Mr. Goliath

La era de piedra

A New Label (2022)

Por: Alfredo Villaescusa

9

Hay artistas que es imposible que pasen desapercibidos. Y más si se han abierto camino desde el más puro underground y se les nota que se han comido conciertos en garitos por un tubo. Es el caso de Pablo Kayadi ‘Goliath’, cantante, guitarrista y líder de la formación que lleva su nombre que ya nos dejó gratas sensaciones con su álbum homónimo o su anterior EP de 2019 ‘No tengo miedo’. Si entonces los mimbres eran sólidos, no menos consolidados se tornan los cimientos sobre los que se levanta ‘La era de piedra’. Pillen pico y pala.

A la hora de hablar de blues, quizás algunos aficionados a los sonidos más duros comiencen a bostezar, pero nada más lejos de la realidad, porque lo que aquí tenemos es música contundente, árida y con esa dosis de personalidad digna de los grandes. Una invitación que se afronta incluso con más ganas después de ver el espectacular logo de la portada realizado por Kash Pinippler, cantante y guitarrista de la banda Sacred Wolves.

Bajamos a la mina con los riffs enérgicos de “Desierto” y ya nos empiezan a zarandear los punteos al tuétano del tema homónimo “La era de piedra”, no tardarás en gritar como un loco “¡Me llevaré mis demonios a la tumba!”. “El dios que llevas en ti” se inicia evocando a Hendrix, cosa seria, pero también posee el rollito alternativo de unos Audioslave, por ejemplo. Y además añadimos el cachondeo noctívago de una letra que parece creada a altas horas de la madrugada. Los búhos siempre en nuestro equipo.

En “Silencio” se nota más la huella del grunge noventero, aunque me atrevería a decir que el poso setentero nunca le abandona a este artistazo de los pies a la cabeza. “Esclavo” cambia de tercio y adopta una tónica más intimista gracias a una pandereta que aporta la solemnidad de un ritual vudú. Todo un temón oscuro como un tizón y con la pulsión sexual del “I Put A Spell On You” de Screamin’ Jay Hawkins. Aviso a navegantes, la entrada de la banda a partir del minuto cuatro es brutal.

“Gritos alzo al cielo” vuelve la vista al blues tradicional, tanto en la música como en esa letra que narra desventuras típicas del género. Y “Un tipo raro” se acerca de nuevo a ese rock alternativo que sin duda es una influencia importante y que ha logrado acomodarse sin estridencia alguna en las composiciones de este álbum. Inevitable resaltar el tremendo solo de guitarra del final.

“Negra flor” llama la atención por el bajo que se hace notar en un comienzo, aunque en realidad nunca desaparece durante la canción y se torna una especie de presencia hipnótica. El aroma a clásico de “El demonio” se palpa desde las primeras notas, pese a que el corte va poco a poco adquiriendo mayor contundencia y la voz funcionaría como una parte subordinada a los instrumentos y no al revés.

“My Mojo Workin’” se presenta como otra de esas piezas para entonar a la orilla de un pantano a la espera de que un cocodrilo abra sus fauces. Por supuesto, para mitigar la inquietud, nada como pegarle unos tragos a ese maravilloso whisky escocés del que habla en la canción. Que rule esa botella.

Un soberbio trabajo de blues rabioso, con respeto a las figuras indispensables del género y al mismo tiempo aperturista, demostrando que esas antaño férreas divisiones entre estilos poco sentido poseen a día de hoy. El auténtico mestizaje musical no es un postureo, sino una actitud.

Alfredo Villaescusa
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