brillante y apocalíptico ‘Neon Bible’. Además, el fantasma de lo sucedido sobrevolaba para los pocos que éramos conscientes de lo que había pasado. Pero, aún con todo, Arcade Fire fue capaz de ofrecer un fantástico concierto en pleno estado de forma, sonando mejor que nunca y consiguiendo involucrar a Madrid en la historia de transformación que es ‘We’.

La música, a pesar de todo, sigue siendo lo primordial en un concierto. Así lo vieron las 15.000 personas de WiZink. No sé si eso es una buena o mala noticia.

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Esta entrada fue escrita por Redacción

1 comentario

  • Juandie dice:

    Extenso resumen hacia el gran concierto que se marcaron los veteranos ARCADE FIRE en el histórico Palacio De Los Deportes de la rockera ciudad de Madrid.

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