Crónicas
Bay of Biscay 2019: Tacones que mueven el mundo
«Una edición en la que cobró más significado que nunca aquella frase de Ray Loriga: “El ruido de todas las ciudades del mundo no puede tapar el sonido de mis tacones”»
Del 26 al 28 de julio
Playa de Aritzatxu, Bermeo (Bizkaia)
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
Dicen que en esta época del año lo habitual son las tormentas. Por mucho que el calor engañe. Esos típicos momentos en los que se desata tal furia desde el cielo que parece casi una maldición bíblica y en escasos segundos uno puede acabar hundido, como una sopa. Pero no nos engañemos, las inclemencias meteorológicas son lo habitual en los festivales del norte, con algunos casos especialmente sangrantes en los que no se recuerda ninguna edición en la que el agua no haya hecho acto de presencia. Toca armarse de paciencia y lidiar con dichas incomodidades cual veterano de guerra que apenas siente ni padece y que por supuesto no anda por ahí quejándose por el frío, la humedad o cualquier vicio pequeñoburgués.
En este sentido tuvimos toda una prueba de supervivencia en el Bay of Biscay, evolución del Mundaka Festival en un nuevo emplazamiento en Bermeo tras las quejas de diversos colectivos ecologistas por el carácter protegido de la Península de Santa Katalina, la anterior ubicación. Y aunque el recinto actual no posea la magia ni la vistosidad de antaño, se reveló como una alternativa viable en su capacidad para acoger a más de 5.000 personas, no en vano se hallaba ubicado en una localidad con una notable población en aumento que no se limita a los meses estivales, como sucedía en Mundaka.
El transporte por tren sigue siendo un tanto problemático, con servicio especial únicamente en la jornada del sábado, aunque la organización puso en marcha todos los días un bus directo desde Bilbao que tampoco tuvo mucho éxito, a excepción del jueves, en apariencia la jornada más multitudinaria de todas. Es de agradecer que a pesar de la poca demanda mantuvieran el servicio valiéndose de un minibús, o incluso de dos furgonetas el sábado, una situación que provocó tal camaradería con el joven chofer que hasta le ofrecieron dormir en casa ajena para no volver solo de madrugada. De buen rollo total. Como en un improvisado BlaBlaCar.
Pogo solo de pavas
Quién nos iba a decir que la fiesta de presentación llamada Wave Rave se tornaría la cita más multitudinaria del festival, con muchas chicas en la flor de la vida que certificaron el tirón del que todavía goza Crystal Fighters, una banda que ha estado ya unas cuantas veces por estos lares y que ni por esas afloja en su poder de convocatoria. Añadieron además una batida de limpieza de vidrio en la Playa de Aritzatxu para demostrar que su compromiso medioambiental también sigue intacto.
Inauguró el jueves Maren, una cantautora etérea y onírica en la onda Russian Red o Anni B Sweet, con una voz espectacular y mucha clase. Ya hemos dicho en repetidas ocasiones que este tipo de formato intimista no nos parece el más adecuado para festis y eventos al aire libre, la mayoría de peña sentada daba fe de ello, pero es que la muchacha lo hizo tan bien que hasta se puede perdonar el atrevimiento. Alternó con gran solvencia euskera en “Bitartean”, castellano en “Alguien sin vergüenza”, y hasta inglés en “Why ‘d You Only Call Me When You’re High”, versión de Arctic Monkeys muy llevada a su terreno. Para seguirle la pista.
Una garantía absoluta de fiestón es el carismático dúo Niña Coyote eta Chico Tornado. Eso en circunstancias normales, como cuando pusieron a botar a toda una carpa abarrotada en el Mad Cool de 2018. Pero si te pilla una tormenta de por medio, pues el tema se antoja más complicado. En el mayor de los escenarios adversos posibles, incluso tuvieron que mandar a la peña levantarse y acercarse, pues muchos todavía se encontraban con la misma actitud que las vacas al pasar el tren, pero capearon el temporal de manera muy digna. Por muchas veces que uno haya coincidido con ellos en directo resulta complicado resistirse al particular juego de miraditas entre Koldo y Úrsula o ese contundente sonido en el que destacaron el derroche de electricidad a lo Black Label Society de “Bai Bye” o la rabia desatada de “Ariñau”.
Cada cierto tiempo los medios generalistas suelen encumbrar a un artista que luego uno comprueba en las distancias cortas que en realidad no merece tanta atención. Sucede ahora mismo con la choni encubierta de Rosalía y hace no demasiado también pasó lo mismo con Hinds, unas madrileñas que le dan al indie rock y que suplen sus carencias técnicas con bastante desparpajo. Pese a que sus voces agudas se tornen en algunos momentos hasta hirientes, por lo menos lograron trasmitir más ímpetu que el que se puede escuchar en estudio. Y eso ya es bastante. Música para millennials.
El giro que dieron Belako al prescindir de cambiar tanto de instrumentos y despojar del teclado a su vocalista Cris nos pareció una idea más que discutible en un inicio, pero le empezamos a encontrar sentido si nos topamos con una frontwoman soberbia, en estado de gracia, mucho más suelta que en otras ocasiones y con la actitud necesaria para que el personal coma de su mano. Sé que a ellos les gusta recalcar el carácter democrático de un grupo en el que nadie es más que otro, pero esa fue la impresión que sacamos sin dejar de lado el buen hacer de Josu a la guitarra o el de Lore al bajo, por ejemplo.
Echaron carne a punta pala en el asador desde el comienzo con “Off Your Shoes” y enfilaron la senda post punk con el frenético “Eat Me!” antes de insuflar nuevos aires a “Track Sei”, devenido en explosión de energía controlada.
“Sea of Confusion” desató los ánimos de una afición que nunca les falla, ni siquiera presentando una pieza inédita, y “Haunted House” certificó la sombra alargada que aún planea sobre su debut. Hubo espacio para la reivindicación cuando Cris recordó el número de mujeres asesinadas en lo que va de año y pidió “un pogo solo de pavas” antes de lanzar el grito de “Gora borroka feminista” (Viva la lucha feminista). Consignas aparte, fue un bolazo enorme que confirma que todavía tienen mucho que decir.
Por problemas de logística tuvieron que retrasar el bolo de Crystal Fighters dos horas, con la consiguiente incomodidad derivada de la inestabilidad meteorológica. Pero para muchas chavalas aquello era el acontecimiento de la jornada, y tal vez de todo el festival, aunque después de coincidir con ellos varias veces, a estas alturas ya se nos antojan un tanto repetitivos. Un ejemplo claro sería esa introducción de txalaparta que se hace más larga que un día sin pan o esos escenarios con motivos florales que están ya más vistos que el tebeo, por no hablar de ese repugnante halo buenrollista que nos provoca el vómito más absoluto.
El personal entró de lleno en su colorida rave plagada de trucos que aburren si ya los has visto anteriormente, eso sí, el griterío desatado en “LA Calling” no se pudo maquillar de ninguna manera. Su tirón entre las jovenzuelas sigue siendo incontestable.
Buena mierda tóxica
Si la primera edición del Mundaka Festival fue recordada por el temporal que cayó, pocos olvidarán la cantidad de lluvia que pudimos llegar a soportar en las tres jornadas del Bay Of Biscay. El ambiente mutó además el viernes con un público mucho más maduro y que nada tenía que ver con el del jueves, que incluso llegó a agotar la zona de Glamping, según nos comentaron. Un recinto descomunal para los cuatro gatos que se animaron a acudir con una meteorología de lo más desalentadora.
En esas circunstancias complicadas con lluvia intermitente les tocó batirse el cobre a los locales Dekot, que le daban a un rock alternativo euskaldun en la senda de Berri Txarrak. Se definieron como “un pequeño grupo con muchas ganas” y se mostraron muy satisfechos de estar allí, ya que su cantante dijo que “era el único festival al que podía ir andando desde casa”. Como entremés, ni tan mal.
Siempre nos agradó el rollo de Ángel Stanich, cantautor lisérgico capaz de evocar tanto a Bukowski como a Gila, al igual que hace en “Un día épico”. La intro de la BSO de ‘Twin Peaks’ ya nos daba a entender que este tipo de aspecto ermitaño es un friki de mucho cuidado y no tardó en fijarse que el recinto bordeaba con un cementerio, por lo que instó a “animarlo” con cierta guasa. “Escupe fuego” o “Hula Hula” pusieron a prueba el aguante de los más aguerridos ante el agua y el viento antes de presentarse a sí mismo como “Aitor Esteban”, responsable de ese bazar chino de los derechos de los vascos en el que se ha convertido el grupo del PNV en el Congreso.
Hizo gala de malditismo antisistema al confesar que “no tenía promoción ni nada que hacer” antes de la inevitable “Metralleta Joe”, a la que enlazó un “Mátame camión” memorable, en el que Stanich se sumergió entre el público y recorrió el recinto cantando la letra a escasos metros de los fieles. Lo suyo es auténtica buena mierda tóxica. Dejemos que nos contamine el alma.
Apenas conocíamos la existencia de Mon Laferte, cantante y compositora chilena que debe ser la artista más escuchada en Spotify de su país, según hemos podido indagar. Y lo cierto es que esta hembra con clase poseía un inmenso chorro de voz y la peña no cesaba de gritarle “bonita”.
La vertiente latina de su música nos sobraba, pero brillaba cuando se ponía en plan melodramático, como en “Amor completo”, y recordaba al Bunbury o Corcobado más sentimental. Para fumar cigarros en la oscuridad.
El batiburrillo verbenero de los franchutes Caravan Palace no nos sedujo demasiado, aunque por lo menos su vocalista animaba al personal en una jornada plagada de “setas”, como decía algún fotero.
De justicia es señalar asimismo su cuidada puesta en escena, con abundancia de figuras luminosas, pese a que en lo musical a veces hubiera que taparse los oídos, como con esa profanación del mítico “Black Betty” que se marcaron a base de electrónica y saxofón. Cambiaban de estilo con una facilidad pasmosa. Como las orquestas de los pueblos.
El mundo bajo sus pies
Y si antes hablábamos de artistas endiosados por la cara, sin ningún mérito, Fuel Fandango es más bien el caso contrario, pues su original propuesta va mucho más allá del flamenco para guiris borrachos que preconizan otras estrellitas del momento. Todo un grupo transgresor que lo mismo rememora las piezas más oscuras de Depeche Mode que se funde en atisbos raciales a años luz de los de la cacareada Rosalía. Pura fusión sin complejos que les sitúa en un plano superior al de otros falsos apóstoles del mestizaje.
Porque esto nada tenía que ver con perroflautas, sino con el arte más elevado. Ese es el que irradiaba su espectacular vocalista Nita, una diosa mayestática que salió vestida completamente de rojo, con abanico y un moño de esos de los que pocas chicas pueden llevar con la clase debida. Un juego de luces impresionante engrandecía unas coreografías de ínfulas orientales que eran casi como apariciones marianas y que daba gusto contemplarlas.
Ni siquiera la lluvia empañó la rave flamenca que se montaron, una inconveniencia a la que la cantante trató de restar importancia al admitir que ella también había visto conciertos “sopita” y le había dado igual. Repartieron rosas de las que de vez en cuando volaban los pétalos y los golpes de tacón estaban tan integrados en el sonido global que casi parecían un instrumento más. Otro detalle tan curioso como la presencia de dos baterías en el escenario.
“Toda la vida” ejemplifica esa peculiar mezcla que me atrevería a decir que no posee parangón en ninguna otra banda patria, y en “Salvaje” se acercan al universo del rock, con guitarras perfectamente distinguibles y unos coros tan empastados que parecen de estudio. Una maravilla que certificaba que sería una tremenda injusticia que no tuvieran, desde ya, el mundo bajo sus pies. O bajo los tacones de Nita, dicho con mayor propiedad.
Nacido en una calle sin luz
Sin que la meteorología diera apenas tregua, nos plantamos en una tercera jornada en la que tampoco hubo las multitudes que esperábamos. O quizás el problema estuviera en que el recinto era demasiado grande para la afluencia total, un hecho que se palpaba al comenzar los conciertos, con solo un pequeño grupo de gente arremolinado en torno al escenario mientras el resto de zonas se quedaban prácticamente vacías. Los temporales que amenazaban la estancia cada cierto tiempo no ayudarían a llenar aquello.
Mucho nivel demostró desde el inicio The Mani-Las, supergrupo femenino conformado por la popular cantante, actriz y presentadora Maika Makovski, Mariana Pérez (Sonic Trash, Rubia) y Olaia Bloom de Las Culebras. Tres veteranas que irrumpieron en escena ataviadas con trajes de superheroínas, a la manera de las suecas Heavy Tiger, y confirmaron que se toman lo suyo con bastante cachondeo, prueba de ello fue el momento en el que sacaron un bote de nata con el que la vocalista Maika bendijo a sus compañeras y a parte de los fieles.
Con movimientos que evocaban a The Runaways y al glam rock setentero vía The Sweet, se marcaron versiones cargadas de personalidad como “He’s Got The Power” de The Exciters o la espasmódica “She Said” de The Cramps, entre otras. En “Don’t Mess With My Mind” dejaron claro que no les gusta que les mareen desde la primera estrofa que decía “no me toques los ovarios”. Pura actitud.
A James Room & Weird Antiqua les sucedió lo mismo que a Niña Coyote eta Chico Tornado en la jornada del jueves, es decir, que se marcaron una buena actuación con temazos del calibre de “Honest Man Blues”, pero quedó deslucida por la lluvia que cayó en ese momento y que propició que la mayoría de la congregación corriera a refugiarse. Comenzaron algo más endurecidos de lo que les recordábamos y luego se tornaron más bucólicos antes de rememorar el cabaret fantasmagórico de Tom Waits. El voceras, James, sigue oficiando en directo a un nivel importante hasta el punto de que cosechó al final considerables salvas de aplausos. Toda una rara avis en el panorama local.
El rollo intimista de Rufus Wainwright no nos parecía ni de lejos para un festival, abogaríamos incluso por prohibir los conciertos al aire libre en este formato porque en realidad no interesan a nadie y únicamente valen para que las cacatúas se hagan fuertes en medio de la impunidad total. Lo que allí soportamos fueron tonadillas relajadas ideales para cenar, echar la siesta y quizás hasta para una sesión de tortura en Guantánamo. Salvaríamos las versiones bien llevadas de “So Long, Marianne” y la celebérrima “Hallelujah” de Leonard Cohen, aunque no resistían la comparación frente al recuerdo de la voz estremecedora del bardo canadiense. Para fans.
Un grande de las tablas como Tarque y esa Asociación del Riff en la que milita el no menos mítico Carlos Raya es difícil, y me atrevería decir que hasta imposible, que defraude. Contaron además con el sonido más apabullante de todo el festival, con una nitidez y una rotundidad tal que si te ibas hasta la carpa para resguardarte se escuchaba igual de potente que en las primeras filas. Una bestialidad.
Sumemos también un repertorio de rock n’ roll vigoroso cuya mecha prendió de inmediato con “Ahora y en la hora” y “Heartbreaker”, mientras el voceras de M-Clan hacía gala de su chulería habitual lanzando la cazadora por los aires. Hubo también recuerdo a su banda madre con la sureña “Perdido en la ciudad” o esa autoafirmación del rock sin paliativos llamada “Calle sin luz”, aparte de unas cuantas alusiones a clásicos del género como “Riders on the Storm” de The Doors o “Baby I’m Gonna Leave You” de Led Zeppelin, entre otras. Unos homenajes que llevaron a su extremo en una revisión castellanizada del “Evil” de Howlin’ Wolf o en una adaptación bastante endurecida del “Come Together” de The Beatles. Siempre infalible en las distancias cortas. Ha nacido desde luego en una calle sin luz.
Las hamacas podían esperar
Al margen de algunos seguidores de Rufus Wainwright, el momento que la mayoría esperaban era el de Backyard Babies, que por lo menos se sacaron un poco la espinita de su último bolo por estos lares en la sala Santana en el que sufrieron un sonido paupérrimo, indigno de unas estrellas de su categoría. En esta ocasión la cosa no llegó a tales niveles, aunque un poco más de volumen ya se hubiera agradecido, al igual que un mayor dinamismo por parte de los suecos, pues los parones entre canción y canción a veces se antojaban demasiado largos.
Con la versión de “Friggin’ In The Riggin’” de los Sex Pistols a modo de intro, no tardaron en meter zapatilla con la punkarra “Look At You” y la animada “Dysfunctional Professional”, que levantaría a un muerto. Como manda la tradición, Dregen salió desbocado cual caballo y proporcionó estampas impagables levantando el mástil con su cara de chalao mientras el vocalista Nicke no perdía comba sin tampoco desfogarse mucho. Tal vez fuera que esperaban una afluencia mayor de personal, pero lo cierto es que su concierto resultó más bien de cumplir, sin pasar del aprobado por los pelos. No en vano varias piezas legendarias tipo “Nomadic” o “Minus Celsius” se ejecutaron más lentas de lo normal. Cualquiera diría que les habían chafado las vacaciones.
En vez de concentrarse en exclusiva en su reciente álbum, tiraron más de himnos, aunque el medio tiempo “Roads” nos sobrara por completo. “44 Undead” certificó el creciente protagonismo vocal que ha adquirido Dregen en el último trabajo y la adrenalínica “Th1rt3en Or Nothing” tiene pinta de que va a quedarse en el repertorio durante una larga temporada.
Y sin apenas darnos cuenta llegamos a los estertores finales con un “Abandon” en el que Dregen mandó alzar el dedo medio contra la compañía aérea Lufthansa (seguramente debido a algún retraso, pues el jueves ya hubo que mover el recital de Crystal Fighters por ese motivo) y un “Brand New Hate” capaz de movilizar a la afición. Habían llegado por los pelos a la hora tocando, menos mal que regresaron con la decadente “Yes To All No”, de los mejores temas de su redondo ‘Sliver and Gold’, y ese “People Like People Like People Like Us” que desprende buen rollo a paladas.
Como hemos dicho anteriormente, la escasa duración del bolo nos dio a entender que tal vez no andaban con muchas ganas de tocar o quizás el hecho de que no les esperaran multitudes les desmoralizó un poco. Una pena que no se estiraran más, con 15 minutos habría bastado. Las hamacas podían esperar.
Y hasta aquí dio de sí para nosotros el Bay of Biscay, pese que luego todavía estaba programado el pop psicodélico de Lemy River y en la jornada del domingo se abrió el evento al pueblo con la participación de los históricos madrileños Sex Museum, entre otras bandas. Una edición en la que cobró más significado que nunca aquella frase que aparecía en la piedra angular ‘Héroes’ de Ray Loriga que decía lo siguiente: “El ruido de todas las ciudades del mundo no puede tapar el sonido de mis tacones”. La estrella del rock n’ roll de la literatura patria estaba en lo cierto. Los tacones mueven el mundo.
- Crónica de Ariel Rot en Bilbao: Un sueño de rock n’ roll - 22 noviembre 2024
- Crónica de The Godfathers + Las Furias + The Fuzzy For Her en Bilbao: Inapelable rueda vital - 20 noviembre 2024
- Crónica de Viva Belgrado + Bananas en Bilbao: Un cancionero inmenso - 19 noviembre 2024
1 comentario
Festival de lo más variado en su cartel siendo los punkarras suecos BACKYARD BABIES una de las bandas triunfadoras de dicho festival.